Da de comer a niños hace 7 años y hoy tiene que buscar comida en la basura del Mercado Central por la crisis: "A veces vuelvo con las manos vacías"

Desde diciembre del 2023 su visita al Mercado se volvió semanal. Todos los lunes se dirige al lugar para revisar la basura y seguir alimentando los niños que dependen de su comedor. “Creo que eso pasa porque no soy la única que lo hace, se ven muchos muchachos y abuelos haciendo lo mismo, aunque no sé si son de comedores", cuenta. Voz e historia de cómo se sostiene la olla en tiempos de crisis, a pesar de la desidia.

15 de agosto, 2024 | 00.05

Según la página oficial del Mercado Central de Buenos Aires, se comercializan allí unas 106.000 frutas y hortalizas mensualmente. Algunas veces al año, desde el 2017, para acopiar alimentos, Alejandra se dirige hacia él, no a comprarlos, sino a revolver la basura para encontrar entre los descartes de los locales comida para sumar a la enviada por el Estado. Pero desde diciembre del 2023 su visita al Mercado se volvió semanal.

El comedor del MTE ‘Color Esperanza’ es uno de los 44.000 comedores que existen en el país. Al contrario de otros, el coordinado por Alejandra Ramos no comenzó como comedor y funcionaba únicamente para las niñeces una vez a la semana, pero la crisis llevó a que deban brindar merienda y ‘olla’ de martes a viernes, como así también doblar la cantidad de personas que realizaban esa labor, que ahora son 6.

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Alejandra vive en Villa Caraza (Lanús, Buenos Aires) desde que nació. Su vida estuvo siempre plagada de carencias y abusos. Pasó la mayoría de su niñez y su adolescencia con su madre y su abuela, quien le enseñó mucho mientras su madre trabajaba para poder sacar la familia adelante.

Su infancia fue triste, pasando muchísimas necesidades, tanto que no tiene un buen recuerdo de esas épocas. De hecho, cuando Alejandra tenía 16 años su madre permitió que un hombre de 35 ‘la lleve’ y la someta a golpes. Producto de ese violento vínculo tuvo 3 hijos ‘por obligación’ y 11 años después logró escaparse con ellos: “Jamás los abandoné, siempre estuvieron a mi lado”, cuenta a El Destape.

En ese momento comenzó un gran desafío de lucha junto a una organización social que la ayudó a ‘reconstruirse’: “Empecé a participar de talleres de promoción de género y eso me dió herramientas para fortalecerme como mujer y madre. Así entendí el valor y la importancia de organizarse junto a otras mujeres”, detalla.

El comedor en principio no funcionó como tal pero Alejandra se sumó en 2017 con dos motivos muy marcados: “Tenía la necesidad, en parte, de devolver un poco de lo que a mis hijos y a mí nos dieron y era prioritario enfocarse en los chicos que estaban en las esquinas, propensos al consumo y otras cosas porque no había lugares de contencion”, explica sobre el acompañamiento que iniciaron los sábados.

Según informa la ONU (Organización de las Naciones Unidas), durante el gobierno de Mauricio Macri se duplicó el número de personas en situación de inseguridad alimentaria grave y solo en el último año de su gobierno el salario perdió 10 puntos de poder adquisitivo. En ese marco, ‘Color Esperanza’ mutó a comedor porque “percibimos que la necesidad del barrio era también el alimento por la crisis que estábamos atravesando y así fuimos agregando días de ollas y meriendas”, expresa Alejandra.

Así fue como el acompañamiento del fin de semana se volvió un intensivo trabajo con niñeces, que incluye desayuno, almuerzo y merienda, donde además les brindan apoyo escolar. Pero en la actualidad no se reduce a solo un día: realizan diferentes actividades semanalmente, como taller de cocina, taller de teatro, reciclado, esparcimiento y deportes, entre otras cosas, con 5 educadoras que están con los chicos.

La violencia de género tiene una fuerte relación con la pobreza, ya que según la investigación del 2023 titulada ‘Indicadores de Riesgo en Violencia de Género’ del Centro de Estudios Sociales y Culturales (Cesc), la Secretaría de Género y Derechos Humanos de Rosario, la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (OVD) y la Red de Esperanza y Solidaridad, aproximadamente el 25% de las denunciantes son desocupadas y solo el 10% de la totalidad de ellas no tienen hijos, otro punto que dificulta la denuncia, como así también la continuidad de la misma por la falta de tiempo para hacerla. Del mencionado informe se desprende además que, por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires solo el 24% de los victimarios cumplen con las medidas de protección que la justicia les impone. En ciudades como Rosario, ese porcentaje desciende al 3%.

