En pleno barrio porteño de Villa Crespo, sobre la avenida Corrientes al 5436, se encuentra el Café San Bernardo, un típico bar antiguo que funciona como un salón de juegos que, hoy en día, reúne un público de todas las edades.
El bar fue fundado en 1912 por un grupo de “gallegos” inmigrantes y su nombre se debe a la parroquia San Bernardo Abad, que se encuentra ubicada sobre la calle Gurruchaga 171, conocida como la iglesia del “Cristo de las Manos Rotas”.
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Desde sus comienzos estuvo ubicado en la planta baja de un edificio de inspiración Art Nouveau, ubicado sobre avenida corrientes 5436, y rápidamente se convirtió en un lugar emblemático del barrio.
A partir de la década del ’60 fue administrado por el español Jesús Fernández y se caracterizó por albergar muchísimas mesas de villar y espacios para que los “parroquianos” disfrutaran de poder jugar al dominó, a las cartas, los dados, al Jenga o al burako. Antiguamente, en la planta alta del edificio funcionaba el circulo de ajedrez.
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Con el paso de las décadas, algunas mesas de billar fueron reemplazadas por unas de pool y en la década del ‘80 ingresaron las primeras mesas de ping pong y de metegol.
En 2006, el bar pasó a estar en manos del hijo de Jesús, Carlos, y en 2009 se sumó Laura Ávila, su esposa. “Antes del 2010, nuestro público era mayoritariamente mayor porque eran los que venían desde jóvenes y siguieron la tradición. Pero en esa época se produjo un quiebre que se transformó en una especie de redescubrimiento de la gente joven que empezó a venir por nostalgia, porque recordaba que venía con su abuelo, o con su papa”, relata Laura, en diálogo con El Destape.
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En 2012 fue reconocido por la Legislatura de Buenos Aires como Sitio de Interés Cultural y dos años más tarde, fue nombrado Bar Notable de Buenos Aires.
“Hace 15 años atrás creíamos necesario asignarle una fecha de cumpleaños y nos pareció una buena idea que fuera el 20 de agosto, porque es el día de San Bernardo”, cuenta Laura, sobre la conmemoración de su historia.
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Actualmente, el negocio funciona de lunes a viernes de 13 a 3:30 horas. Los sábados abren de 8 a 3:30 y los domingos de 18:00 a 3:30 horas. El bar ofrece café, licuados, hamburguesas, una gran variedad de tortillas y una amplia oferta de tragos que, según Laura, fueron evolucionando porque originalmente la clientela pedía las bebidas alcohólicas sin corte de gaseosa o de jugo.
“El ‘Sanber’ es el lugar donde desaparecen las diferencias, donde no importa la edad, la religión o la nacionalidad. Tiene sentido de pertenencia y una mística propia”, resalta.
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Juegos e integración
Al San Bernardo hoy en día concurre un público amplio: los habitués, pero también padres que van con sus hijos a jugar al metegol, grupos de amigos y amigas y adolescentes que festejan su cumpleaños. “Me doy cuenta que no existen muchos espacios de recreación para adolescentes, de entre 13 y 18 años, ¿dónde se divierten? Por eso, es valorable que en el ‘Sanber’ podamos cobijar a todos”, asegura Laura.
Una de las particularidades que Laura resalta del bar, es la posibilidad de integración que generan los espacios lúdicos. “Lo normal es que venga un grupo de personas amigas a jugar al ping pongo, al pool o a cualquier juego, pero en 2019 descubrimos que había mucha gente sola que les decía que querían jugar al ajedrez o algún otro juego, pero que no tenían con quién”.
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Por eso, en 2019 Carlos y Laura iniciaron una convocatoria de juegos que luego la pandemia por Covid 19 “supo escurrir”. Sin embargo, es algo que planean retomar de cara al 2024. “Diariamente recibimos al público habitué con el afán de encontrarse con los parroquianos, con los que vienen todos los días simplemente a jugar y no importa quién es la persona que se encuentra del otro lado. Siempre me pregunto si será así en otro lugar, gente que juega con otra sin importar la condición social, económica, cultural, política que tiene su compañero. A mí me genera admiración ver que el señor que vende paltas en la otra cuadra de nuestro negocio puede sentarse a jugar con alguien en una condición social y económica totalmente distintas. Esto es lo maravilloso en el Sanber”, describe.
Por eso la decisión de retomar el proyecto ideado en 2019: “Queremos trasladar lo que pasa cotidianamente a nuestro público que no es el habitué. Nos vamos a juntar a jugar, pero no vas a jugar necesariamente con tu amigo. La idea es armar una bolsa de nombres para ir sorteando porque necesitamos conocernos, olvidarnos un poco de las redes sociales y vivir más libremente la posibilidad de poder jugar. Queremos hacer una propuesta de integración con esta temática. Para que la gente venga con sus amigos, pero para que juegue también con otras personas”.
Actualmente se siguen manteniendo los mismos juegos tradicionales desplegados alrededor de su amplio salón, pero Laura y Carlos quieren ampliar la variedad y la oferta e incorporar el 4 en líneas, el Uno, y sumar juegos en versiones más grandes como el Jenga.
Otro objetivo que Laura y Carlos se plantearon para el 2024 es empezar a concientizar sobre los beneficios que traen los diferentes juegos y la importancia de poder tener en esta ciudad un lugar con ofertas lúdicas. “El metegol, por ejemplo, nos ayuda con la motricidad. Pero todos los juegos nos permiten desarrollar cierta picardía, esa estrategia de miradas en equipo. Debemos revalorar los juegos, y no importa si son los tradicionales o los nuevos”, explica Laura.
“Otra propuesta que tenemos tiene que ver con que ganar un juego está asociado a ganar plata, y eso lo queremos dejar para los casinos. Los premios que damos nosotros son tortillas con cerveza si es un adulto, con gaseosa si es un chico, o un voucher para volver a jugar una hora gratis. Estamos trabajando con esas y otras propuestas que todavía no podemos contar, pero que pueden funcionar para poder manejar muchas de las situaciones difíciles que venimos atravesando los argentinos”, concluye.