Funciona desde 1902 y se convertirá en el primer bar notable de la comuna 13

Es uno de los pocos que conserva la fachada original y la tradición de regalar un vaso de caña con ruda todos los 1 de agosto. Desde 1966, la familia Cofiño administra este bar de habitués. 

30 de julio, 2023 | 11.21

“Desde 1902” es el lema del antiguo bar Conde, ubicado en la esquina de Conde y Federico Lacroze, en el barrio porteño de Colegiales. Muy pronto se convertirá en el primer bar notable de la Comuna 13, una distinción que ya le habían ofrecido a la familia Cofiño pero que hasta hace poco se negaban a recibirla: “En su momento no quisimos porque pensamos que no nos iban a dejar hacer cambios. Ahora decidimos que sí y ya vinieron los titulares de la Comuna 13 para iniciar los trámites. Nos insistieron porque va a ser el único de esta comuna”, dice orgulloso Lucas Cofiño, que desde 2016 tomó la posta del bar.

Desde sus inicios, el bar Conde fue un típico cafetín de barrio que convocaba a vecinos y vecinas de la zona. En 1966 el bar pasó a estar administrado por el padre de Lucas, José Luis Cofiño, un asturiano que había llegado al país cuatro años antes. A partir de ese momento, el bar ofreció tragos, minutas y sándwiches. Hoy en día, el sándwich de jamón crudo, queso y manteca y el de matambre y queso son aclamados en las redes sociales. Además, el bar es uno de los pocos que conservan la tradición de regalar un vaso de caña con ruda todos los 1 de agosto. “Es una costumbre de mi viejo que yo decidí continuar”, señala Lucas.

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“Te diría que un 90 % de los clientes de Conde son clientes fijos, gente del barrio, gente mayor que se junta con su grupo de amigos siempre a la misma hora, toman su café y charlan. Suele venir gente nueva pero no es lo normal. Se trabaja con gente habitué”, continúa.

Entre las bebidas más solicitadas, se destaca el Cinzano con fernet, un clásico mejor conocido como el “ferroviario”. También suelen servir cognac, vasos de vino tinto o blanco, y legui, “tragos que toma la gente mayor”, detalla Lucas.

La dueña de la propiedad es la misma de otros tres locales emblemáticos de esa cuadra: la fiambrería La Primavera y la panadería Iris. “El pan y las facturas son de ahí. Vamos a cada rato a buscar facturas entonces están siempre frescas y son de una calidad superior”, asegura Lucas.

Durante años, Conde estuvo custodiado por Octavio, un gatito que nació en el patio del fondo del bar. “Se la pasaba durmiendo en las sillas al lado de los clientes”, recuerda Lucas. Octavio murió “de viejito” en enero de 2014 y su foto se encuentra colgada en una de las paredes del negocio.

Un bar familiar

Antiguamente, en la última ventana del bar funcionaba un pequeño kiosko, que también estaba a cargo de José Luis. En esos años, Adriana Cepeda, una mujer rosarina que vivía a la vuelta, era una asidua clienta del kiosquito. De tanto frecuentar el lugar, terminó enamorando a José Luis y luego de un tiempo se casaron. Tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer.

“Con mis hermanos nos criamos acá. Mi hermana trabajó un tiempo, pero nunca le llamó mucho la atención. Mi hermano también, pero después abrió su propio local. Los que más estuvimos en el negocio fuimos mi mamá, mi papá y yo. Ahora me hago cargo yo solo, junto con las empleadas”, describe Lucas.

Actualmente, José Luis está por cumplir 83 años y, por indicación de su médico, todos los días “cruza” aunque sea un rato para tomarse un café y charlar con clientes habitués.

Ambientado “a la antigua”

El bar siempre mantuvo la fachada original, al igual que la persiana y los mostradores, que son de madera y “esconden” las heladeras detrás. Los únicos cambios se realizaron en las mesas, que tienen más de 30 años, y las sillas. “Antiguamente eran de chapa y de color naranja. Lo que hicimos fue poner unas acolchonadas, pero siempre manteniendo el estilo antiguo, de color marrón. Las tuve que cambiar porque se fueron rompiendo”, relata Lucas.

El color del techo y las paredes también se conservan, aunque con algunas pequeñas modificaciones. “Antiguamente se pintaba el techo hasta la mitad de la pared como para ‘bajarlo’, después se pintó bordó y mantuvimos las paredes color ‘cremita’. Cuando pintamos la gente entraba preocupada pensando que se estaba reformando, pero solo se estaba emprolijando un poco”, cuenta entre risas.

Otro punto distintivo del lugar son las persianas negras con murales pintados por artistas de la zona en 2018. “Son las mismas desde siempre, tienen resortes arriba y son tan pesadas que las tengo que levantar con un fierro”.

Las letras pintadas sobre las ventanas también fueron realizadas por un cliente del bar, que se ofreció a hacerlo respetando el diseño original de la época en la que José Luis arribó al negocio.

El bar suele ser elegido para filmar cortos, películas y series. También es habitual que reciba la visita de varios famosos como Esteban Lamothe, Rodrigo De La Serna y Jorge Corona. Además, la frecuentan muchos jugadores de fútbol y directores técnicos, por lo que el local tiene colgadas varias camisetas firmadas por jugadores de River, Chicago, Racing, Excursionistas y Chacarita.

Sobre el mostrador hay estantes que exhiben una infinidad de antiguas botellas de bebidas alcohólicas nacionales e internacionales. Lucas asegura que hay muchas más guardadas ya que “no entran todas”. “Son de mi papá pero también de clientes que traen objetos antiguos para que los expongamos”.

La pandemia

Lucas asegura que la pandemia fue un “antes y un después”. “Antes hacíamos minutas, papas fritas, churrascos y tartas. Eso se cortó y ahora funcionamos solo como sandwichería y cafetería”.

Los grandes cambios, según Lucas, ocurrieron debido a que muchas empresas de la zona comenzaron a trabajar a distancia. Actualmente el bar funciona de 8 a 20 o 21 horas, dependiendo de si hay gente, pero antes de la pandemia las persianas del local se subían a las 6:30 y se volvían a bajar a las 22 horas.

“La idea es que en un tiempo vuelvan las minutas, pero no quiero más empleados de los que ya hay. Estoy pensando en abrir los domingos pero también tengo que descansar. Lo bueno es que siempre hay gente y un buen acompañamiento del barrio y de los vecinos”, destaca.

“Yo lo miraba a mi papá y veía cómo estaba todo el día acá y me llamaba la atención. Le decía que largara un poco y hoy lo entiendo. En pandemia yo venía a tomar mate solo con todo cerrado. Los domingos vengo con el bar cerrado y me vengo a tomar un café. Es como una descarga a tierra, lo necesito.”

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