Tenían el mismo nombre, no sabían que eran hermanas pero un taller de constelación les reveló la verdad: "¿Vos podes creer?"

Gabriela Vergara conoció a su hermana, Gabriela Vergara, en un taller de constelación. Hasta entonces, no sabía que había sido adoptada, por lo que no tuvo vínculo con ella durante más de 50 años. Se encontraron por casualidad durante una actividad y un ADN luego confirmó que efectivamente eran familia. 

06 de marzo, 2024 | 00.05

Gabriela Vergara siempre tuvo la sospecha de que era adoptada a pesar de que sus padres se lo negaran incansablemente. En 2021, luego de que sus padres fallecieran, decidió realizar su primera consulta con una guía espiritual ya que su bruxismo se había intensificado y tornado algo cotidiano. Comenzó primero con biodescodificación emocional y, a los meses, la llamó su tía para revelarle que efectivamente ella era adoptada. Pasado el tiempo, Gabriela permitió que quien dirigía el taller de constelaciones contara su historia. Lo que pasó después nunca se lo imaginó: una mujer con su mismo nombre y apellido se le acercó y le comentó que en su familia habían dado en adopción a una persona y no tenían información al respecto. Sumergidas en esa energía tan particular que se habían generado, preguntaron si ellas eran hermanas durante un ejercicio. El campo de energía (parte fundamental para quienes creen en este tipo de terapia alternativa) lo confirmó y el ADN posterior reconstruyó lo que creían perdido.

Los pocos datos que hasta entonces tenía Gabriela eran su fecha de nacimiento y el lugar en el que recidió. Ella nació el 18 de junio de 1968, y vivió gran parte de su infancia en Villa Soldati. Hasta los 8 años fue hija única, y luego se convirtió en hermana mayor. Su crianza fue maravillosa; siempre rodeada de mucho amor. Sin embargo ella siempre tuvo el presentimiento de que sus padres no eran de sangre: “¿Viste esa vocecita que te habla por dentro? ¿Que todos tenemos y no le damos bolilla?. Bueno, a mi me decía que era adoptada”, le contó a El Destape. Se lo preguntó a sus padres en repetidas ocasiones, y ellos se lo negaron rotundamente. “Me decían que no joda más con eso”, recordó.

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Los año transcurrieron, Gabriela terminó el secundario y arrancó a cursar en la facultad de Farmacia y Bioquímica. En el camino dejó la carrera porque decidió casarse y formar una familia. Junto a su esposo tuvieronun hijo. Sin embargo, la muchacha siguió buscándole el sentido a su vida; ella quería saber cuál era su misión en esta tierra. Comenzó a hacer Reiki, Quiropraxia y otras pseudociencias. En la pandemia su padre tuvo un accidente cerebrovascular, y su madre se enfermó del corazón. Los dos fallecen y ella se refugió en los talleres de constelaciones. En el medio, detectó un síntoma: el bruxismo. Algo que parecía tener bajo control hasta mediados del 2021, momento en el que tomó conciencia de que la rigidez de su boca se sostenía durante las 24 horas del día. Debido a ello, se contactó con una consultora para ahondar en el tema. Comenzó así el tratamiento de biodescodificación emocional; una propuesta de la medicina alternativa que intenta detectar el origen metafísico de las enfermedades, o su significado emocional, para buscar a partir de allí la forma de sanar. C Se trabaja con el inconsciente por lo que, es fundamental, que luego de unas sesiones se haga una pausa para ver cómo reacciona el organismo. “Yo me brote de la cabeza hasta los pies pero al tiempo se me fue solo ya que todo se acomoda”, comenta Gabriela Vergara.

No obstante, el cambio más rotundo de su vida lo vivió a los días de terminar todas las sesiones. La llamó su tía. Hablaron durante tres horas ya que no habían tenido contacto la una con la otra luego del fallecimiento de su madre. En un momento la tía se puso seria. Le dijo que quiere hablar con ella pero no por teléfono. Gabriela desconcertada le preguntó por qué tienen que esperar a verse. La tía titubeando le dijo que es algo importante. Gabriela, sin pensarlo, le hizo la gran pregunta: ¿Vos me querés decir que yo soy adoptada?. La respuesta de la tía fue "Sí". Las dos lloraron. Gabriela más que nada de alegría porque acaba de confirmar lo que venía sintiendo desde que nació. “Yo no me quiero morir llevando este peso y sin decirte la verdad”, rememoró sobre los dichos de su tía.

A los días, Gabriela se juntó con su madrina; la otra persona de la familia que quedaba con vida. Charlaron de distintos temas hasta que Gabriela le dio el pie para que dijese la verdad. La madrina -y mejor amiga de la madre- se lo terminó confirmando pese a haber jurado que nunca diría nada. “Yo era consciente de las lealtades que había en mi familia, y la importancia que le daban al secreto pero como mis padres ya no estaban con vida, yo merecía saber la verdad”, subrayó la mujer.

A partir de ese entonces, Gabriela siguió su vida pero con la firme convicción de encontrar a su familia biológica. Asistió a los talleres de constelaciones para obtener información y seguir sanando. Un día llegó al centro, y la consteladora al saludarla le comentó sorprendida que una de las mujeres que participa del taller tiene su mismo nombre y apellido. “¡Es tu hermana gemela!”, exclamó la facilitadora sin saber que su frase tenía un dejo de verdad. Gabriela se acercó a la mujer en cuestión, y las dos sintieron cierta conexión. Pero lo dejaron pasar.

En otro de los encuentros, la tallerista les pidió que contaran su historia. Justo ese día asistió la mujer con su mismo nombre. En un "recreo", su “hermana gemela” se le acercó y le contó que en un taller anterior a una de sus hermanas le habían dicho que habían dado en adopción a la tercera hermana de la familia. Entre las dos hicieron cuentas, y encontraron coincidencias en las fechas de ambas historias. “Ella jodiendo me dice que podríamos hacernos una prueba de ADN, y yo le dije que sí entre risas”.

A la semana tuvieron una charla telefónica que terminó en una propuesta imprevista: preguntarle al campo mórfico si ellas son hermanas. Al siguiente encuentro asistieron Gabriela, y su “hermana gemela” con sus respectivas hermanas. “¿Vos podes creer que la que representó a mi madre biológica me reconoce como su hija y me pone como tercera”, comentó atónita. Nadie lo puede creer. Acaban de encajar las piezas que le faltaba al rompecabezas.

A Gabriela no le entraba más felicidad en el cuerpo. A sus hermanas tampoco. Luego del taller se hicieron una prueba de ADN para confirmarlo. “Me acuerdo que un sábado del mes de abril me llama mi hermana y me pregunta si había visto el mail. Yo le dije que tenía la casilla de mensajes vacía. Entonces al instante me manda por Whatsapp un archivo. Era el resultado del ADN que daba 99,9% de compatibilidad. ¡No sabes cómo saltamos de la alegría!”, comentó Gabriela con felicidad.

Hoy, Gabriela con 55 años, siente que encontró la paz que tanto necesitaba: “Cada uno tiene que pasar por procesos diferentes para destrabar algo del árbol genealógico. Tal vez, después de mi, no haya más secretos o nadie tenga que callar de forma forzada”. Luego de mucho trabajo, consiguió eso que tanto quería; una gran familia. “Yo le decía a mi hijo que soñaba con una mesa larga y llena de gente. Entonces, el día que le conté la noticia de que era adoptada, lo primero que me dijo fue: ¡se cumplió tu sueño!.

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