Funciona desde 1962 y en sus mesas se sentaron desde Moria Casán hasta Alfonsín: Boston City, la confitería cuyo legado sigue gracias a tres empleados

Ubicada en el pasaje peatonal que une las calles Florida y San Martín, aún conserva el estilo Art Nouveau de sus inicios. Por su ubicación, sus empleados vivieron el estallido del 2001, como también otros hechos históricos como el COVID-19, en el que presenciaron, por primera vez en 62 años, las calles completamente vacías. Hoy continúa existiendo gracias a tres trabajadores que están desde el comienzo.

05 de marzo, 2024 | 00.05

El microcentro porteño viene sufriendo grandes modificaciones, entre ellas, una fuerte merma del público afluente, un fenómeno que se profundizó luego de la cuarentena por el Covid-19. Sin embargo, aún quedan pequeños reductos que resisten el paso del tiempo. Tal es el caso de la Boston City, la antigua cafetería de la galería Güemes, ubicada sobre la calle Florida.

La Boston es uno de los locales comerciales que se encuentra en el pasaje peatonal de más de 100 metros de extensión de estilo Art Nouveau que une las calles Florida y San Martín. Lo más habitual es que a los clientes los reciban cualquiera de sus tres dueños, Martín Cost, Hugo Fernández o Darío Choque, quienes los saludan por su nombre y saben de antemano qué van a pedir porque, como dicen, “el cliente no es cliente, es un amigo”.

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El bar cuenta con un sector de mesas, pero lo más icónico es su barra semicircular de mármol donde todavía se puede tomar un café “de parado”, a la vieja usanza, y charlar sobre temas cotidianos con cualquiera de los mozos. 

“El bar de los gallegos”

El negocio, según se sabe, funciona desde 1962. Sin embargo, hay registros escritos a pluma que indican que habría funcionado desde 1957. “Esos documentos los guardo como una reliquia”, se sincera Martín.

El bar abrió sus puertas de la mano de seis “gallegos” oriundos de Galicia y Asturias. Ellos eran Ignacio, Alfredo, Ángel, Aladino, José y Francisco, a quien todos le decían “el tío”. Tres de ellos eran parientes y los restantes eran amigos.

Los “gallegos” trabajaban de mozos de bandeja, pero también preparaban café y se encargaban de cobrar en la caja. “Ellos hacían todo”, asegura Martín, en diálogo con El Destape.

Martín, Hugo y Darío comenzaron a trabajar en el bar en épocas en la que la calle Florida todavía era un verdadero mar de gente. Martín comenzó en 1971, cuando tenía 16 años, Hugo en 1983, cuando tenía 20, y Darío en 1996, cuando tenía 16.

Los jóvenes aprendieron el oficio de “los gallegos”. “Nosotros no éramos simples empleados, ellos trabajaban a la par nuestra”, afirma Martín. En ese entonces, el jovencito empezó como lavacopas, luego pasó a ser sandwichero y finalmente pasó a ser pastelero. “Ahí me quedé para toda la vida”, afirma con una sonrisa.

“Yo arranqué como lavacopas, después pasé a ser mozo y a estar atrás de la máquina de café, pero todos hacemos de todo”, agrega Darío.

El bar funcionó siempre en el mismo local de la galería en la que, a diferencia de ahora, sobresalían los locales de comida como “El Danubio”, donde Hugo había trabajado antes de entrar a “La Boston”. “Ahora quedan solo dos o tres, pero en esa época había como siete u ocho locales gastronómicos”, señala Martín.

En la galería, “la Boston” es uno de los locales más antiguos, junto con la perfumería de la entrada, que funciona desde 1870, y una casa de quiniela. Antiguamente, también funcionaban regalerías, un negocio de revistas importadas, una sellería, una disquería, una vinería y una pizzería llamada “Jet”. Actualmente hay locales de los más variados, donde se destacan una chocolatería, algunas casas de ropa, una relojería y una óptica.

“Los gallegos” estuvieron a cargo del local hasta el 2005, luego de que tres de ellos fallecieran y a los tres restantes “se les vinieran los años encima”. Desde ese momento, Martín, Hugo y Darío, junto a otros tres socios, se hicieron cargo del local.

