¿Qué es la OPRArgentina? Institucionalmente, nada; pero como sello le sirve al presidente de la Nación para decir bravuconadas que es evidente prefiere que queden en ese limbo donde flotan las cosas que no llevan firma. Le sirvió ese logo y esa manera de redactar a Javier Milei para amedrentar, el 12 de junio cuando se trataba en la Cámara Baja la Ley Bases, a quienes se manifestaban acusando a la protesta de sediciosa, golpista y con el objetivo de entorpecer el funcionamiento de la democracia. Ahora la Oficina del Presidente de la República Argentina dice que la ley para equilibrar un poco la pérdida de poder adquisitivo de las jubilaciones se sancionó “con el único objetivo de destruir el plan económico del Gobierno”, en un “acto de populismo demagógico” y que dicha sanción es “irresponsable, ilegal e inconstitucional”.
Por supuesto el texto sigue, lleno de datos dudosos - ¿cómo habrá hecho el cálculo de la afección del 25 por ciento “del PBI dinámico”?- y poniéndose en el centro de la victimización. Parece que nadie piensa en vivir mejor, nadie puede pensar en jubilados y jubiladas a quienes cada vez les quitan más remedios con descuento, se les encarecen de manera exorbitante los alimentos, y ni sumamos la necesidad de alquilar aunque sea una piecita. No, la ley está hecha para arruinar sus planes económicos, cree el presidente. Esos de los que a mediano plazo se sabe poco, salvo sobre tope del 2 por ciento para las paritarias. Y “la destrucción” de la inflación, porque de esa batalla y del léxico bélico no se olvida nunca; lo hace en nombre de “los argentinos jóvenes” en una declarada guerra del cerdo. O de los “argentinos de bien”, ese límite difuso y cada vez más expulsivo.
¿Será este un punto de inflexión? ¿Podrá el espíritu de Normá Plá agitar la resistencia? Porque el presidente que cita a los ’90, tanto en su admiración por Carlos Menem -lloró cuando descubrió su busto- como en su actual romance con Yuyito González, bien puede estar llamando con su diatriba a estas fuerzas del cielo inesperadas y necesarias, las de Norma Guimil de Plá, adalid de los jubilados pero sobre todo de las rebeldías. La que hizo llorar a Domingo Cavallo, responsable del zarpazo sobre los ingresos de quienes vivían de una jubilación o pensión, y la que no dudó en hacer una “choriceada” frente a la embajada del Reino Unido cuando vino de visita el príncipe Andrés -que participó en la guerra de Malvinas- para defender la soberanía sobre las islas del sur. Norma Plá, que nunca llegó a jubilarse aunque luchó por todos, porque como empleada de casas particulares jamás tuvo aportes y vivió sus últimos años de la pensión mísera que dejó su marido, conductor de tranvía.
Norma es tanto un emblema de las luchas transfeministas y callejeras como las jubilaciones y pensiones son el tesoro que los gobiernos de derecha neoliberal -en cualquiera de sus etapas- buscan entregar rápido a las demandas del FMI para deshacerse de esa responsabilidad social que significa garantizar desde el Estado el derecho a retirarse de la vida laboral activa sin tener que morir de hambre en el intento.
En junio de 2019, cuando el gobierno de Mauricio Macri anunció el fin de la moratoria previsional, organizaciones feministas, sindicales y territoriales agilizaron esa articulación que se había gestado a través de los llamados a paros internacionales cada 8 de marzo desde 2017 para enfrentar la medida. “Los aportes que nos faltan se los quedó el patriarcado”, fue el lema que surgió después de una jornada de debate en una de las sedes de ATE, jornada que llevó el nombre de la luchadora rebelde: Norma Plá.
“Queremos que se reconozca el derecho a la jubilación porque eso significa reconocer el trabajo. No queremos subsidios, queremos que reconozcan el trabajo invisible de las mujeres que nos dejan durante períodos de crisis sin aportes”, decía entonces Clarisa Gamberra, secretaria de género de la CTA Autónoma, parte de aquella jornada que culminó en una movilización al Anses de la que participaron las tres centrales sindicales y la UTEP.
¿Y por qué decir que los aportes que les faltan a las mujeres se los quedó el patriarcado? La división sexual del trabajo -esa que carga sobre las espaldas de las mujeres las tareas no remuneradas de cuidado, crianza, sostenimiento de la vida cotidiana-, los mandatos familiares y sociales que la hacen posible; la evidencia de que las trabajadoras de casas particulares son las más precarizadas y nunca llegan a una jubilación digna. El no reconocimiento de los trabajos que realizan, por ejemplo, las cocineras de los comedores populares que ahora mismo están lidiando con la extrema escasez provocada por la falta de entrega de alimentos por parte del gobierno. Este es un punto nodal de la desigualdad estructural por razones de género. La guerra contra los feminismos y transfeminismos que libra este gobierno y las ultraderechas globales no es sólo por nostalgia de un mundo brillante que jamás existió, sino para poder seguir saqueando la energía vital de las mujeres imponiendo el trabajo de cuidado como deber de amor y no simplemente trabajo. Eso que llaman amor es trabajo no pago, dijo Silvia Federici pero son innumerables las feministas que describieron esta situación.
El presidente Milei hizo campaña a principio de año, directamente, contra las mujeres que habían logrado jubilarse a pesar de la falta de aportes -que se quedó el patriarcado-, incluso fue contra su propia madre al decir que ella no había trabajado nunca. Ni siquiera tuvo la sensibilidad de Domingo Cavallo, si es que puede leerse así, que soltó lágrimas frente a Norma Plá pensando en su padre y madre. Ahora, con apoyo expreso de Mauricio Macri, se prepara para vetar una ley que daría un mínimo alivio a quienes trabajaron toda su vida, con aportes o sin ellos, lo hace despotricando contra quienes votaron a favor y poniendo a su gobierno como víctima, defendiendo un equilibrio de cuentas que sólo ve él en sus planillas de Excel pero que para las mayorías se expresa en baja de consumo de alimentos, medicamentos, pañales, en las cosas básicas que se necesitan para sostener la vida. Y las que hacen esos malabares con las cuentas, casi siempre, son mujeres. Las fuerzas del cielo que tanto invoca el presidente pueden ser imprevisibles: Norma Plá está más presente que nunca, con su desparpajo, su coraje y su capacidad de acción. Y tal vez se escuche entre quienes asisten a otro recorte de derechos entre bravuconadas, la voz de la pensionada que no se dejó domesticar: “Siempre estoy detenida, pero no por ladrona ni por corrupta, sino por decirle la verdad a estos señores que nos están apaleando constantemente, pero la vamos a seguir. Somos más pueblo que milicos, que no se olviden de eso”. Entonces sabremos cuál será el verdadero costo de hacerles pagar el ajuste a quienes menos tienen, pero tienen memoria.