Cuando Lucas entró por primera vez al local abandonado, se encontró con un lugar lleno de escombros, tierra, una cortina metálica, una barra, mesas, sillas y cajones de cerveza. En ese momento se dio cuenta de que ahí había funcionado un bar. Lo que no sabía es que se trataba de Saeta, un clásico del barrio que, de solo mostrar movimientos dentro, generó un caudal de emociones en los vecinos que implantaron en él la idea final: no tenía que abrir cualquier restaurante, debía continuar con el legado del bodegón que alguna vez supo existir en esa esquina.
Es por eso que, después de más de dos décadas, volverá a levantar las persianas el legendario Bar Saeta, ubicado en la esquina de Chile y Perú, en el barrio porteño de San Telmo. El histórico local, inaugurado en la década de 1960, solía funcionar como un clásico bodegón hasta que en abril de 2001 una explosión producida por una pérdida de gas generó una tragedia y el bar cerró sus puertas.
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El regreso está pronosticado para los primeros días de febrero y será de la mano del empresario gastronómico Lucas Pérez, quien en 2019 encontró el negocio “tal cual” había quedado tras la explosión, con botellas de soda y comida en la heladera. Luego de cuatro años de remodelación y una pandemia en el medio, el local se encuentra “casi listo” para su reapertura. “Hasta el sábado pasado tuvimos entrevistas para terminar de conformar el plantel y queda empezar a recibir la mercadería”, adelanta en diálogo con El Destape.
La inminente reapertura generó gran expectativa en los vecinos y vecinas del barrio, que se acercan a preguntar cuándo podrán volver a sentarse en una de las mesas del mítico y querido bar. “El otro día vino una señora y le ofrecí sentarse en una las mesas para tomar un café porque yo justamente estaba probando la máquina. De golpe la miré y se le caían las lágrimas”, describe Lucas.
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Un bodegón de tradición española
El bar abrió sus puertas por primera vez en 1962, de la mano de tres jóvenes inmigrantes españoles: Sebastián González, oriundo de un pueblito de Salamanca llamado Navafrias, y los primos asturianos Mario Luis García Cabilla y Celedonio García.
Su tradición española se veía reflejada en sus platos, entre los que se destacaba la clásica tortilla de papas. “Era una típica fonda donde servían platos del día con vino con soda. Era muy querido por los vecinos del barrio y era muy frecuentado por taxistas a toda hora”, señala Lucas. En aquellos años, el local era conocido por ser uno de los pocos bares que funcionaban durante las 24 horas del día.
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El bar fue pasando de generación en generación hasta que en abril de 2001 una pérdida de gas en el sótano provocó una explosión y la posterior muerte de un trabajador.
“Lo que se comenta en el barrio es que toda la cuadra estaba con olor a gas. Los vecinos comenzaron a hacer los reclamos correspondientes, pero no fueron escuchados. Un día, un repartidor de gaseosas bajó al sótano y cuando prendió la luz explotó, se prendió fuego el chico y luego falleció en el hospital. El dueño también sufrió grandes quemaduras. Para ellos fue terrible porque eran muy queridos en el barrio y se sintieron muy culpables”, relata Lucas.
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“Me topé con la esquina de casualidad”
Lucas estudió gastronomía en la escuela del Gato Dumas, trabaja en el rubro desde 2001 y actualmente tiene otros dos bares en la zona sur del Gran Buenos Aires. En 2019 estaba buscando un tercer local, esta vez en Capital Federal, y se encontró con el Saeta casi de casualidad, una tarde que estaba paseando con su mujer y uno de sus hijos.
Habían caminado por la famosa feria de San Telmo, sobre la calle Defensa y, a su regreso, tomaron la calle Perú: Lucas quedó inmediatamente cautivado por esa esquina que llevaba un cartel de “vende” hecho de manera muy casera. “Estaba todo tapiado, no decía Saeta en ningún lado ni daba ninguna señal de que allí había existido un bar. Estuvimos un año negociando el precio hasta que se pusieron de acuerdo los herederos”, detalla. La compra se firmó en marzo de 2020, unos días antes de que se decretara el inicio de la cuarentena por la pandemia de Covid-19.
