La solidaridad y la empatía como bandera. Así vive y siente Ludmila Sosa, la joven inventora del pan dulce salado, que ahora organizó una movida solidaria con el objetivo de que 200 personas en situación de calle cuenten con una cena digna este fin de año.
El objetivo de Ludmila es entregar 200 porciones de salpicón de ave para la cena previa a Año Nuevo, que elaborará junto a su madre y luego saldrá a repartir por las calles de Florencio Varela e incluso podría seguir hasta la estación de Constitución, una cruzada a pulmón que realiza desde su cuenta de Instagram Dulce Olivia (dulce.olivia03), famosa por la reinvención del pan dulce salado, hecho a base de jamón, queso y salame.
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"La idea del panettone salado surgió en el 2021 gracias a lo que me dijo una amiga, que me comentó que no les gustaba tanto el tradicional”, recordó, sobre sus inicios. Rememora que al principio “la gente se prendió muchísimo, al inicio por Facebook” y destacó que en ese momento aspiraba a vender una decena, pero la realidad la superó. “Quería comprarle el regalo de Navidad de mi hija y un chico con muchos seguidores lo compartió y en cuestión de tres días se hizo tan viral que me llovían pedidos”, expresó y confesó que, por esa experiencia, tanto Navidad como Año Nuevo “son dos fechas muy movilizadoras para mí”.
Por la reinvención de ese pan dulce y su propia historia, decidió utilizar su cuenta y sus conocimientos gastronómicos en una lucha solidaria. “Es una idea que estaba en mí hace años y quizás mi economía o el miedo de que no funcione me frenaba bastante”, le contó la joven de 25 años a El Destape y admitió que se terminó de definir por una experiencia personal mientras estuvo internada.
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“Estuve en el hospital por una supuesta crisis de ansiedad que era una infección y como me medicaron mal estuve 4 días sin comer para desintoxicarme. Entonces, mientras estaba en el patio, dos jóvenes me ofrecieron cosas dulces y ahí me terminó de hacer el clic”, expresó.
Al ahondar en lo que fue ese momento bisagra, la joven emprendedora precisó: “Si a mí, que tenía para comprarme para comer o que algún familiar/amigo me alcance comida, me cambiaron el día, me pregunté: ‘¿Cómo pueden sentirse aquellos que no acceden a un plato de comida o a charlar un rato con una persona a la que le importes?”. Y lamentó que “la gran mayoría, por prejuicios, les dan vuelta la cara”.
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Así nació la idea de esta movida solidaria, que necesita de la ayuda de todos para materializarse. “Creé una cuenta donde se abrió una colecta y estoy realizando una rifa con premios de peluquería que me facilitó una emprendedora”, relató.
Desde siempre rebuscársela estuvo en el ADN de Ludmila. Hoy no cuenta con otro empleo y elabora, además de pan dulce salado, tortas. Sobre su vínculo con la cocina, reconoció que tiene que ver con su vocación: “Desde chiquita me llamó mucho la atención la pastelería y mi mamá siempre me apoyó, enseñándome y compartiendo sus recetas”, destacó.
Sobre su emprendimiento, abundó: “De a poco me fui metiendo más y más en el mundo de la cocina. En 2019 empecé a vender budines en la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ) y en el 2021 mi mejor amiga fue quien me incentivó a meterme de lleno con el panettone salado”.
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Sobre este contexto político, admitió que estas fiestas, a diferencia de otras, fueron distintas. “Las ventas lamentablemente están paradas y el incremento de los precios es día a día, lo que no nos permite a los emprendedores sostener un precio que nos genere un mínimo de ganancia. Al contrario, vamos a pérdida”, se lamentó la joven.
Pero lo más importante, a pesar de la crisis, está detrás de la visión de retribuir el cariño y la generosidad que tuvo la gente con ella. “Es, en parte, devolver todo el amor que recibimos con mi hija. En 2021 para el regalo y hace unos meses cuando la gente me ayudó a comprar remedios para pagar un estudio, porque ella tiene 5 años y hace dos que estamos en búsqueda de un diagnóstico para su fiebre recurrente”, afirmó.
La apuesta solidaria en el contexto de crisis
No todo es dinero y rifas, ya que Ludmila también necesita “manos extra” o vehículos. Es que, por ahora, “la comida la vamos a hacer con mi madre y somos dos para el reparto, junto con un amiga”, contó, aunque eso no la detiene de prever el itinerario.
“Primero vamos a entregar a la gente que vive a los alrededores del hospital ‘Mi Pueblo’ de Varela, para luego seguir por el centro de la ciudad y, si quedasen porciones, vamos a ir a la estación de Plaza Constitución”, anticipó.
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Por este motivo, la varelense admitió que “si se suman más manos para cocinar o alguien que se sume con vehículo (que no tenemos), serán bienvenidos”. Otra forma de aportar es comprar las rifas, que se pueden adquirir por medio de Instagram, donde también figura el alias de la colecta e incluso una lista de ingredientes que hacen falta para cocinar. “Por ejemplo, las arvejas, los huevos y el pan fueron donado por amigas”, narró.
En esa línea, realzó el rol de los argentinos ante cada acción de este tipo. “Siempre se puede contar con la solidaridad de la gente, por más complicada que esté la situación económica. Desde la compra de un número hasta quienes donaron desde 10 hasta 5 mil pesos”, sostuvo y confió que gracias a las redes sociales “se prende gente de todos lados y no solamente de Florencio Varela”.