Martin Shatal es un joven que a sus 18 años quiso emprender un viaje a Italia, pero por problemas burocráticos esa idea se vio truncada. Sin embargo, buceando por Internet se topó con una página que conectaba voluntariados con voluntarios, y decidió aprovechar la oportunidad. Quedó seleccionado como integrante del cuerpo técnico de un equipo de fútbol zambiano pero luego de tres meses logró algo impensado: viajar al continente africano, armar una colecta en redes sociales para construir un estadio, y dejar una impresión de Argentina en aquel lugar tan desconocido para muchos.
Nació el 26 de noviembre del 2004 en Ciudad Autónoma de Buenos Aires y se crió en el barrio de Flores. Desde siempre le gustó el fútbol: “En su momento yo no tenía contactos para conseguir entradas entonces me resultaba mucho más barato ser socio de distintos clubes antes que pagar las entradas de cada uno de los partidos”. El joven se asoció a seis clubes, y se le hizo rutina viajar del norte al sur del Gran Buenos Aires, a provincias como Córdoba como también a países limítrofes para ver los encuentros de sus equipos favoritos. No obstante, con el correr de los años fue cambiando su forma de disfrutar este deporte. “Me di cuenta de que me gustaba más la gestión, y lo que movía el fútbol en cuanto a lo social que el deporte en sí”, señaló Shatal. A partir de ese entonces buscó la forma de adentrarse en el mundo del fútbol y, luego de mucho esmero, logró un primer contacto en el club de Huracán. En un rol similar al de analista de videos, se metió en el club del cual es hincha y trató de aportar su granito de arena. “Le hacía el seguimiento a algunos jugadores que estaban a préstamo y armaba los informes”, detalló.
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Si bien disfrutaba el trabajo, a meses de terminar el secundario, Martín tuvo una charla con una compañera que lo incentivó a planificar un viaje al continente europeo. “Fuimos a una cafetería con mi amiga Julia, y entre charla y charla me comentó que se iba a Francia a estudiar el idioma. Cuando me dijo eso me dieron muchas ganas de hacer lo mismo pero en Italia, ya que yo dominaba bastante bien el idioma”. El porteño puso en marcha el plan. En principio, su idea era viajar durante seis meses para estudiar y trabajar. Pero al comenzar los trámites en el Consulado se dio cuenta que las condiciones que le imponían eran más complicadas de lo que él pensaba. “Terminé descartando la idea de viajar a Europa”, comentó apesadumbrado.
A pesar de ello, Martín se anotó en WorldPackers, una plataforma en la que se pueden encontrar oportunidades de trabajo voluntario en cualquier parte del mundo. El intuía que era el momento indicado para lanzarse a la aventura. Y una charla con el presidente del New Hope Waves -un club zambiano que se desempeñaba en la tercera división- terminó de confirmar esa iniciativa: “En principio me inscribí para ser profesor de la escuela de fútbol, y también para ayudar en la parte educativa, pero me terminaron convocando para ser parte del cuerpo técnico del equipo”. Lo que llamó la atención al argentino fue que esta ONG –sin fines de lucro- no trata al fútbol como un negocio. “Allá primero se crea la escuela y luego el club de fútbol. Y el único requisito que tenés para jugar a la pelota es ir al colegio. Entonces, el hecho de querer alfabetizar a una población en parte desalfabetizada me parece muy hermoso. Aparte, en un barrio como Maramba, el cual es muy pobre”, dijo el muchacho.
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El 1 de marzo de 2023, Martin Shatal ya se encontraba en el continente africano. “Fue un viaje de más de 30 horas. Primero hice escala en Brasil, después en Etiopía; de ahí me fui a Sudáfrica, y por último a Zambia. Una vez que llegué, sentí cagazo; empecé a preguntarme dónde me había metido”, confesó el chico. En el aeropuerto lo esperaba el presidente de la ONG, quien luego lo acompañó al lugar en el que Martín se hospedaría durante los próximos tres meses. “Lo único que me costó de la adaptación fue la comida. En los primeros diez días habré bajado, sin exagerar, siete kilos. No me gustaba la calidad de la comida entonces mi estómago estaba completamente vacío”, mencionó.