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Un bar hecho escombros
Cuando Lucas entró por primera vez, se encontró con un lugar lleno de escombros, tierra, una cortina metálica, una barra, mesas, sillas y cajones de cerveza. En ese momento se dio cuenta de que ahí había funcionado un bar.
“El cielo raso estaba todo caído, apoyado sobre la barra y las mesas. Había botellas de soda, sidra, champagne, gaseosas y comida que había quedado en la heladera. Había muchísimos sifones de soda y probamos uno, la soda estaba impecable”, detalla Lucas entre risas, y asegura que consiguió al mismo sodero de aquella época y que ya le envió varios sifones de regalo.
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“Cuando empezamos con la obra la gente en la calle frenaba, sacaban fotos y me preguntaban qué iba a hacer ahí. Como noté que era tan importante cambié de idea y decidí reabrir el Saeta. Me tuve que informar un montón”, revela.
Dentro de las cosas que Lucas pudo recuperar se encuentra el fondo de barra, un teléfono público de Telefónica y un televisor antiguo. La cocina, los pisos, las mesas y las sillas son nuevos, pero siempre respetando la estética original. La heladera con vidrio vertical, cuenta, la encontró en un local de antigüedades. El fileteado de la puerta y de las ventanas está hecho a nuevo. “Fue un trabajo de hormiguita durante estos cuatro años, que incluyeron los años de pandemia”, asegura.
Clásicos reversionados
El bar abrirá desde las 7:30 hasta las 12 de la noche. “No tendrá horario de bar ni de cantina, sino bien de restaurante”, resalta Lucas.
Para el mediodía y para la noche, ofrecerán platos clásicos, pero “aggiornados” y de clara inspiración española: pescados, arroz amarillo con calamares, rosbif, pastas, buñuelos, empanadas, y la infaltable tortilla de papas. “Buscamos que sean clásicos con un diferencial en la combinación de sabores. Por ejemplo, los buñuelos serán de verduras, pero con emulsión de zanahoria, la pesca tendrá un pickle de limón, las albóndigas vendrán acompañadas con puré de papa y coliflor. La idea es que haya algo que marque la diferencia respecto de una minuta clásica”, afirma el chef Rodolfo Castro que, junto a Lucas García, tendrá la cocina a su cargo.
Los postres también tendrán la misma impronta. Ofrecerán el clásico queso y dulce, pero de boñato y queso quemado a la plancha; un buen flan casero y una tarta de manzana con helado. “Empezamos con una carta reducida y después iremos incorporando otros productos. Por ejemplo, queremos hacer una buena torta Balcarce que es super característica de Buenos Aires”, anticipa Lucas.
Además, señalan que la carta será estacional y que en invierno sumarán unos buenos guisos mondongo y de cayos madrileños y locro para las fechas patrias.
El menú de los mediodías y las cenas se complementarán con buena mercadería de panadería para la mañana y la tarde donde ofrecerán medialunas, tostados, cafetería clásica, jugo de naranja, licuados, budines, y tortas clásicas como pasta frola, de manzana, y del tipo “de la abuela”.
La ansiedad de los vecinos es algo que a Lucas no deja de llamarle la atención. “El barrio está enloquecido, los vecinos están ansiosos. A veces los hago entrar para que vean, los hago sentirse parte”.
“Hoy pasó una señora que me dijo que su abuelo la traía acá cuando era chica. El regreso del bar posiblemente le haga recordar todo eso. En ese proceso se vuelve a unir algo en el tejido emocional de las personas que es muy importante. Creo que con estos lugares pasa algo de todo eso”, finaliza Lucas.