Los seis nuevos integrantes ampliaron la oferta gastronómica. A la confitería le agregaron platos para el mediodía, más allá de las minutas clásicas y la sandwichería con la que ya contaban. Además, agregaron el servicio de delivery. “Hay milanesas con papas fritas o a caballo, lomo, pechuga grillada, suprema, matambre a la pizza, y todos los días tenemos distintos menúes, además de los tradicionales, como tortilla de papas, y diferentes tipos de tartas. Además de los aclamados lomitos, que pueden venir al plato con guarnición o en sandwich”, asegura Martín.

Un tiempo después, dos de los otros socios fallecieron y el tercero vendió su parte.

El bar famoso por su café y sus vigilantes

La Boston, que desde 2011 integra la lista de bares notables de la Ciudad de Buenos Aires, es conocida por su café y por la elaboración propia de facturas, una tarea que se encuentra en manos de Martín. Su especialidad son los “vigilantes”, pero también ofrecen medialunas, pastafrola, palmeras grandes, tarta de ricota y tarta de manzana. “Hoy en día lo que más piden son facturas”, describe el pastelero.

Darío cuenta que cuando empezó a trabajar en el bar, con la propina se iba a jugar a “los fichines” de Florida y Lavalle. “Un día veo a dos personas que se encuentran y que querían ir a tomar un café. Uno de ellos le dijo al otro que conocía el lugar ‘para tomar un buen café’ y lo trajo caminando hasta acá. Hoy en día hay un montón de gente que nos dice que viene caminando tal vez 20 cuadras para tomarse un café. Por eso el café de acá no lo cambiamos”.

El local es uno de los pocos que funciona desde las 6 de la mañana hasta las 4 de la tarde. “Hay dos o tres clientes que pasan bien temprano y son clientes de hace mucho tiempo”, relata Martín.

Un local con historia

Martín señala que los cambios en la geografía de la calle Florida comenzaron hace casi diez años por diferentes crisis económicas que fue enfrentando el país. “Sin embargo, desde la Pandemia por Covid-19 hay menos público, menos gente que labura en los bancos de manera presencial y los dueños de las oficinas se dieron cuenta de que los empleados pueden trabajar mejor desde sus casas”.

A todo eso, asegura, hay que sumarle una merma por la situación económica actual. “Los clientes vienen, pero gastan menos. Nuestros clientes son, en su mayoría, empleados del Banco Provincia y del Banco Nación. En la época en que el café salía 1 peso con 20 centavos, un bancario se tomaba entre 5 o 6 cafés por día. Entonces por ahí venían 6 u 8 compañeras y uno pagaba el café de todos. A la hora y media venía otro grupo y era otro el que pagaba el café de todos. Eso no existe más”, describe Martín.

La ubicación de la confitería hizo que Martín, Hugo y Darío, hayan sido testigos de hechos históricos como los sucesos de diciembre de 2001. “Nos tuvimos que esconder en el sótano del bar porque los gases lacrimógenos que tiraba la policía habían ingresado a la Galería. Fue terrible. Yo me tenía que ir para la zona de Once y no te paraba nadie. Había que salir de acá de alguna forma y no paraban los colectivos”, recuerda Darío.

Otro recuerdo, aunque un poco más reciente, es el cierre durante nueve meses por la Pandemia por Covid-19. “Durante ese tiempo acumulamos deudas y cuando volvimos a abrir no había nadie. Estábamos los tres acá sentados prácticamente solos. La gente nos pedía por favor que los dejáramos entrar a tomar café acá en la barra. Ahí me di cuenta del valor que tenía el negocio, había gente que entraba y acariciaba la barra”, acota Darío.

“Un día una señora me mostró una foto que se había sacado cuando un empleado de seguridad le había dicho que habíamos cerrado. Me mostró y era una selfie de ella llorando porque pensó que no iba a poder venir nunca más”.

Por la confitería pasaron infinidad de políticos, como Ricardo Alfonsín y Horacio Rodríguez Larreta; actores y actrices, como Moria Casán y Adrián Suar, que estuvo filmando la película Jaque Mate; periodistas como Fernando Bravo, Polino y Ceferino Reato; deportistas como “el pato” Fillol; y el músico Hugo del Carril. Además, el lugar fue utilizado como locación para filmar publicidades y series, como “El Tigre Verón”. “Tengo ganas de hacer una pared con fotos y que sea ‘el rincón de los famosos’”, concluye Darío entre risas.