Tito Ingenieri, el obrero del arte del conurbano: vivió en un árbol, durmió en un ataúd y se construyó una casa con 3 millones de botellas

Durante 33 años construyó su Fortaleza de Vidrio, que fue primero estudio y luego vivienda. Según su mentor, está considerada una de las 10 casas más raras del mundo, aunque no se encontró un ránking oficial que lo afirme.

16 de agosto, 2024 | 00.05

Rubén "Tito" Ingenieri nunca supo de convencionalismos, menos aún en términos habitacionales. A sus 8 años, tras una estafa a su padre, debió dejar su Mataderos natal y emigró hacia Quilmes. En la localidad del sur bonaerense volvió a mudarse al poco tiempo. Y a los 16 años, dejó su hogar familiar para lanzarse a la aventura de recorrer como mochilero Sudamérica, luego debió regresar porque era menor de edad y vivió en un árbol, también durmió un buen tiempo adentro de un féretro y construyó una casa con casi 3 millones de botellas que le llevó 33 años terminar.

De hecho, aunque siempre quiso tener una propiedad diferente, su obra más destacada se originó casi por accidente. Si bien ya vivía en el terreno donde luego montó la Fortaleza de Vidrio, en ese entonces era una pequeña casa taller que se inundó con la crecida del río. Con tres metros en la calle y un poco menos adentro de la casita de fibrocemente advirtió que las botellas que flotaban por la zona podrían ayudarlo con su futuro hogar de vidrio.

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"Se ve que algún vecino tenía muchas botellas embolsadas, agarré cuatro o cinco y cuando empezó a bajar el río, pensé: ´Si le meto material, mal o bien, es una pared´, entonces empecé a construir un armazón alternativo y así comenzó la historia", le contó Tito a El Destape.

¿Por qué botellas?

El próximo paso fue acudir al consejo de Lino Zambón, un arquitecto transgresor, que en la década del setenta había diseñado las casas Futura 2000. Su amigo le recomendó mezclar las botellas, mezcladas con cemento, arena y fierros de chatarra.

Ingenieri siguió al pie de la letra las indicaciones de Zambón, pero además le añadió en la decoración máquinas de coser, de escribir, televisores y, entre otros elementos, llantas de autos. Ilustraciones de Jimi Hendrix, Antolin Artaud, una mesa con la figura de El Eternauta, son algunas de las ilustraciones que adornan el sitio.

Asimismo, la iniciática idea de una casa de botellas, con el tiempo se extendió a otra construcción de tres pisos, "El Faro mide más de 10 metros, está inspirado en el Faro del FIn del mundo de Julio Verne, me encanta la literatura", precisó Tito.

Si bien este obrero del arte -como se define- reconoce que siempre le falta arreglar algo a su Fortaleza de Vidrio, él cuenta que para considerarla terminada pasaron 33 años. Durante ese período, entre lo que juntó y recibió en donaciones del municipio y de vecino llegó a casi 3 millones de botellas. 

La pregunta ineludible es por qué eligió ese elemento para construirla: "La botella sirve como rompeviento, acá hay mucha sudestada, nosotros además tenemos el faro en forma hexagonal porque también rompe con el viento. De hecho, no se inundó más, porque además la elevamos como 4 metros.  Nosotros incluso cobijamos gente si lo necesita: por eso la casa se llama la Fortaleza de vidrio. porque es como un refugio", explicó Tito.

Con todo, la fortaleza de Tito, ubicada en Manuel López 349-399, no se limita a una rareza, a una data para la gran anécdota o a un refugio. Además, en 2011, el Concejo Deliberante de Quilmes la declaró como un “Patrimonio Histórico y Cultural" y es una Casa Museo.

Asimismo, este particular sitio cercano a la ribera de Quilmes, motivó un documental intitulado "Tito, el navegante" (2011) de Alcides Chiesa y Carlos Eduardo Martínez. También aparece en artículos periodísticos entre los diez edificios más raros de Argentina y, según su mentor, está considerada una de las 10 casas más raras del mundo, aunque no se encontró un ránking oficial que lo afirme. Su dueño también le cuenta a El Destape que lo visitaron periodistas de Canadá, Estados Unidos y Australia para documentar su obra.