Sin embargo la comida quedó en segundo plano como muchas otras cosas. El joven estaba entusiasmado por encontrar la forma de cambiar esa idea de que “los que nacen pobres, mueren pobres", y el intentar dejar algo para el club fue una muestra de ello. A días de haber pisado el barrio, comenzó con el armado de una cuenta de Twitter, conocida como Argentino en Zambia que rápidamente se volvió popular, y en la que los propios seguidores le insistieron en que inicie una colecta para colaborar con el equipo. En cuanto a esto último, el joven expresó que “después de que le dieron la idea, averiguó los costos para hacer la cancha y publicó todo; siempre con la idea de buscar la máxima transparencia posible y que la gente se sienta partícipe”.
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La construcción del estadio
Luego de 12 horas del inicio de la colecta, el argentino no solo logró el presupuesto para poder construir una cancha -que luego llevaría el nombre de Diego Armando Maradona- sino que también lo superó; y esto habilitó la posibilidad de ir en busca de un micro para que los jugadores puedan viajar a sus partidos de visitante. Martín aseguró que hay dos puntos fundamentales para entender el porqué de que esta colecta llegó hasta donde llegó: “Por un lado, hubo un grupo de personas que genuinamente deseaban que haya una cancha ahí, pero muchas otras personas lo que querían eran perpetuar su nombre para la posteridad. Si yo hacía una colecta genérica me iba a ser difícil juntar plata; pero sí contaba que estaba recaudando dinero para un hecho puntual, y mencionaba que el nombre y apellido de cada persona que donaría iba a quedar en un cuadro para la eternidad, había muchas más chances de que la gente se sume. Porque muchos creen que eso es un certificado de buena persona”, señaló el joven de 19 años.
El resultado de la colecta fue grandioso y se notó en la cara de los jugadores, quienes al ver la nueva cancha saltaron de la emoción. “Fue realmente muy loco. El cambio en el rendimiento deportivo no solo se notó por las mejoras del establecimiento, sino también por la motivación que tenían los chicos a la hora de jugar”, dijo Shatal, quien con su celular transmitió por stream los partidos de los jugadores. “Cuando llegué a Zambia el equipo estaba onceavo en la tabla, y cuando me fui había quedado en el cuarto puesto. Y había conseguido el ascenso a la segunda división”. En el lapso de tres meses, el grupo jugó doce partidos, de los cuales diez salieron victoriosos, uno empataron, y el que perdieron no fue transmitido en directo. “Yo no tengo duda que el apoyo emocional de los cien, mil o dos mil personas que los veían fue clave. Recuerdo que los chicos se sentaban conmigo a ver las reacciones del público y se emocionaban”, destacó.
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Sin lugar a dudas, el muchacho cree que son muchas las coincidencias entre la cultura argentina y la zambiana. Y el nacionalismo de inclusión, de brazos abiertos, es una de ellas. “Mi idea de crear una Asociación Civil - Educacional en Argentina surge luego de que un chico de Zambia se acercase y me agradeciese por grabarlos jugando al fútbol, entendiendo que los locales no suelen prestarles atención”. A raíz de este comentario, Martín tomó conciencia del trasfondo en África como también en otras partes del mundo: existen personas que ni siquiera se consideran un número; se sienten invisibles para la humanidad. “Entonces ayudar a descubrir su identidad a personas que creen no tenerla sería gratificante”, resaltó el joven, quien considera que falta crear un sentido de tradición y pertenencia.
El 30 de mayo de 2023 Martín volvió a su tierra; su lugar en el mundo. Hoy, luego de un año, cree fervientemente que esta idea de proyecto no hubiese surgido sin el viaje a Zambia de por medio. Pero luego de estar tres meses en el extranjero, considera que tiene que poner toda su energía en Argentina; el mejor país para vivir según él. Martín sabe que tiene un objetivo muy ambicioso, pero está seguro de sí mismo; cree que tiene las herramientas para crear una asociación sin fines de lucro y la cual pueda acoger a 150 chicos en estado de vulnerabilidad. También sabe que su lazo con África es inquebrantable por lo que sigue trabajando, desde esta nueva locación, con una academia de fútbol africana con el fin de traer chicos, probarlos en clubes, y lograr cambiarles la calidad de vida. Pero sobre todo, el joven de 19 años busca desmitificar la idea de que las personas con bajos recursos no pueden transformar sus vidas.