Jonatan Velasco, a sus 25 años, comenzó a prestar servicio como bombero voluntario en el Destacamento de su pueblo ubicado en Florencio Varela. Gracias a su esfuerzo y perseverancia, este año fue seleccionado para participar en la operación de rescate de víctimas luego de que Turquía y Siria sufrieran una de las mayores catástrofes del siglo: los terremotos, en febrero pasado, que dejaron más de 59 mil muertos. A pesar de los pronósticos desalentadores, la Brigada Argentina fue la única que logró rescatar de los escombros a tres personas con vida. En el equipo se encontraba Jonatan quien, tomando su profesión como estilo de vida, siempre quiso ayudar y estar al servicio de los otros.
"Vivía cerca de un destacamento y cuando escuchaba la sirena salía a la puerta de mi casa con la ilusión de ver pasar a los bomberos”, recuerda Jonatan, sobre su deseo. Nacido en 1985 en la localidad de Ingeniero Juan Allan, al sudeste del partido de Florencio Varela, se crió junto a su madre y dos hermanos en una zona rural que eventualmente sufría incendios. Actualmente, con 38 años, integra la Brigada Especial Federal de Rescate de la Policía Federal Argentina y está certificado bajo lineamientos del Grupo Asesor Internacional de Operaciones de Búsqueda y Rescate.
La curiosidad por esta profesión surgió desde muy chico, pero al cumplir 25 años tomó la decisión de acercarse a un destacamento en Berazategui para prestar servicio. Comenzó como bombero voluntario. Cada dos días tenía que cumplir una cantidad de horas dentro del establecimiento. Luego de un tiempo tomó conciencia de que esto era lo que lo apasionaba, por lo que se inscribió en una escuela de policías e hizo el curso preparatorio para formar parte del equipo activo de bomberos. Trabajó en la Brigada de Incendios Forestales de la Policía Federal hasta el 2019, año en el que se realizó el traspaso de la mayoría de los efectivos a la Ciudad de Buenos Aires. Jonatan fue reasignado Operador de Rescate pero esta vez en la Brigada Especial Federal de Rescate. “Somos un equipo que puede trabajar y ser autosuficiente las 24 horas durante siete días”, señala, sobre sus tareas.
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Desde aquel año, el grupo fue atrás de un objetivo: ser la primera brigada mediana certificada como USAR en Argentina. Esta red reúne más de 90 países y organizaciones bajo la sombrilla de las Naciones Unidas y brinda asistencia humanitaria a países afectados por eventos devastadores que ocasionan colapsos estructurales. “En 2021 vinieron auditores de distintos organismos y nos tomaron una prueba de trabajo continuo para ver si estábamos aptos”, comentó Jonatan, encargado de hacer penetraciones de losa, búsqueda de víctimas y extracciones. Fueron 36 horas de trabajo en escenarios irreproducibles y con objetivos muy variados pero lograron su cometido.
Hoy en día, una Brigada de la Policía y tres de la Federación de Bomberos Voluntarios tienen la certificación del organismo internacional y por lo tanto se encuentran en fase de monitoreo constantemente. A través de la plataforma virtual VOSOCC, los equipos están al tanto de las catástrofes a nivel global, y en caso de que alguna sea viable se postulan. “Nosotros estábamos al tanto de lo que estaba pasando en Medio Oriente y sabíamos que podían solicitar nuestra ayuda”, confesó Jonatan.
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El trabajo argentino en el terremoto de Turquía y Siria
El 6 de febrero de este año dos terremotos -de magnitud 7,7 y 7,6- sacudieron el sureste de Turquía y noroeste de Siria generando así el peor desastre del último siglo. Más de 10 provincias fueron afectadas, causando más de 50 mil muertes. A raíz de esta situación, los gobiernos locales declararon estado de emergencia e hicieron un llamado a las brigadas internacionales. Argentina se puso a disposición inmediatamente y, tres días después, fueron convocados.
La brigada USAR, integrada por 28 efectivos altamente calificados en materia de búsqueda técnica, búsqueda canina, asistencia médica e ingeniería estructural junto con 4 efectivos de la Agencia Argentina de Cooperación Internacional y Asistencia Humanitaria -Cascos Blancos- se hicieron presentes en el país turco. Al llegar al aeropuerto de Adana, Jonatan fue uno de los dos integrantes que salió primero al campo ya que necesitaban rápidamente rescatistas. Ambos bomberos se dirigieron a la provincia de Hatay y trabajaron durante cinco horas. “El escenario fue desolador. Nosotros nos preparamos constantemente pero ninguna situación se asemejaba a lo que estábamos viendo. Esto era algo totalmente distinto. Si bien el trabajo era el mismo, el contexto era catastrófico”, dijo Jonatan con la voz entrecortada.
