Entre fines de los ’60 y principios de los ’70, desde obreros de la mítica textil Grafa en Villa Pueyrredón hasta vecinos de la aristocrática Recoleta coincidían en sorprenderse cuando al subir a un colectivo de la Línea 110 encontraban al volante a Ana Rossi, una de las pioneras entre las choferes de transporte urbano porteño.
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Por entonces, sobraban los dedos de una mano para enumerar a las mujeres colectiveras: junto a Ana integraban la lista Elena Kolonavuk, que trabajó muchos años en la 9; Marta de Olivera, de la 7 y Teresa Araya, quien manejó unidades de la 106, la 65 y la 134.
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Ana conducía en sus comienzos un Mercedes Benz 321, conocido como “la chanchita”. Además, como se estilaba en la época, cortaba el boleto y cobraba el pasaje. Lucía un guardapolvo marrón, con mangas azules, uniforme de aquellos tiempos, previo a la emblemática camisa celeste.
Los colectivos, una elección
Ana murió el pasado 10 de julio a los 76 años. Se convirtió en chofer de colectivo a pesar de que ya que se había formado en otro oficio, el de mecánica dental, en el que llegó a ejercer un tiempo. Pero prefirió dejar esa profesión para lanzarse a manejar. Su acercamiento al mundo del transporte se dio a partir de su matrimonio con Eliseo Portas, que era colectivero de la 110. Su esposo, a su vez, era hijo de Juan Portas, que fue uno de los que fundó la Línea en 1944.
Juan Carlos González, del Museo del Colectivo Antiguo, fue amigo de Ana. “Era muy respetada por todos sus compañeros de trabajo. Es más, ganó en 1978 el premio a mejor colectivero que entregaba Goodyear”, destaca.
Otro de los grandes logros en su trayectoria, según confirma González, es que “instruyó como colectivero a quien hoy es el presidente de la Línea 110, Jorge Fernández. Formó en el manejo a muchos que empezaban en el oficio”.
González destaca las cualidades de Ana al volante. “En los más de 20 años que estuvo como chofer de colectivo jamás tuvo choque alguno. De ningún tipo, ni siquiera un incidente menor. En la Línea en ese entonces era una vergüenza, por ejemplo, chocar de frente”.
Con su trabajo, Ana junto a su marido se capitalizaron con la compra de una unidad de la línea en la que trabajaban y luego de otra de la 111. Entre colectivos criaron a su hijo Miguel, quien eligió el oficio de mecánico que ejerció en la 110, donde llegó a ser jefe del taller.
En colectivo a la mesa de Mirtha Legrand
Tanto Ana Rossi como sus colegas Elena, Teresa y Marta eran noticia para los programas periodísticos de la época. Las entrevistaban tanto de Telenoche, en el 13, como de Teleonce. Y también se sentaban a almorzar con Mirtha Legrand.
En el archivo DiFilm en youtube se puede ver una nota de televisión de 1967 a Elena entrevistada por un joven Julio Lagos. “Viene el colectivo y usted se encuentra con esta sorpresa”, dice el cronista. La cámara enfoca a la conductora. “la sorpresa es rubia y tiene ojos celestes”, avanza el periodista. Cuenta que es casada, que tiene tres hijos, que hace cinco meses es colectivera. Que previamente estuvo dos años arriba de un taxi. Dice que le ha costado muchísimo llegar a este trabajo “porque no cualquier hombre se arriesga a un coche a una mujer porque dicen que somos un desastre en la calle”.
A cincuenta años del camino abierto por Ana, Elena y sus compañeras, muchas puertas siguen cerradas para mujeres que buscan ejercer el oficio de manejar colectivos. En 2018 un fallo de la Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo condenó “al Estado Nacional y a empresas de colectivos del área metropolitana por discriminación contra las mujeres para trabajar como choferes en el transporte público de pasajeros”. Lo hizo en relación a la causa abierta por Erica Borda, chofer con diez años de antigüedad que era rechazada por las empresas después de haber sido atropellada cuando conducía una moto a la salida de su trabajo.
Del colectivo al camión
Ana está identificada con la Línea 110. Manejó unos meses su vehículo en la 111, pero rápidamente retornó a la empresa en la que estuvo siempre. En su trayectoria, además de manejar “la chanchita”, estuvo al volante del Mercedez Benz 312, 1112 y 1114.
Recién se bajó de un colectivo cuando adquirió un camión y empezó a recorrer las rutas argentinas. Viajó por todo el país. En sus viajes por el interior, Ana gustaba visitar viejas estaciones de tren. Su pasión por esos paisajes la llevó a retomar la pintura que había estudiado de chica con la realización de cuadros con motivaciones ferroviarias. En pinturaferro.blogspot.com Ana recopilaba sus obras. Se planteaba “redescubrir parte de la historia de aquellos asentamientos que se han gestado a su vera. Forman parte de mi vida, recuerdos como frecuente viajera durante mi niñez visitando a mi familia en Santa Fe”.
Los camiones, los campos y las pinturas, sin embargo, no alejaron jamás a Ana del mundo del colectivo. Al tiempo de la muerte de su esposo, Ana se puso en pareja con Juan Manuel Mozo, un colectivero de la ex Línea 54.
González contó que a Ana le gustaba participar de las exposiciones de colectivos antiguos que organizan en las que se exponen micros restaurados de distintas décadas. “Hace unos años le hicimos dos homenajes, que le generaron mucha emoción Uno en la línea 278, donde se pudo subir a tres vehículos antiguos Mercedes Benz 312, el mismo modelo con el que ella había arrancado a trabajar”, relata. El segundo reconocimiento fue en la terminal de la Línea 45 en Remedios de Escalada, que cuenta con un museo propio. Ana recibió un diploma de honor, souvenirs de todo tipo relacionados, por supuesto, con la historia del colectivo. Esa que la tiene entre las primeras mujeres choferes.