Por lo tanto, es fundamental otra de las funciones que ‘Color Esperanza’ cumple, que se relaciona directamente con el pasado violento de Alejandra: el trabajo de un equipo formado con promotoras y abogadas de género y diversidad, ya que “es muchísima la demanda de situaciones a las cuales nosotr@s hacemos asesoría: acompañamos desde que nos contactan; hacemos todo el circuito, desde la denuncia hasta que le otorgan las medidas cautelares, el proceso con los juzgados, etcétera”, puntualiza Alejandra y, con el correr de los años, se sumaron otros ‘compañer@s’ en contruccion, herreria, carpintería, promoción de salud y de derechos, entre otros.

Con el tiempo, ‘Color esperanza’ acrecentó la cantidad de asistentes y necesitó aún más alimentos. Una de las alternativas que Alejandra vio viable fue ir a buscar comida en la basura del Mercado Central. Lo ha hecho esporádicamente según la necesidad una que otra vez por año desde que tomó esa decisión “pero puntualmente desde diciembre/enero lo tuvimos que realizar más frecuentemente; estos meses hemos estado yendo todos los lunes, salvó que llueva o pase alguna complicación”, relata.

Según el pedido de información de Ari Lijalad y una nota publicada por el periodista en este medio en mayo del corriente, Milei y Pettovello tuvieron retenidos 5 millones de kilos de comida que debían destinarse a comedores y corrían riesgo de pudrirse. Luego se confirmó que eran alimentos previamente acopiados por el gobierno anterior y recientemente se tuvo certeza de que todavía la mayoría de ellos no se han repartido.

Teniendo en cuenta ese contexto y que el índice de pobreza según la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) alcanzó al 50,5% de la población argentina durante el primer semestre de este año, una red de espacios comunitarios de barrios populares, de la que ‘Color Esperanza’ es parte, ha lanzado una campaña solidaria nacional llamada ‘Ningún pibe con hambre’, en la que “trabajamos para el desarrollo integral de l@s pibis y las familias”, especifíca Alejandra sobre el espacio de colaboración al que se puede acceder en su página

Ella y 3 compañeros son los encargados de ir a recolectar y clasificar los tomates, calabazas, papas y batatas que encuentran para luego cortarles la parte que no sirve, lavarlos con agua caliente, pelarlos y guardarlos en el freezer para que dure toda esa misma semana. Tienen limitaciones también ya que, por ejemplo, la lechuga por más que ‘esté buena’ no la llevan porque no es algo que le puedan dar cocción: “Al ser más delicado no traemos eso para el consumo”, comenta.

Alejandra no siempre puede traer algo para el comedor, a veces vuelve con las manos vacías: “Creo que eso pasa porque no soy la única que lo hace, se ven muchos muchachos y abuelos haciendo lo mismo, aunque no sé si son de comedores y desconozco si de hacerlo lo hacen en otro momento”, describe.

A pesar de que el Mercado cuenta con unos 900 puestos de venta de alimentos, tanto minorista como mayorista, ningún trabajador o integrante de los mismos se les acercó nunca mientras buscaban comida en la basura. Sin embargo, “en una nota que estábamos haciendo para televisión dos personas de seguridad hablaron con el periodista porque querían que se muestre el programa de reciclado del Mercado, pero nunca nos llamaron a nosotr@s desde la misma institución”, resume.

A pesar de todo lo que el comedor ‘Color Esperanza’ viene viviendo, las últimas semanas el Municipio de Lanús comenzó a garantizar el menú diario y, de seguir así “puede que no sea necesario volver al mercado”, sentencia Alejandra.

En parte por este cambio, si hay algo que no pierde es la esperanza que da parte del nombre al comedor que coordina hace más de 7 años: “Mi deseo es que cada familia pueda tener garantizado un derecho tan básico como es el alimento, pudiendo decidir qué comer y que los espacios comunitarios sean únicamente espacios culturales para todos y todas”, cierra.

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