“A Martín lo habían dejado entrar al boliche, a quien no lo habían dejado ingresar era a su amigo porque lo discriminaron. En ese momento, Martín se solidariza y lo defiende”. Así recuerda Oscar Castellucci la noche del 2 de diciembre de 2006 en la que su hijo fue asesinado a golpes por un patovica en la puerta del boliche La Casona de Lanús. José Linqueo Catalán agredió mortalmente a Martín cuando él le pidió que le explique por qué no dejaban entrar a su amigo. Esa noche nadie hizo nada, ni la policía ni los responsables del local bailable. Trece diciembres después, otra noche de verano, mataban de una golpiza a Fernando Báez Sosa en la puerta de otro boliche de la provincia de Buenos Aires. Otro joven, otra historia de vida trunca en un instante. Hoy, la lucha por el fin de la violencia vuelve para recordar que es una deuda pendiente.
Era de madrugada cuando los papás de Martín reciben un llamado telefónico que les avisaba que su hijo de 20 años había sido golpeado en la puerta del boliche y que estaba internado en estado crítico en el Hospital Evita de Lanús. Martín finalmente falleció luego de cuatro días, el 6 de diciembre de ese año. Así como a los padres de Fernando, el sonido del teléfono en medio de la oscuridad los ensordeció y les cambió la vida para siempre. “El crimen de Fernando nos impactó no sólo por la trascendencia que tuvo sino porque está vinculado con nuestra propia historia, por eso nos llega profundamente. Siempre digo que la pérdida de un hijo es una amputación que no tiene una prótesis para los padres, el dolor de la ausencia es muy intenso para nosotros que perdimos a nuestros hijos. A veces ni siquiera tenemos que hablarnos con los otros padres, el silencio dice más", expresa Oscar en una charla con El Destape. Este papá que perdió hace 16 años a su hijo sabe que "no te acostumbras más" y que el dolor es permanente". "Ojalá hubiese un libro de qué hacer cuando te mata un hijo, pero no existe tal libro y cada uno hace lo que puede, no hay nada que esté mal o bien”, admitió.
Siempre digo que la pérdida de un hijo es una amputación que no tiene una prótesis para los padres, el dolor de la ausencia es muy intenso para nosotros que perdimos a nuestros hijos
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Mientras se lleva a cabo el juicio a los ocho rugbiers por el asesinato de Fernando Báez Sosa, en el que la defensa de la familia del joven exige la cadena perpetua, Oscar recuerda el juicio por el crimen de su hijo y admite: "A mí nunca me interesó la condena sino que el asesino de mi hijo exprese un arrepentimiento, algo que nunca ocurrió". Por el asesinato de Martin, la Justicia condenó al patovica José Linqueo Catalán a 11 años y 9 meses de prisión, pero salió en libertad cuando cumplió los dos tercios de la condena. Además, fueron condenados el expolicía Cristian Messina a un año de prisión por “incumplir deberes como funcionario público” y Guillermo Guzmán, el otro oficial involucrado, a una pena a dos años de prisión en suspenso. El dueño de la discoteca La Casona, Atilio Amado, fue sobreseído.
“El asesino de Martín recibió la condena a 11 años y 9 meses de prisión, pero salió antes, se cambió el nombre, volvió a trabajar de patovica y además da clases en una escuela de boxeo”, detalló. "Desde lo jurídico nunca compartí la idea de que se pudran en la cárcel, porque de ahí deben reinsertarse en la sociedad, algo que en el caso del asesino de Martin no ocurrió: los informes psicológicos daban cuenta de que no se arrepintió, cuando salió se cambió el nombre y volvió a trabajar en un bar. Eso es algo que me duele más porque no se si se reinsertó igual o peor en la sociedad”, expresó.
Por eso, Oscar insistió en que "no hay que centrar la mirada solamente en el proceso judicial" que si bien "es parte de un proceso del duelo" y es fundamental que haya una condena y saber quién es el asesino", las cuestiones jurídicas "son muy frustrantes". El padre de Martin afirmó que "desde el principio planteé que había cosas que me importaban más y que no son jurídicas sino que tienen que ver con cuestiones de valores. Yo siempre dije que a mí lo que siempre me dolió no fue que la condena fuera mucha o poca, sino que el asesino nunca se arrepintió y eso veo con los asesinos de Fernando y es lo que más me horroriza".
Yo siempre dije que a mí lo que siempre me dolió no fue que la condena fuera mucha o poca, sino que el asesino nunca se arrepintió y eso veo con los asesino de Fernando y es lo que más me horroriza
El crimen de Fernando, una mezcla de desazón y fuerza
Desde la muerte de su hijo, Oscar viene planteando una mirada integral de la violencia en la nocturnidad. Hoy a tres años del crimen de Fernando y a semanas de la condena, asegura que el caso "lo siente por un lado con tristeza y desazón" porque "estas cosas siguen pasando" pero también le "refuerza la idea de todo lo que falta". Admitió que “es una situación tan apabullante. No tenés empatía porque imaginás el dolor del otro, sino porque lo viviste y eso es lo que nos impulsa a seguir”.
Las circunstancias de la vida hicieron que el caso de Fernando y Martín no solo se relacionen por las coincidencias de los crímenes. Fernando iba al colegio justo frente a la casa de la familia Castellucci. Si bien nunca tuvieron contacto con los padres de Fernando, esta cercanía también hizo que sientan más de cerca su muerte.
