Los papás de Victoria, Julieta y Delfina rememoraron el día en que todo cambió para ellos: “A las cinco horas de llegar a Argentina nos enteramos de lo que nos deparaba ese año”. El 25 de julio de 2020, Vanina Catala Ortmann y Leonel Chainski se convirtieron en padres de trigemelas; un caso que se da cada 200 millones de embarazos. Ahora, las nenas tienen tres años y una personalidad más definida que permite diferenciarlas si se les presta mucha atención a sus gestos y movimientos, a pesar de que son idénticas genéticamente.
Todo se remonta a fines de 2019, cuando Vanina y Leonel, dos docentes de Lomas de Zamora, se encontraban de viaje por Europa: “A mitad de ese viaje, estando en Praga, Vane se empezó a sentir cansada y ahí es cuando comenzó a rondar la idea de que podía estar embarazada“, recuerda Leonel en diálogo con El Destape.
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El próximo destino era Polonia, así que apenas llegaron lo primero que hicieron fue comprar un test de embarazo, “se lo hizo e inmediatamente le dio positivo”, cuenta el papá de “las trige”, que si bien admite que fue una gran alegría desde el primer momento, no quisieron compartir la noticia inmediatamente con sus seres queridos porque tan solo tres meses antes habían perdido un embarazo. “Había sido todo muy duro, muy reciente, y acordamos esperar y hacer un control médico al volver a Buenos Aires”.
La vuelta a casa
El sábado 15 de febrero, alrededor de las 6 de la mañana, Vanina y Leonel aterrizaron en Argentina. Chainski cuenta que sus padres fueron a buscarlos a Ezeiza, y luego fueron a saludar a sus suegros. “Ese mismo día, Vanina llamó a un centro médico para ver si atendían y si había alguna obstetra o ginecóloga que la pudiera ver”, detalla el entonces futuro padre.
“Había justo un turno para las 10 de la mañana, fuimos y se hizo una ecografía transvaginal. Como es un estudio bastante invasivo, yo me quedé afuera y ella pasó sola. Al rato, la ecógrafa me hizo pasar y al entrar la veo a ella llorando, no sabía lo que estaba pasando. Ahí me dijo que se trataba de un embarazo trigemelar, de alto riesgo, y nos contó los pros y los contras”, recuerda Leonel.
Mientras la futura mamá lloraba de alegría, y de miedo al mismo tiempo, el padre afirma que desde el momento cero “siempre pensé en positivo y que todo iba a salir más que bien. A las cinco horas de llegar a Argentina nos enteramos de lo que nos deparaba ese año”.
Asimismo, el padre destaca otro día igual de emocionante y que también quedó grabado a fuego en su mente y su corazón, y fue cuando meses después los médicos les confirmaron que el embarazo era viable, que estaba fuera de peligro y que las nenas podían nacer tranquilamente. “A partir de ese momento ya podíamos contar la noticia. Si bien nuestro círculo más íntimo ya sabía, había un montón de amigos que no tenían ni idea”, revela. Y agrega: “A partir de ahí empezamos a planificar, a terminar de hacer los últimos retoques a la casa. El día que llegaron teníamos todo listo”.
El día más ansiado
Tras meses de espera y en una cesárea programada en pleno invierno, la primera que nació fue Victoria, después siguió Julieta y por último Delfina. “Fue todo en cinco minutos. Salimos del quirófano, me llevaron a una habitación para ver a las nenas, se las llevaron a control y me dijeron que espere a Vane que estaba por llegar. Fue todo muy loco, ese día fue fantástico”, detalla Leonel, que al contar los hechos transmite la alegría de alguien que podría pasarse la vida narrando ese momento una y otra vez.
Las nenas son fruto de un embarazo monocorial triamniótico, el resultado de la fecundación de un óvulo y un espermatozoide que se dividieron en tres embriones en la primera etapa de gestación. Las tres se alimentaron de la misma placenta, con tres cordones umbilicales pero cada una se desarrolló en su propia bolsa amniótica. La probabilidad de que ocurra un embarazo de este tipo es bajísima; se habla de uno en 150 millones o uno en 200 millones. Además, este tipo de embarazos presentan un riesgo cinco veces mayor de aborto, el doble de muerte perinatal, de restricción de crecimiento, de parto pretérmino y cuatro veces mayor de anomalías fetales mayores.
Aunque estaban bien y sanas, las trigemelas debieron pasar 49 días en neonatología para ponerse fuertes antes de salir al mundo, un mundo que en ese entonces aún se encontraba confinado por la pandemia del Covid-19. El flamante padre las visitaba de dos a tres veces por día, pero reconoce ese tiempo como el más difícil, “fue un trastorno pero se pasó rápido”, dice.
Volver a la rutina
Finalizadas las vacaciones, el día en la casa de la familia Chainski - Catala Ortmann comienza a las 7 de la mañana. Una vez que se despiertan Vicky, Juli y Delfi, la tía por parte paterna es la encargada de peinarlas para ir al jardín, donde se quedan hasta las 14 horas. “Yo voy todos los días a buscarlas y las veces que no puedo va Leo, o voy con mi cuñada, mis papás, o con mis suegros, o voy sola y las maestras me ayudan a cargarlas en la camioneta. Nos vamos acomodando, siempre por suerte tenemos ayuda”, explica Vanina, y agrega que desde el año pasado ya no tienen más niñera.
Al llegar a casa, Catala Ortmann cuenta que a veces duermen la siesta, o juegan, o al salir del jardín van a la plaza. Alrededor de las 16 horas meriendan, y después llega la hora del baño, la cena y aproximadamente a las 20:30 es momento de ir a dormir, “porque al otro día nos tenemos que levantar temprano todos”. “A medida que van creciendo las salidas van aumentando porque todo se va simplificando un poco más si bien no hay que soltarlas demasiado porque son re curiosas y se van para todos lados”, dice la mamá.
Iguales genéticamente, pero distintas en su forma de ser
Vanina cuenta que la gente que conoce a las nenas en persona asegura que no son ciento por ciento idénticas físicamente. “Tal vez por fotos se complica, pero personalmente se las distingue sin problema por la forma de hablar, los gestos, la forma de caminar”, explica.
“Victoria es la más alta, es muy observadora y tranquila, aunque de vez en cuando tiene sus caprichos, la copia a su hermana Delfina, es la que menos habla. Julieta es de contextura más grande y la que más hace caso. Es muy cariñosa, super simpática y sabe jugar sola. Y la más bajita de las tres es Delfina, que se ha vuelto muy traviesa, es como la líder del grupo, las hermanas la siguen. Tiene un carácter muy fuerte, es quizás la más caprichosa pero se le termina pasando. Es la que más habla y es bastante intensa, cuando quiere algo te lo repite hasta que se lo des”, detalla con cariño y precisión la madre.
De todas formas, hay algo que tienen tienen en común y es que “siempre agradecen, cada vez que les alcanzas algo, por ejemplo, siempre dicen “gracias”, destaca Vanina, orgullosa. “Se copian lo bueno y lo malo, son muy buenas nenas, con las actitudes típicas de los dos años y medio”, concluye.