Un obrero del arte que trascendió las fronteras

Tito Ingenieri no se considera artista, si no que simplemente se siente mejor como "un obrero del arte". Él se reconoce como un tipo habilidoso, pero afirma que solo aprendió a soldar. Sin embargo, su obra no se limita a la Fortaleza de Vidrio: realizó unas 27 esculturas en chatarra.

Entre algunas de ellas, se destacan el Indio Kilme, Los Bomberos de Bernal, Juan Manuel de Rosas, Simón Bolivar, Los 4 jinetes del Apocalipsis y un Cristo. Su obra cruzó las fronteras y llegó a la Casa de las Américas, en Cuba. E incluso. después de ganar un premio en el Centro Cultural Recoleta, presentó algunas de sus creaciones en Italia.

Asimismo, Tito fue declarado ciudadano ilustre por el Municipio de Quilmes."Es un reconocimiento a tu trabajo, nada más, yo conozco a otros que lo tienen y se piensan que son condes", opinó el escultor.

Y agregó: "De arte sabe todo el mundo, no hay ignorantes, hay culturas diferentes. El arte es universal , es un estado de ánimo, si usted va a una muestra hay 20 cuadros distintos y son 20 estados de ánimos diferentes, el arte es una gran terapia, todo lo que es arte ayuda".

La casa del árbol, un robo en el que fue cocinero y un féretro de cama

"A los 16 años me fui de mi casa, salí de mochilero y me hice amigos en Bolivia de dos estadounidenses que eran corresponsales de Vietnam. Después, yo me tuve que volver porque era menor y regresé con ellos. Entonces me preguntaron donde era mi casa, al enterarse que no tenía nada, entre los tres buscamos dónde hacerla", relató Tito.

Y continuó: "Encontramos, acá a unas cuadras, un terreno donde había un parte selvática que tenía un árbol, le construí una casita de 3 por 4 metros. Puro machete, hacha y serruchito; tenía mi baño, mi cocinita con chatarra y dormitorio".

"Ahí también hice un teatro: El teatro del árbol", contó y añadió en broma: "Lo bueno que teníamos público permanente: la policía". De hecho, le pidieron desde las fuerzzas de seguridad que desarmara todo. Aunque no lo hizo él mismo, ya que le tocó la colimba en la Marina -que en ese entonces eran dos años- y cuando regresó ya no quedaba nada.

Más adelante, recaló en los actuales dos terrenos de 20 metros de ancho por 60 de largo. En aquellos tiempos, comenzó con una pequeña vivienda hecha con libros y adobe. Y años más tarde, construyó su diminuta casa taller con fibrocemento.

Allí mismo, un día le entraron a robar. Le quitaron todo: sus ropas, sus muebles y el poco dinero que tenía y los ladrones hasta le hicieron cocinarles los churrascos que tenía en la heladera. Ese hecho, lo llevó a tomar una decisión muy peculiar: se hizo construir un ataúd de cama.

"Le pedí a un amigo que se dedicaba al tema que me haga un féretro porque con un féretro no te entra nadie, da miedo", se ríe. Y continúa: "La verdad que dormía calentito, tenía respiradero y, a veces, hasta me acompañaba el gato. No se escuchaba nadie, era una maravilla. Lo terminé desarmando porque las visitas que venían se asustaban".

"La tapa la usaba como mesa para comer, el féretro tenía rueditas y yo se la sacaba para un mesa. No es más que una caja, la gente se impresiona, los muertos por algo no vuelven, se ve que en el más allá no trabajan, están bien", reflexionó.

Consejos de un sabio urbano

Según este obrero del arte es cuestión de ganas y hay que construir (en ambos sentidos de la palabra) todos los días. "La idea mía era que se haga un barrio dos manzanas artesanales, pero no prendió; una lástima. Creo que la gente tiene que darse cuenta que es más fácil pornerse a hacer una casa que entregarse a morirse en la calle de frío, con lo que se tenga", asegura Tito.

Asimismo, reflexiona que solo tenemos el presente y que lo único que queda es nuestra obra en el mundo. Por eso, se esfuerza en transmitir que todo se puede. "Hacer una casa es fácil, ¡anoten! Cemento, arena y cerezita. Tres baldes de arena, un balde y medio de cemento, el pastón semiseco y cerezita, no le pongan cal porque se raja la pared", concluye.