"Yo no puedo dejar de empatizar con la postura de los papás de Fernando porque cada uno procesa como puede y nada está bien y está mal porque uno hace lo que puede", afirmó Oscar. Desde aquel diciembre de 2006 atravesó el derrumbe total de su mundo, que terminó convirtiéndose en la decisión por cambiar la sociedad y que no haya más un Martín: "Primero se me derrumbó el mundo, después empecé a percibir cómo habían pasado las cosas y decidimos actuar. Fue un proceso de aprendizaje muy doloroso. Todas las familias de víctimas como Martin sentimos que eso no puede volver a pasar”, enfatizó. La familia Castellucci decidió hacer el proceso judicial pero no centrarse solamente en eso. "Percibimos que había una gran ausencia del Estado y comenzamos a trabajar en eso. Es un camino válido para correr pero también sentís las manos vacías", afirmó.
Percibimos que había una gran ausencia del Estado y comenzamos a trabajar en eso. Es un camino válido para correr pero también sentís las manos vacías
Martín como faro para cambiar la sociedad y un ejemplo más allá de la muerte: “Él era solidaridad”
El dolor se convirtió en acción en la familia Castellucci que, durante 16 años de lucha, creó la Asociación Civil que lleva el nombre de Martín, desde donde se realizan acciones contra la violencia institucional. En 2008 lograron la sanción de la Ley 26.370, que regula la habilitación del personal que desempeña trabajo de control de admisión y permanencia de público en bares, pubs, discotecas y otros lugares de esparcimiento. Ahora, impulsaron una iniciativa para regular el funcionamiento de locales bailables, a través de la creación de una Agencia Nacional de Nocturnidad. “La ley apunta a generar salidas seguras que involucren el compromiso del Estado, los empresarios, fuerzas de seguridad y los gremios comprometidos en la noche”, detalló.
"A mí lo que me interesa es no punir a los asesinos, sino ver el proceso. Yo quiero que no pase de nuevo, las condenas ejemplares no existen: la justicia tiene que condenar justamente", remarcó Oscar que insistió en que es importante analizar la responsabilidad de todos los actores en este tipo de hechos, entre ellos el rol de Estado, los empresarios y las fuerzas de seguridad.
Entre las acciones del proyecto está la habilitación de una línea telefónica gratuita de alcance nacional, disponible las 24 horas de todos los días del año, “para la atención de denuncias y consultas en materia de eventos y espectáculos musicales, artísticos y de entretenimiento en general nocturnos”. También, la creación de un Observatorio Nacional de Nocturnidad que “tendrá la misión producir y analizar información referida a la situación de las problemáticas de la nocturnidad, fijar los parámetros para evaluar la efectividad de las políticas públicas diseñadas, y brindar información relevante para la modificación y mejoramiento de las mismas”.
Martín tenía 20 años y era estudiante de Veterinaria en la Universidad de Buenos Aires, con su dos décadas de vida marcó un camino de lucha incansable que hoy no termina. Oscar lo recuerda como “una persona solidaria”, la característica de su hijo que hoy lo ayuda a resistir y seguir. Aún con su muerte, Martín también siguió enseñando y marcando el camino. Antes de morir, en la primera y única vez que fue a votar, expresó su deseo de donar sus órganos. "Lo hizo con una frase que siempre me acuerdo, me dice algo así como que 'cuando uno se muere, el cuerpo se transforma en un objeto. Hay que ser muy miserable para no dar un objeto para que otros puedan vivir'”, recuerda Oscar. Y así fue: los órganos de Martín fueron donados y transformaron la calidad de vida de otras personas. “Son estos gestos solidarios de Martín que nosotros queremos seguir prolongando para cambiar la sociedad porque eso tiene que ver con su espíritu”, completó.
Último aniversario del crimen de Martín: “Una película conmigo adentro”
En el último aniversario del crimen de su hijo, Oscar publicó una carta en sus redes sociales para recordar a su hijo. El texto completo:
“Martín:
Hoy me desperté a las tres de la mañana como aquel fatídico domingo en que nos llamaron por teléfono para avisarnos que te habían golpeado en la puerta del boliche y que estabas internado, grave, en el Hospital Evita de Lanús. Y me quedé despierto. Me quedé viendo como una película estos 16 años que pasaron. Son tantos. Tantas cosas. Día por día. Desde tu pelea perdida por la vida, la partida, la donación de tus órganos, la Asociación, y todo lo que vino después. Sí, como una película, pero conmigo adentro. Ahora, viéndola, me digo (te digo), que hice lo que pude (y, a veces, pienso, que hasta un poco más de lo que pude/puedo). Que lo hice porque, casi egoístamente, quería dejar en esta vida una marquita (aunque fuera así de chiquitita) para que estuvieras orgulloso de mí, como yo/nosotros, estamos siempre orgullosos de vos. Sólo el tiempo dirá si pude o no.
Pero quiero también que sepas, que ese tiempo que pasa (y que deja menos hilo en el carretel), hace que ahora los golpes te entren más fácil (y mentira eso de que te acostumbrás). Y que, aunque conservo esa rareza de que, como digo siempre, donde me plantan una decepción o un fracaso, me crece una esperanza, ahora me cuesta un poco más. Porque ahora, cada noche, cuando me acuesto, me digo “Bueno, ya está”; pero cuando me despierto y me levanto, de algún lado me aparecen las ganas de seguir. De empecinado, nomás. Y que acá sigo estando, más frágil, pero con las mismas convicciones y con vos clavado en el corazón”.