Mano a mano con el diablo: la historia de Carlos Alberto Mancuso, el único sacerdote autorizado por la Iglesia para hacer exorcismos

Falleció el 3 de julio pasado y comparaba lo que hacía con la película El Exorcista: "¿Cómo ataca el diablo? Con voluntad de hacer daño y con garras terribles", explicaba, sobre su tarea. Por qué fue casi el único autorizado del mundo en hacer estas prácticas y el recuerdo de Nicolás Colombo, escritor cercano al cura. 

08 de agosto, 2023 | 00.05

“Acaba de fallecer nuestro querido párroco Padre Carlos Alberto Mancuso, quien dedicó su vida al servicio de Nuestro Señor. Pedimos oración por su memoria y descanso eterno”, decía la publicación con que la iglesia de San José, ubicada en La Plata, anunciaba a su congregación que el sacerdote había fallecido en julio pasado. Con él, se fueron plegarias, rezos, confesiones y cientos, pero cientos, de exorcismos.

El cura era conocido por ser uno de los pocos que la iglesia católica autorizó para realizar esta práctica a quien lo necesitara. Es decir; ante él se presentaron cientos de personas que aseguraban estar poseídas por el demonio para que Mancuso los exorcise y deje sus cuerpos limpios.

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Su trabajo de combatir al diablo no fue un secreto guardado bajo siete llaves y, lejos del escepticismo que incluso hay dentro de la propia iglesia, el mismo cura se encargó de contárselo a quien le preguntara. Es más, cuando acumuló varios años de experiencias las plasmó en un libro llamado Mano a Mano con el Diablo: Crónicas de un Cura exorcista, editado en el 2012 por Sudamericana.

“Soy un cura exorcista. Enfrento con frecuencia al diablo y lo conmino a abandonar esos cuerpos que decidió poseer. Lucho contra el demonio. Nada más y nada menos”, explica el comienzo de su libro, como una lapidaria afirmación sobre lo que siempre fue, lo que no negó ser y que lo enorgulleció durante muchas décadas de su vida, y agrega: “Es una tarea muy pesada, que representa un esfuerzo que supera los límites conocidos como ‘humanamente posibles’”.

Mancuso nació el 8 de febrero de 1934 e ingresó al seminario menor de La Plata al cumplir los 16 años. Su destino fue la Catedral de la ciudad. La primera vez que realizó un exorcismo fue en 1984: “Fuera, basura”, asegura que le dijo el diablo. "Esas fueron las primeras palabras que me dirigió el demonio, durante nuestro encuentro inicial cara a cara”, rememora.

Mano a mano con el diablo

En ese primer relato, que marca su inicio con la práctica, detalla que se trató de una joven docente de catequesis que “destemplaba con sus aullidos el ámbito sereno de su parroquia”, también recuerda que era el mes de septiembre y que fue a visitarla a su casa, cuando ya había caído el crepúsculo primaveral entre el frío y el calor. Cuando entró en la habitación de la joven el ambiente era tristísimo porque “el Maligno nunca sonríe”.

“Estaba acostada en su cama. Apenas ingresé, la paciente reaccionó contra mí. ‘Fuera, basura’”, le dijo la entidad que poseía a la catequista. Su primera pregunta, recuerda, fue “¿por qué estás dentro de ella?”, y recibió una respuesta tétrica: “Porque me fue consagrada”.

Sobre la culminación del caso relata de forma textual: “'¡Que esos ojos no me miren! ¡No, no! ¡Que esos ojos no me miren!'. Los gritos de la joven catequista poseída me dieron una explicación, que terminé de comprender cuando recordé las palabras de San Felipe Neri: ‘El diablo no resiste la mirada del sacerdote’. En ese momento comprendí que yo era exorcista. La lucha culminó cuando la ceremonia llegó a su fin. El invasor fue expulsado del cuerpo y del alma de esta mujer, que luego tuvo una vida normal. Hoy, es esposa y madre de dos hijos”.

En su libro hay muchas historias más que detallan a la perfección cómo fue su lucha contra el diablo que poseía los cuerpos fieles, su mortificación y el daño que les causaba. Como el de Ángela, una mujer de 36 años madre de tres hijos, que estaba poseída y necesitó varias ceremonias. O Osvaldo, que el diablo, según Mancuso, accionó sobre su memoria, y como cientos y cientos más que pidieron su ayuda a lo largo de tres décadas.

Entre los muchos conocidos que tuvo a lo largo de su vida, hubo uno que fue cercano a sus relatos, a la historia del sacerdote exorcista. Se trata del escritor Nicolás Colombo, quien fue cercano por su familia, amiga de Mancuso que ofició los sacramentos de la mayoría, y por el interés propio que le causaba su figura.

“Dentro de la Iglesia Católica hay un montón de gente que cree, pero la mayoría no cree en el exorcismo”, explicó Colombo a El Destape y recordó que Mancuso le decía que “se acercaba mucha gente de otras provincias, porque los arzobispos de esas provincias no creían en el exorcismo, entonces a esa gente no le quedaba otra que hacer un viaje cuando tenían que exorcizarse”.

Entre las charlas que tuvieron, afirmó que el cura comparaba lo que hacía con la película El Exorcista -emblemática película sobre un exorcismo de 1973: “La gente se sentía mal, por ahí, del lado espiritual o pensaba que estaba poseída y enseguida iban al exorcista con la idea de hacerse ritual y liberarse del demonio, pero muchos eran casos psiquiátricos”.

Sobre este punto, explicó que “hubo muchos casos de gente con algún problema de salud mental, entonces él los derivaba con un profesional”. De hecho, Mancuso contó que en ciertos exorcismos había un psiquiatra, además de hacer con anterioridad una extensa entrevista con la familia para entender el contexto. Sumado a esto, tenía un metodo bastante preciso que se explica por sí sólo: les rociaba agua que no era bendita y esperaba a ver cómo reaccionaban. 

“Él cumplía, además, su función de sacerdote. La de dar misa, de hacer confesiones, de hacer bautismos, casamientos y demás, no es que la función principal era exorcista”, aseguró Colombo, y esto quedó claro en los muchos mensajes que dejaron quienes lo conocieron en las redes.  Algunos de sus fieles apesadumbrados le dejaron dedicatorias: “Palabras justas, palabras sabias, palabras santas. Que brille para él la luz que no tiene fin”, “En mi familia lo apreciábamos muchísimo, nos casó y también bautizó a nuestros hijos. Siempre lo vamos a recordar”, “un gran sacerdote exorcista, que dios lo tenga en la gloria”.

Mancuso, sin dudas, supo que su misión en la vida era la de no ser un mero observador. O como reflexiona en su libro, al describir el ejercicio del exorcismo: “Es el combate de un humano contra las fortalezas más antiguas del Universo. La mía, queda claro, no es una actividad sencilla. ¿Cómo ataca el diablo? Con voluntad de hacer daño y con garras terribles, que, de cierta manera, me recuerdan a la electricidad: son invisibles pero tangibles y tienen la capacidad de mover al mundo”.