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Cuando bajó el sol, los muchachos volvieron al campamento en el que estaban asentadas todas las brigadas. Al llegar, los compañeros los abordaron y les hicieron un cuasi interrogatorio. Querían saber cuál era el escenario, las dimensiones de la catástrofe y los posibles estrategias para maximizar el tiempo de búsqueda y rescate. No obstante, todo lo que tenían en el imaginario colectivo se diluyó en tan solo unas horas. Al anochecer, el grupo completo hizo su primera intervención urbana. “Uno de los principales factores que nos condicionaba era el clima. De día estaba medianamente lindo pero una vez que se hacían las cinco de la tarde pesaba mucho el frío. Teníamos días donde la temperatura estaba por debajo de los cero grados”, señaló Velasco.
La Brigada Argentina comenzaba sus días a las 6 de la mañana, tenían un momento para desayunar y luego daban inicio a la primera reunión en la que el líder dividía al grupo en cuadrículas y les indicaba dónde iban a trabajar; es decir, donde se iban a hacer los rastrillajes. Cada equipo contaba con un oficial de seguridad, uno de rescate, un guía K9 y un hombre especializado en materiales peligrosos. En caso de detectar personas con vida, solicitaban la incorporación de los perros. “Nosotros teníamos un programa el cual seguir pero si veíamos algo relevante, lo informábamos, y tanto el oficial de seguridad como el ingeniero analizaban todas las estructuras y nos decían si era posible avanzar. Si la respuesta era no, seguíamos con el programa inicial”, comentó el bombero.
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La cuadrilla pasaba muchas horas en el terreno. A pesar de que, cada cuatro o cinco cuadras, había puestos del ejército a los que podían acercarse para comer o tomar algo, lo más llamativo era el accionar de los vecinos. Ellos también estaban pendientes de los trabajadores y les ofrecían algo esporádicamente. Cuando oscurecía, las familias de las víctimas hacían vigilias en la zona mientras que las brigadas volvían al campamento a descansar. “A la noche, cuando hacíamos el fogón o compartíamos unos mates, contábamos las experiencias que habíamos tenido en el día. Aprovechábamos para llorar y abrazarnos”, confesó Jonatan haciendo alusión a lo duro que fue sacar de los escombros a miles de niños, familias enteras. A sí mismo, el bombero -por la noche- anhelaba encontrar personas con vida: “Pensaba mucho en aquellos que estaban en la intemperie -con frío y sin comer hace días- esperando ser rescatados”.
El trabajo nocturno fue mucho más difícil de lo esperado. Al no haber luz natural debían trabajar con la luz de sus linternas. No hacían ingresos a edificios por el peligro que esto conllevaba; solamente rastrillajes superficiales. A esto se sumaba el frío, que castigaba y mucho. Trabajar en lugares descampados, con cansancio y con temperaturas por debajo de los cero grados fue una prueba continua.
“Se hace difícil estar en estos contextos porque uno tiene que tratar de disociar; no podés llegar al punto de la frustración. Nosotros cuando trabajábamos intentábamos no relacionarnos sentimentalmente con el lugar”, reveló Jonatan Velasco. La escena fue trágica. No solo por las miles de casas hechas escombro sino también por las miles de familias instaladas alrededor de las mismas intentando pedir ayuda. Si bien el idioma turco era incomprensible para los argentinos, no bastaba con verles la cara a los familiares y entender sus sentimientos. “Cuando entrábamos a un edificio a hacer una evaluación había un montón de personas alrededor con fotos. Te llamaban, como les salía, te mostraban una imagen y te señalaban el lugar”. A pesar de que los bomberos no podían atenderlos, si encontraban algún recuerdo o una reliquia -como el Corán- se la entregaban a la familia como muestra de contención.
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Fueron diez días arduos. Sin luz, con poca agua caliente y muchas interferencias en las telecomunicaciones. Con el pasar de las horas, el panorama era más desesperante. Solo rescataban óbitos. No obstante, al noveno día -faltando tan solo 24 horas para regresar a la Argentina- Jonatan y compañía recibieron la noticia más esperanzadora de todas las jornadas: “Primero se vivió un momento de tensión porque por las radios se escuchaban gritos hasta que llegó el jefe de operaciones al lugar y comentó que habían encontrado personas con vida. Ahí fue todo emoción”. La Brigada Argentina fue la única en rescatar a tres personas -una mujer y sus dos hijos- con signos vitales. “Una de las cuadrillas más viejas -de Australia- nos dijo que hace 20 años trabajan en catástrofes y nunca pudieron sacar a personas con vida”, comentó Jonatan orgulloso por el trabajo que hicieron sus compañeros.
Esta experiencia quedó marcada en Jonatan, que sintió que pudo aportar su granito de arena en una catástrofe de tal magnitud. Actualmente está haciendo la Tecnicatura en Emergencias Sanitarias y Desastres en la Universidad Nacional Arturo Jauretche que engloba no solo la atención prehospitalaria sino también la gestión integral de riesgos. “Me gustaría el día de mañana trabajar dentro del campo como paramédico”, cuenta, con una mirada puesta en el futuro.