Argentina está atravesando el peor momento desde que inició la pandemia por coronavirus en términos de cantidad de contagios, fallecimientos y situación del sistema sanitario. Esta semana se superaron las 60 mil muertes y por primera vez se registraron casi 30 mil contagios en un día. A diferencia de la primera ola, los hospitales están colapsados, ya no tienen casi margen para mejorar sus servicios, y empieza a registrarse un aumento marcado de casos en menores de edad y adultos jóvenes, muchos de los cuales terminan en camas de terapia Intensiva. El AMBA es el área más afectada, y particularmente la Ciudad de Buenos Aires que en un mes quintuplicó las cifras y es el distrito con más contagios y muertes de acuerdo a su población: 3.346 casos positivos cada 100 mil habitantes, y 789 fallecidos cada millón. El aumento disparado de los contagios se explica mayormente por el inicio de las clases.
Paradójicamente desde hace una semana, el principal tema de agenda pública y el que genera mayor repercusión política es el conflicto iniciado por el Gobierno de Horacio Rodríguez Larreta por la suspensión temporaria de la presencialidad escolar dictada por la aplicación del Decreto de Necesidad y Urgencia del presidente Alberto Fernández. Conflicto que el gobierno porteño y todo Juntos por el Cambio decidió tomar como bandera propia para posicionarse al frente de la oposición con fines electorales y especulativos, a pesar de las múltiples recomendaciones epidemiológicas y el aumento ininterrumpido de casos. Como ya es costumbre un tema que es netamente político y corresponde al ámbito del Ejecutivo, se judicializó y llegó al foco de la opinión publica por medio de un despliegue espectacularizado del dispositivo mediático judicial. Incluso en pandemia, mientras la CABA se convierte en un vector de transmisión de coronavirus para todo el territorio nacional, poniendo en peligro la vida de millones de personas, el macrismo se abroquela para poner en marcha una nueva maniobra de marketing electoral, único eje vertebral de todas sus políticas desde 2007.
El Gobierno Nacional por otro lado, acorde a su posicionamiento histórico y formas de entender la política, insiste y sostiene que los canales de resolución son el diálogo, las buenas intenciones y la gestión. Desde ese lugar las decisiones se toman basándose en cifras oficiales, el asesoramiento de especialistas de diferentes disciplinas, las evidencias científicas, y las referencias internacionales que muestran cuáles son las estrategias que mejor funcionan. Suponiendo también, desde el sentido común, que en el marco del flagelo social que transitamos la oposición achicaría los márgenes de posibles maniobras y operaciones para sumarse a una campaña mancomunada por el bienestar de todxs. Pecó de ingenuo el Gobierno, desde mi punto de vista, al pensar que la derecha argentina dejaría de serlo por una pandemia. El macrismo volvió a correr los límites de lo plausible de ser discutido para llevarlo a lugares absurdos e irracionales y mostró su total desprecio por la división de poderes y la ciudadanía toda. El debate por la presencialidad escolar, estirado y explotado a niveles enloquecedores, representa un gesto de negacionismo, irresponsabilidad y cinismo.
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Presencialidad vs. virtualidad, un tema de “vida o muerte”
El mayor mérito que tiene este sector de la política en el camino por construir legitimidad y lograr apoyo popular es su forma de comunicar e interpelar .Y no se trata simplemente de la comunicación tradicional o el armado de una red infinita de medios, periodistas, y operadores capaces de multiplicar su mensaje y filtrarlo a los espacios más recónditos. Se trata de una capacidad inimaginable e ilimitada de negar la realidad, crear relatos, configurar imágenes, y construir escenarios posibles en tiempo récord donde ganar la batalla por la opinión pública. No importa el costo, tampoco si las víctimas del juego son lxs niñxs, lxs docentes o lxs médicos. Como bien lo definió el Jefe de gobierno porteño al aire “para nosotros es un tema de vida o muerte”. Si existe un espacio donde capitalizar políticamente la guerra por el sentido, el macrismo será el primero en la fila y pondrá allí todas sus armas. Y más aún en la actualidad cuando empiezan a verse algunos logros ineludibles del Ejecutivo Nacional como la campaña de vacunación, el convenio con Rusia por la fabricación de la Sputnik V en Argentina y el fomento a la actividad económica que empieza a dar sus frutos.
Es lógico entonces que la mirada apunte a desarticular todo el trabajo del oficialismo. El objetivo es poner en jaque las medidas y luego instalar la idea del fracaso de Alberto Fernández en la contención de la pandemia. Para ello la oposición dispone minuciosamente una serie de tácticas para forzar y controlar los límites de la conversación social, y establecer las reglas del debate público. La consigna es que solamente se hable de lo que ellos quieren. La discusión presencialidad vs. virtualidad en las escuelas es una puesta en escena contundente. No es real la diferencia y nunca lo fue. Menos todavía planteada por un partido que viene desfinanciando la educación sistemáticamente desde 2007. Al disfrazar lo que es una medida plenamente sanitaria como un ataque a la educación e imponerlo en la agenda forzaron un falso dilema. Y lo consiguieron con creces porque conocen sus bases, saben leer el humor social, aunque abusando de encuestas y focus group. En este caso apuntaron directamente a tocar las fibras de sectores sociales sensibles a la indignación permanente que suelen confrontar con todo lo que sea popular o se vincule con el peronismo.
