"Yiyo el Zeneize" fue en el 1900 herrería; después almacén, para suplir la demanda de los obreros inmigrantes; restaurant frecuentado por las estrellas de la época por el 1940 y llegó a estar al borde del cierre recientemente, antes de reconvertirse. Este bar, que nació un siglo atrás y revalorizó las tradiciones porteñas en la zona de Parque Avellaneda, ahora tiene colas que dan vuelta la cuadra.
En la Costanera argentina, año mil novecientos aproximadamente, se encontraba Yiyo”, Egidio Zoppi, recién desembarcado en la Argentina. Fue recibido por su primo, quién decidió llevarlo a comer un sanguche a una de las tantas parrillas que poblaban esa zona de la Ciudad. Cómo imaginar la sorpresa de Yiyo cuándo le sirvieron un pedazo de carne para él solo, que, en casa, su Piamonte natal, se repartía entre sus 8 hermanos a la hora de hacer un guiso. La misma sorpresa se llevaban todos los que venían a “hacer la América”.
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Luis Egidio era ya grande para cuándo pisó tierra argentina por primera vez, más grande que el resto de los italianos que venían con el mismo sueño, el de prosperar. Herrero de profesión, trabajó en dos estancias antes de independizarse. Su segundo patrón, quién lo consideraba su mano derecha, fue el que lo ayudó a tener un lugar propio, la famosa esquina que sigue viva hoy, cien años después.
Si bien el negocio empezó como una herrería, para arreglar las ruedas de los carros que volvían en pésimas condiciones de sus largos viajes, al ver que todo el mundo le pedía algo de tomar y beber, y que se tardaba más en arreglar una sola rueda que en servir a los trabajadores que venían, Yiyo decidió cambiar de rumbo y abrió un almacén de ramos generales.
Una nueva generación
En mil novecientos cuarenta el negocio cambió de generación y pasó a manos de los hijos de Yiyo, Luis y Batista, quienes decidieron renovar el negocio y comenzar, además de servir comidas, a fraccionar vinos y fabricar encurtidos. El negocio comenzó a prosperar, cargamentos semestrales llegan hasta Europa o la Antártida; estrellas argentinas de renombre tales como Quinquela Martín, Libertad Lamarque, Horacio Guaraní, entre otros, comenzaron a visitar el restaurante.
Pero en el mundo de los negocios no todo es siempre color de rosa. Con la dictadura militar se empezó a ver un desgaste en los consumos de la población. “Empezamos a tener una mirada más globalista. En ese momento lo que se hizo fue empezar a bastardear y a pensar que lo que eran nuestras tradiciones o nuestros consumos estaban mal, mejor tomarnos una Budweiser que tomarnos un vermut”, explicó a El Destape el nieto de Luis, ahora dueño de la esquina, Danilo Wortolec.
Pero el golpe más duro vino en la época de los noventa, con el escándalo del vino adulterado por parte de las bodegas Sol Cuyano y La Torrada. Ahí se dejaron de servir alimentos y se vendían sólo los productos al por mayor y al por menor. Hasta el 2020 la esquina se sostuvo como pudo, a manos de un Luis ya grande, que hacía lo que podía. Al fallecer el último bastión de esta generación en plena pandemia, Wortolec, nieto de Luis, y su tío, Omar Zoppi, decidieron continuar abriendo sus puertas a pesar de todo.
Se asociaron con los gastronómicos Maximiliano Luque y su primo, Cristian. Empezaron con un par de mesas en la calle; y luego de agotar un evento por su aniversario número ciento uno, se dieron cuenta que el espacio les quedaba chico. Hoy cuentan, no sólo con mesas dentro y fuera del restaurante, sino que además armaron un patio interno, que conserva todos los piletones que llegaron a almacenar hasta 70.000 litros de vino, y dónde se realizan proyecciones.
El negocio, hoy
Parte de la renovación fue ordenar todas las piezas que poblaban la esquina y que hoy hacen de ella casi que un museo, “Si bien el lugar está hecho para que conserve su esencia, si viniste hace unos años, te vas a dar cuenta que si bien es el mismo boliche y tiene las mismas vibras, siempre tiene más rincones para observar y para ver. Eso es Yiyo” explica Wortolec, quién está detrás de todo. Además, la carta cuenta con sabores clásicos de la cocina porteña, pero con una vuelta de tuerca; tienen platos clásicos, fuertes y platos de estación, y la propuesta está hecha para consumir a modo de tapeo.
El primer nombre de la mítica esquina fue “La Campana Piamontesa”, ya que "Campana" era cómo solía llamarse la Avenida Eva Perón en otros tiempos, y "Piamontesa" por los orígenes del dueño. El bisnieto de Yiyo cuenta que detrás del nombre del negocio se esconde una gran jugada de marketing: “Zeneize es el gentilicio de los genoveses en su dialecto. Hay una particularidad con Génova, y es que todos los inmigrantes italianos que estaban en la Argentina, el 95% de ellos salió del puerto de Génova. Entonces ponerle Yiyo El Zeneize, era una forma de apelar a la nostalgia de todos los inmigrantes italianos que estaban acá, porque ese fue el último pedacito de su tierra que vieron”.
Cuando le preguntan por el futuro de Yiyo, Wortolec no duda a la hora de responder. Varios años en el negocio le han dado seguridad: “Sigue pasando que llegamos a públicos nuevos, están viniendo muchos turistas, entonces me da tranquilidad pensar que estamos afianzados. Seguimos manteniendo los valores, los sabores (las recetas de los encurtidos son las mismas a través de las generaciones), pero no nos quedamos en la cómoda. Siempre fuimos cambiando y mejorando; pero cada paso que doy, intento de que sea firme y conciso. Porque Yiyo es un negocio para toda la vida”.