Es argentino, se fue en la crisis de 2001 y ahora triunfa en Europa retratando la lucha de los migrantes

sus fotografías con historias de vida de africanos, latinos y asiáticos se exponen en los salones de arte más importantes de Europa, Estados Unidos y China. 

12 de diciembre, 2024 | 00.05

Seba Kurtis es uno de los tantos argentinos que dejó el país durante la crisis económica y social del 2001. Durante largos cinco años deambuló sin papeles por distintas ciudades de España e Italia, con trabajos precarios en la construcción. En unas oportunidades enfrentó la deportación, medida límite de un mundo que alienta la libertad de circulación de las mercancías y penaliza la de las personas. La rebeldía ante la injusticia lo llevó a fusionar su solidaridad con los migrantes de distintas partes del mundo, con su sensibilidad artística.  En la actualidad, sus fotografías con historias de vida de africanos, latinos y asiáticos se exponen en los salones de arte más importantes de Europa, Estados Unidos y China.

El reconocimiento internacional llevó a que Seba Kurtis sea representado por la prestigiosa galería Christophe Guye. A que la Colección Gould editara el libro “Falsificación” con fotos suyas junto a un cuento de la escritora japonesa Hiromi Kawakami. “Para dar una dimensión de la jerarquía de esta publicación, se hicieron sólo seis. En la segunda, por ejemplo, los textos son de Paul Auster y las imágenes de Saúl Leiter, uno de los pioneros en la foto color”, grafica Kurtis.

Su historia migrante en su arte fotográfico

Seba kurtis, de 50 años, creció en una familia de clase media acomodada de Quilmes, que a principios de los ’90 fue una de las víctimas del menemismo. De la confortabilidad y estabilidad pasó a la incertidumbre de alquileres por distintas casas. “Trabajé de canillita, de verdulero, de lo que hiciera falta. Hasta que entré a la recepción de la agencia de noticias EFE. Me interesaba la comunicación, pero la verdad es que las palabras no me fluían tanto. En cambio, con la imagen me llevaba mejor”, explica.

Esa necesidad de hacer algo más que trabajar para sobrevivir, de buscar su vocación, lo llevó a anotarse en un curso municipal de fotografía. “Vi esos carteles en el que te ofrecen desde tango hasta costura y me inscribí. Pero, claro, tenía un pequeño problema: no tenía cámara”, recuerda. Sin embargo, la buena voluntad del profesor ayudó a sortear el problema. “Me dijo que no importaba, que llevara revistas y me enseñó a hacer collages, a componer. Esa enseñanza me marcó para siempre”, sentencia.

Su otro canal de expresión, lo desarrolló también en su mundo quilmeño: el skate.

En su experiencia migrante, lejos del sur del conurbano, Kurtis encontró dificultades pero también solidaridad. “El tema de los papeles recién lo pude solucionar cuando una amiga italiana se casó conmigo de onda para darme una mano con la legalidad”, destaca. Ya establecido en las Islas Canarias logró una situación económica que le permitió ayudar a sus padres y hermanos a desembarcar en España. Allí se enamoró de una inglesa profesora de yoga, con quien se mudó a Manchester.

“Claire…Clarita, se la jugó por mí. Me empujó a ponerme a estudiar fotografía en serio. Me bancó para que vaya a la universidad. Poco menos que me emprolijó y me largó a la cancha. Al principio tenía mucha crisis porque iban todos con su compu y yo no cazaba una ni de tecnología ni del idioma. Recién me asenté cuando los profesores en las prácticas en el cuarto oscuro vieron que había algo en mí para apostar”, detalla.

En la muestra de fin de curso, una curadora quedó impactada con el trabajo de Kurtis. “De una me ofreció llevarme a hacer muestras en Londres y Nueva York. De película”, aún hoy se sorprende.