Lo que más llama la atención es la seguridad y precisión con la que actúan, en una performance que roza la ilegalidad pero deja pedaleando en el aire a cualquiera que tenga cierto grado de cordura. Nos pasamos horas, días enteros, analizando por qué hacen mella, o cómo es que seducen. La respuesta está en su sencillez. Las batallas que elige el macrismo son de corta escala, poco exigentes para la media social, con gags atractivos y frases cortas para sectores sociales descontentos y no politizados que no están dispuestos a acompañar lo que no va de suyo. Un ejemplo claro es el uso de la frase “Los colegios no contagian” sin ninguna evidencia científica y a contramano de varios estudios internacionales que sostienen que enviar lxs niñxs a las instituciones educativas con las cifras actuales de incidencia es un suicidio colectivo. Otro es el video que se viralizó en el que participan referentes de la cultura y famosxs como Guillermo Francella, Maru Botana, María Julia Olvián, Nequi Galotti, y Marta Minujín, entre otrxs. Los puntos significativos de la pieza son los mensajes que dejan picando: “Sin clases no hay cultura” o “Sin educación, no hay futuro”. Preguntémonos si alguien puede estar en contra de estas consignas tan nobles y llanas, y allí tendremos la clave. La idea se instala sobre un sentido común consolidado, alimentando prejuicios sociales y describiendo al mundo de una forma banal y descontextualizada.
Padres vs. Docentes, y lxs niñxs de rehenes
Al mismo tiempo acuden a mecanismos de estigmatización permanente de grupos sociales que no suponen ningún desarrollo pero funcionan como chivos expiatorios de todos los males sociales de nuestro país: militancia, sindicalismo, docentes, kirchneristas, kukas, vagos, ñoquis, planeros, etc. La imagen es la de una sociedad dividida. “Nosotros” del lado del bien, el de la familia y el trabajo; “ellos” del lado del mal, la decadencia y la corrupción. En la era de las emociones sabemos que hoy son centrales a la hora de definir la toma de decisiones políticas. La capacidad de espejarse e identificarse puede ser más determinante para justificar una posición que elementos racionales. A la luz de un conflicto que fue iniciado por el desacato a medida sanitarias, se crea un relato paralelo que responsabiliza a lxs docentes y gremios de “volver locos” a los padres y las madres, o tener de rehenes a los niñxs, por las medidas de fuerza dispuestas en el marco de la necesidad de reforzar las restricciones y cuidar la salud de toda la comunidad. Se busca instalar y fomentar el odio para luego escandalizarse y reclamar castigos o sanciones sobre el terreno sembrado y cultivado día a día.
No está demás aclarar que fueron lxs mismos docentes quienes desde 2020 vienen exigiendo a la Ciudad el armado y cumplimiento estricto de los protocolos y la puesta en marcha de medidas necesarias para garantizar la efectiva presencialidad cuidada en las escuelas que en la mayoría de los casos no cuentan con la infraestructura ni los elementos sanitarios necesarios. La consecuencia de ello es la foto actual: en las últimas semanas en el AMBA se han multiplicado los casos de Covid graves y fallecimientos entre los trabajadores de la educación, en CABA solamente se ha vacunado al 16% de la planta, y ya no hay más camas de terapia intensiva en la obra social de docentes.
A esto se suma la facilidad y fuerza adicional que le otorga a Juntos por el Cambio emitir sus mensajes desde la cima del aparato mediático, con un blindaje tan obsceno como eficaz. La agenda que se instala con fuerza desde los medios del sistema hace que el rol del oficialismo quede reducido exclusivamente a tener que responder a provocaciones, y salir a desmentir operaciones y mentiras sistemáticamente, quedando poco espacio y estrategia para instalar agenda propia. Algunos canales de televisión y radios amigas se han convertido en multiplicadores y agentes clave de una saga interminable de Fake News y construcciones narrativas de lo que muchos denominan “terrorismo sanitario”. Esta situación se vio muy claramente con la entrevista que Nancy Pazos le hizo a el ex Diputado Nacional de Juntos por el Cambio, Eduardo Amadeo, en la que rebatió cada uno de sus argumentos y declaraciones. "Se la pasan leyendo Clarín y se mienten a ustedes mismos", dijo la periodista para cerrar una nota que claramente quebró el ecosistema inofensivo en el que estos dirigentes están acostumbrados a moverse sin ningún tipo de riesgo a quedar expuesto.
El panorama al que nos enfrentamos, si todo sigue al ritmo y calor actuales, se traducirá irremediablemente en más contagios y muertes. Desde el Ministerio de Salud se advierte la posibilidad de escalar a 50 mil casos por día si nada cambia. Las condiciones actuales implican la finitud de un sistema sanitario deteriorado, por cuatro años de macrismo y la desjerarquización del sector, el agotamiento de los profesionales de la salud que hace meses no tienen descanso, y la escasez de recursos económicos para financiar y contener la vida cotidiana de los sectores informales y de menores recursos en medio de la pandemia. La única opción y estrategia que sabemos que garantiza la reducción de los casos para controlar el virus es poner límites estrictos a la circulación de las personas, algo muy difícil de conseguir en el contexto antes descripto. La frazada es corta y la situación es dramática en sí misma, pero más aún con una oposición que ataca sistemáticamente las políticas sanitarias y especula con la muerte de lxs argentinxs.