La pared se recomienda que esté recién revocada, con fino si es posible, y pintada de blanco. Las líneas comienzan a dibujar algo más parecido a un garabato que a un rostro, pero ahí está, con cada trazo nuevo, con cada color y detalle emerge la cara de esa persona amada que será retratada en un paredón como forma de recordatorio de su paso por la tierra. De eso se encarga Cheto Mal, el grupo de muralistas que retrata pibes y pibas que ya no están y que sus familias quieren dejar presentes en el barrio.
Si bien el colectivo de pintores afirma que trabajan en cualquier lado, su trabajo tiene una fuerte presencia en barrios como Dock Sud, Monte Grande, Wilde y Lomas de Zamora. No importa por qué murieron, los motivos suelen ser tantos como las paredes que hasta ahora pintaron. Cheto Mal prefiere no preguntar, dejar la historia detrás de los rostros y en el corazón de las personas que al ver ese mural recordará a ese ser amado.
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“Somos varios artistas en la cuenta de Murales Cheto Mal que nos unificamos. Tratamos de tener la misma calidad de trabajo y andamos por todos lados desde hace un tiempo”, destaca el vocero de la cuenta que prefiere mantener su nombre en anonimato, y afirma que “muchos de los que pertenecen a Cheto Mal tienen experiencia de más de 15 años y tienen sus proyectos personales, pero había mucha demanda con respecto a chicos que habían fallecido y no se quería mezclar este trabajo con otros”.
La historia del nombre Cheto Mal viene de la propia calle, el integrante del colectivo recuerda que pintaban y muchos se acercaban a ver, y los pibes decían “no, cheto mal el mural”. Así quedó bautizada una iniciativa que entiende que para muchos no basta una foto, sino que también hay una vida que quedó truncada y merece un homenaje más grande.
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Las historias detrás de las paredes
“En las historias que nos cruzamos hay de todo”, reconoce sobre las personas que les tocó retratar, y lamenta que en las redes sociales “tienen esa dinámica de impunidad para comentar pavadas y encasillan todo en ‘ah, mirá, un chorro’, y capaz que nada que ver, era un chico que estaba yendo al trabajo en moto y le afanaron y lo mataron”. Además, Cheto Mal está seguro de que todos tienen derecho a homenajear a sus muertos sean quienes sean.
Asimismo, relata que, si bien la gente es amable tras contratarlos para el trabajo, hay contextos en los que “se puede preguntar, pero generalmente no se pregunta nada, porque si la persona no cuenta nada de entrada lo más seguro es que no quiera”, y enfatiza que algunas veces los familiares y amigos “se acercan y empiezan a charlar mientras se hace la cara y cuentan sobre la persona y su historia”.
Entre las historias que pudo conocer en profundidad, se destacó un número escalofriante: “El 50%, para no decir el 60%, fue por la moto. Un accidente con moto, le robaron la moto, fue a robar en moto, siempre la moto vinculada. De hecho, por eso no tengo moto, hace 15 años hago esto y te enterás que más de la mitad de los casos es por la moto, prefiero alejarme de la muerte”.
Lamentablemente, reconoce, conoció casos en los que las muertes se ocurrieron en ocasión de robo y señala que también “hubo varias peleas de bandas, historias en las que se pelearon uno con el otro, que pasó de las piñas a los palazos y de los palazos a los tiros. También de alguien que hace ajuste de cuentas porque le hicieron algo a su amigo y así”.
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En ese sentido, reconoce: “Hay casos increíbles que no salieron en la televisión, se llega a pensar: 'Esto no existió o existió y es increíble que no se conozca"'. Como el de una chica que, al ofrecerle agua al ingresar a su casa, le muestra que había una pared llena de sangre: "'Mirá, en esta pared y en todo este lugar hay sangre. Esto que ves es sangre. Esta es la sangre que yo conservo cuando fue el allanamiento y él respondió a los tiros. Lo terrminaron matando', me dijo. Parecía pintura antióxido, tenía ese color oscuro", recuerda. "La familia conservaba eso ahí como si fuera una obra de arte para recordarlo, y para uno es un montón”, explica.
De la misma forma, asegura que el trabajo también lo hizo en countrys. “Los contextos son diferentes, pero lo que sí se nota es que el del country no lo pone para que lo vea todo el barrio, sino que lo hace dentro de su casa, en un quincho o en el patio”, y considera que “no significa que no esté, pero no quieren mostrar sus sentimientos abiertamente, pero está. Es algo que llega al corazón y causa las mismas sensaciones al mirar el mural”.
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La búsqueda de inmortalizar
A su perfil de Instagram le llegan consultas todos los días, incluso de personas que tienen a sus seres queridos vivos y quieren pintarlos por un cumpleaños o una ocasión especial. En su mayoría, asegura, esos no se concretan, pero afirma que cuando la persona falleció “directamente preguntan ‘cuándo podés venir’”.
El objetivo, asegura, es “lograr la mirada, el alma de la persona, captarlo y que cuando lo vean sientan que está ahí, y creo que se logra porque trabajo hay todos los días y la gente te lo dice”. Para lograrlo, ellos se toman el trabajo de elegir la foto, pero eso suele ser una gran discusión. “A veces te pasan una foto que está sacada de 200 metros de distancia, y te dicen que ‘es la última foto que se sacó, y siempre lo recordamos como en esa foto, y le gustaba esa campera o gorrita que tiene puesta”.
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En esos casos, se le comenta que si la foto no sirve no se puede hacer el trabajo, ya que se busca una en alta definición, y generalmente se consigue. “Pasa así con todo, hasta con el revoque de la pared, porque a veces quieren que lo haga en una pared de ladrillo en mal estado, y la pared tiene que estar revocada y lisa”, explica.
Si bien el valor del arte es relativo y subjetivo, relata que tuvieron problemas con el precio porque en los últimos meses cambiaba el de la pintura. Como la pintura que usan es importada, quedaba una gran diferencia entre un costo y otro. “Lo que hicimos fue poner el precio en dólares, pero se gana poco”, afirma y detalla que “hay un piso que es de 300 dólares, pero muchos factores hacen que aumente. Se le puede agregar una frase, un texto. Tenemos el lema de que la calidad no se negocia”.
Durante toda la entrevista el integrante de Cheto Mal asegura que los pedidos tienen que ver con “la cultura de cada familia”, generalmente en una etapa que se enfrenta de miles de formas, como lo es el duelo. No cabe duda que las familias o amigos que pagan este mural tienen la convicción de que esa persona debe quedar perpetuada de la mejor forma, para la eternidad. Ya sean víctimas de una enfermedad, de una injusticia o de malas decisiones, Cheto Mal, sin prejuicios, hace su trabajo: retratar con amor trazos de esas almas que van a brillar incluso mucho después de la muerte.