Las fotografías de Kurtis que impresionaron a la especialista, las tomó en Arizona, donde registró en plena construcción del muro de acero de Bush, como grupos de vecinos salían a cazar latinos que se animaban sortear las dificultades y cruzar a Estados Unidos. Eso dio pie a una primera muestra jerarquizada titulada “700 millas”.

El contenido migratorio y la forma

La temática migración, sin dudas, tiene un carácter autobiográfico para Seba, quien, sin embargo, hace distinciones. “En Argentina yo la estaba pasando mal pero no me iba a morir. A Europa vine en avión. Pero después conocí a amigos que para llegar perdieron parientes en el mar, realidades mucho más extremas de gente que realmente pone en juego su vida en busca de un futuro”, desarrolla.

Esas historias que quería registrar lo llevaron de vuelta a las Islas Canarias. Allí descubrió que además de tener clara una temática a trabajar, debía buscar una forma apropiada a esa tensión. El contenido de lo que quería expresar requería no sólo reflejar sino intervenir. “Eso me llevó a hundir los negativos en el mar, para que la violencia del agua haga su trabajo como lo hace con los africanos que en embarcaciones precarias se largan a su suerte”, relata. La densidad del contenido lo llevó a revolucionar la forma. A desarrollar una identidad artística y política en esa lucha por reivindicar a los que se juegan la vida, a los que la pierden en esa lucha. “Ahogado”, se llamó la muestra.

En otro trabajo, Kurtis se centró en trazar un paralelo de cómo la policía desarrolló detectores de latidos del corazón para atrapar a refugiados que buscan ingresar escondidos en camiones de carga. “Allí la decisión fue manipular los negativos para presentar retratos invisibles, que, sin embargo, con una mirada más cercana permite revelar las siluetas imperceptibles”, detalla.

“Talco”, es otra de sus producciones, a partir de la experiencia de refugiados de Medio Oriente que se escondían en un camión que transportaba talco en polvo. Allí el método elegido fue el collage, ese al que accedió en el curso municipal en Quilmes cuando no contaba con cámara para aprender. “Con imágenes de minerales tapé la cara de los inmigrantes”, explica. Toda una toma de posición en relación a la priorización de lo material ante la vida humana.

Manchester, el mundo, Quilmes

Con Claire/Clarita Seba acordó que en su casa de Manchester se iba a hablar en castellano. Su pareja inglesa aceptó para, de paso, mejorar el español que ejercitaba en Canarias. “Mis tres hijos nacidos en Inglaterra -Prodan de 18, Lola, de 15 y Rocco, de 12- se quieren sacar pasaporte argentino”, se enorgullece. Divertido, describe que “en casa el castellano que se habla es más o menos como el de una gira de Manu Chao”.

Una patriada de los Kurtis fue invadir el campo en una vuelta olímpica del Manchester City con Rocco con la camiseta de Quilmes.

El mes pasado Seba volvió a Argentina tras muchos años con su hijo Prodan. Les habían prestado un departamento en Palermo, pero Prodan al segundo día, le dijo a su papá que prefería quedarse en Quilmes. “En Palermo tenía los mejores restaurantes, recitales, de todo. Pero el pibe quería ver un laburante bajarse del 22 y comerse un chori. Le partió la cabeza estar en un asado con mis amigos de 50 años y sentirse uno más. Ver en la práctica el concepto de amistad que sólo se vive acá”, sintetiza Seba.

En su viaje por su barrio y sus afectos, Seba aceptó la propuesta de la fotógrafa y pintora Pao Intrínseka, una amiga de la familia, que lo invitó a hacer una muestra en Casa de las Culturas de Quilmes. “Desarraigo, fotografías 2008-2024 de México a Palestina”, permitió que, por un rato, en sus pagos, se vea su arte: ese que se registra entre refugiados afganos e irakíes; en países como Libia y Marruecos. Que se descubra su trabajo reconocido y exhibido en Londres, París, Zurich, Nueva York y Pekín, entre otras ciudades.