La parrilla de Valentín Alsina que inventó la chinchupizza hace 15 años y ahora todos quieren conocer: "Tuvo un movimiento increíble"

Juan Bak quiso causar impacto entre sus amigos pero terminó sorprendiendo hasta a Facebook con su particular creación. La parrilla que tiene 20 años y que hoy recibe clientes de distintas partes.

15 de mayo, 2024 | 00.05

“Chinchu pizza” se destaca en el cartel de un comercio ubicado en la avenida Remedios de Escalada, en Valentín Alsina, que llama la atención de vecinos, automovilistas, motociclistas y camioneros.  El diseño con rojo, blanco y negro; círculos y distintas tipografías de letras se completa con una foto de la original creación que identifica a la Parrilla de Juan: la pizza de chinchulines.

La original propuesta gastronómica ideada, cocinada y servida por Juan Bak hace que a su negocio de barrio se acerque gente no sólo de Valentín Alsina. “Vienen del centro de Lanús, de Avellaneda, de Temperley, de Capital, de La Plata, de todos lados. Los atrae probar la chinchu pizza”, comenta con una mezcla de orgullo, agradecimiento y sorpresa.  

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Los chinchulines ocupan un lugar especial desde el primer día en la Parrilla que lleva más de tres décadas abierta. Juan adoptó por costumbre darle la bienvenida a cada cliente con un chinchulín en un pancito para saborear mientras el comensal decide el pedido.

Los elogios lo llevaron a dar un paso más y comenzar a ofrecer sánguches de chinchu. Hasta que un día, en un agasajo a amigos, buscó sorprenderlos, un poco en plan de entretenimiento y otro de experimento. “Me habían sobrado chinchus y no me gusta tirar la comida, así que se me ocurrió hacer la chinchupizza. Mis amigos no lo podían creer. Me cagaron a pedos por no habérselas ofrecido antes y a partir de ahí, desde hace ya como quince años atrás, la agregué al menú”, relata.

El boca en boca de los clientes del barrio hizo identificar cada vez más a la Parrilla de Juan con la chinchupizza. El salto llegó cuando su sobrina Silvana vino en 2017 de visita desde Estados Unidos, donde vive desde enero del 2001. Mientras con amigas disfrutaba la original creación de su tío decidió volcar su saber de diseñadora gráfica egresada de la UBA a idear un cartel, con un logo y una estética propia. A la vez, le armó una página de Facebook.

“Tengo experiencia en marketing pero jamás había visto una explosión como la que generó volcar a redes la chinchupizza. Tuvo un movimiento increíble. Facebook se ofreció a darnos publicidad gratis. Fue una locura”, recuerda Silvana.

Para Juan, el impulso brindado por su sobrina le permitió saber “cuánta gente me conocía y me seguía. Soy creyente y me siento un bendecido. Me emociona saber que mi misión en la vida de dar algo rico de comer, en lo posible barato, para pasar un buen momento, tiene tan buena llegada”.

Una parrilla de barrio y familiar

Remedios de Escalada 2688 no es sólo la dirección de la parrilla: también de la casa familiar en la que nació y vive en la actualidad Juan. En el mismo terreno también está la vivienda de su hermana y el cuñado que por muchos años lo acompañaron en la travesía gastronómica.

Juan abre de martes a sábados de 11:30 a 16. Por un problema en una de sus rodillas que lo tiene a maltraer desde hace algunos años, los viernes y sábados por la noche sólo trabaja si se siente bien. Los clientes saben que a eso de las 19 deben llamar por teléfono. “Si no estoy dolorido, les reservo para las 21 así tengo tiempo de preparar todo. Pero se tienen que comunicar antes porque hay días que ya a esa hora me cuesta estar parado. Estoy viendo si una nueva medicación que me dieron me calma para evitar operarme”, explica.

Junto a la chinchupizza, Juan también ofrece la variante que denominó la criolla. “Una pizza con cuartos de riñón, de chorizo, de morcilla y de chinchulín”, describe la particularidad de otro de sus cruces entre parrilla y pizzería.

Familia gastronómica

Al lado de donde hoy funciona la parrilla, en la esquina de Remedios de Escalada y José Ignacio Rucci, el papá polaco y la mamá lituana de Juan tuvieron un restaurante durante varias décadas. “Lo pusieron en los años de oro de Alsina y de todo Lanús. A fines de los ’40. Los obreros que trabajaban en la Campomar, en los talleres metalúrgicos y en las curtiembres, tenían buen poder adquisitivo. Arrancaba la cosa a la mañana con café con leche y tres medialunas. Después venían a almorzar y a la noche a cenar con la familia. Se cocinaba comida de fonda”, se emociona.

En las pocas horas que cerraban a la tarde, el restaurante era invadido por adolescentes. “Mi hermana venía con sus amigos con los que se juntaban en la Plaza Alsina. Uno de ellos era Roberto, antes de que se convirtiera en Sandro. Se paraba arriba de las mesas y se ponía a cantar. Estaban enloquecidos con Elvis Presley. Yo era muy chico porque tengo casi 10 años menos que mi hermana, pero me acuerdo perfecto”, destaca.

Cuando sus padres envejecieron, el restaurante cerró y ahí fue el turno de un joven Juan para marcar su impronta. “Puse un video bar, con dos mesas de pool y pantalla gigante. Poníamos rock and roll, centralmente heavy metal. ACDC, Deep Purple, Ozzy, Van Halen, lo que se te ocurra”.  

En esos tiempos la que era chiquita era Silvana, la sobrina que en estos días proyecta la imagen de la parrilla de Juan. “A mí me fascinaba ir al video bar con amigas cuando estaba cerrado. Jugábamos al pool, poníamos trapos y repasadores para evitar que las bolas se trabaran y tener que pedirle fichas a mi tío. Los vecinos lo querían matar a Juan por el volumen de la música, entre ellos su hermana, mi mamá, jajaja. Pero Juan siempre fue un tipo tan querido que se la terminaban bancando”, cuenta Silvana desde Estados Unidos.

El cierre del video bar se dio cuando Juan sintió que “algunos pibes se empezaban a desubicar, a poner maleducados. Ya empezó a dejar de gustarme la cosa y le di un corte”.

Recién allí fue que se decidió por abrir la parrilla. Esa en que siempre suena música. Juan ofrece a los clientes que elijan entre su prioritario rock and roll, el tango o el folclore.

En las próximas semanas, cerrará unos días porque tiene planes de ampliar: va a alquilar la esquina, la propiedad vecina en la que su familia tuvo el restaurante y él el video bar. Se lanza a dar el paso pese a que el trabajo bajó, al ritmo del ajuste del gobierno de Javier Milei. “Argentina siempre sale y va a salir también de esta. No hay que resignarse. Soy un enamorado de mi país, de Lanús, de Valentín Alsina mi barrio y sigo con proyectos”, se entusiasma el creador de la chinchupizza.