Fifí Real es una cantante, bailarina y actriz transgénero no binaria que a través de su arte supo romper con el régimen de heterosexualidad obligatoria que se le impuso desde su infancia. Unos 10 años atrás, nadie se hubiera imaginado que una feminidad no binaria con bigotes, rulos, tacones y vestidos podría cantar e intervenir el mundo del tango, un espacio masculinizado y tantas veces aferrado al machismo. Después de perder una compañera durante el macrismo, y destacando su preocupación ante el avance de la ultraderecha, Fifi aprovecha el arte como un acompañamiento clave para poder atravesar la tristeza, tanto para ella como para quienes la escuchan.
Fiel a su estilo de elegancia y glamour, para esta entrevista con El Destape, Fifí llevaba puesta una camisa negra de una tela que brilla como seda china. Sus rulos savage, que le llegaban hasta el hombro, hacían juego con sus bigotes y el rojo carmesí de su boca eran una expresión de género cabal de una artista que sabe transitar por las fronteras de lo femenino y lo masculino.
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Esa ruptura también la expresa en el escenario. Tuvo la dicha de interpretar a la gran Tita Merello en un homenaje en el Centro Cultural Néstor Kirchner junto a La empoderada Orquesta. Esa noche lució un vestido de brillos, transparencias y una chalina de plumas. En el medio de la canción "Se dice de mi", Fifí recitó: "En mi pura inocencia y tan pequeña yo, me gritaron puto, torta, trava, marica. Desde hoy en adelante tengo el tupé de ocupar los espacios, de hacerme visible y, sobre todo, de cantar el tango”, con una impronta escénica que dejó maravillado al público presente que la ovacionó al finalizar el tema.
El machismo en la triple frontera
De pequeña, desde la ventana de su habitación miraba Encarnación (Paraguay) y creció escuchando el ruido de la llegada de los barcos areneros antes de que existiera la costanera que hoy tiene Posadas. Podría decirse que a Fifí la define a la perfección su identidad transfronteriza que reivindica: su padre paraguayo escapó de la dictadura de Alfredo Stroessner y su madre misionera tiene raíces brasileñas,
Tuvo una infancia triste y nostálgica, atravesada por la violencia familiar por haber fallado como varón, en una provincia machista como muchas otras, a la que se le sumó la tradición de misoginia paraguaya que prima hasta hoy en día. "Siempre bailaba a escondidas en mi casa y a la siesta. Yo creía que no me veían, pero mi familia lo sabía. Me acuerdo una vez que mi hermana me expuso en una comida familiar y yo me quise morir porque eso estaba prohibido en casa y me pegaban por eso"
Durante su adolescencia llegó la violencia hacia su corporalidad y también a su identidad. Fue a un colegio técnico y era delegada de curso, siendo visiblemente marica aún sin asumirlo. A los 19 se exilió de su Misiones natal hacia Capital Federal para encontrar nuevos rumbos donde poder existir sin tanto prejuicio y discriminación.
El tango como rescate
Fifí comenzó su carrera artística entre milongas y de a poco fue encontrando su lugar en el mundo. "El tango para mí fue un rescate que encontré, lo podía bailar porque era lo que yo creía que estaba aceptado como varón y de tanto ir a las milongas y escuchar tango, esas melodías de orquestas antiguas y contemporáneas fueron calando hondo en la tristeza que venía reprimiendo. Era una persona que no lloraba, que no podía expresarme, estaba totalmente negada a lo que me había pasado. Como forma de supervivencia y como mi mamá me dijo siempre trabajaba para salir adelante. Mi cabeza estaba en esa, hasta que empecé a bailar, a poner el cuerpo, a recuperar el movimiento de mi caderas y de mi pecho, que me llevó muchísimo tiempo. El tango me recibió y me dijo ‘creo que ahora que estás un poquitito a salvo, te toca llorar.’ Y lloré."
En 2008 Fifí comenzó a estudiar comedia musical y cuatro años después nació Fifí Tango. Confiesa que el canto fue lo que más le costó y trabajó incansablemente para lograr un nivel de profesionalismo deseado. No solo era una cuestión de técnica vocal, tuvo que desentenderse y deshacerse de 20 años de represión de sí misma hasta que logró sacar toda una emocionalidad que tenía prohibida también en su voz.
Un tiempo después Fifí se alejó de las milongas tradicionales y habitó el tango en los espacios de la disidencia sexual: "Mis primeras milongas fueron paquis pero al poco tiempo ya estaba transitando el tango queer desde la danza. Tenía el deseo de querer entrar y ser validada como cantante de tango en la Fernández Fierro, en el Torcuato Tasso pero en un momento dije, soy muy rara y cuando sea lo suficientemente rara y buena ellos me van a buscar a mí. Eso me está pasando ahora y yo ya estoy en otra. Una artista no puede vivir solo de cumplir sueños, siempre laburé desde la autogestión y precarizada. Para poder trabajar como artista musical en Argentina tengo que negociar muchísimo mis principios, no voy a sumarme a la industria para crear un producto, sé hacerlo pero como artista no es lo que quiero, ni me interesa. Tengo muchos colegas que son parte de la disidencia y que no pueden decirlo abiertamente o que no construyeron su carrera abiertamente como personas de la comunidad LGBT porque tuvieron que sobrevivir a ese tango machista y les veo súper reprimides".
En las milongas queers como La Marshal, Casa Brandon, Mu La Vaca, Fifí se encontró con el trabajo autogestivo de la de comunidad LGBTIQNB+ sin ser mirada con rareza y más tarde, con el devenir trava, se ganó el respeto en los espacios más tradicionales del tango. Ahora transita cualquier milonga montadísima y ya nadie se anima a decirle nada.
"Para mi cantar tango queer es pararse desde una perspectiva política, social y género, cruzada con mis propias experiencias. Siendo un transfemenidad fronteriza, eso cambia la cosa porque puedo agarrar tangos con letras machistas o letras incorrectas y cruzarlas con la experiencia de mi mundo y hacerlo mío de alguna manera, o mantenerlas así como están para también mostrar lo ridículas que somos, porque el tango que a mí me gusta, que es el tango dramático, tiene mucho de esas pasiones tristes que con nuestro inconsciente colonizado aún las vivimos en las relaciones", reconoce Fifi.
Sobrevivir al miedo
A lo largo de sus más de 10 años de carrera, la artista realizó varios cambios en su repertorio. Sus canciones variaron por temporadas y espectáculos. En el Maipo brilló con “Me gritaron Fifí”, un café concert teatral, también pasó por los tangos clásicos, colaboró con el grupo China Cruel y, en este último tiempo, está muy cercana a las melodías de Piazzola.
El 2019 fue un año bisagra para Fifí: estaba transicionando, sufrió la pérdida de su abuela materna que la crió y de su amiga Le Brujx, icónica drag porteña: "En medio de mi transmisión tenía muchísimo miedo a morir. Me acerqué a Piazzola con ‘Balada para mi muerte’ y ‘Vamos Nina’, a Eladia Blázquez con ‘Siempre se ha vuelto a Buenos Aires’ y ‘Milonga triste’ de Manzi porque yo canto solo lo que me atraviesa, de lo contrario, no puedo brindar el show de Fifí que a todo el mundo le gusta. Si a mí me pasa al tango, al público también. El público quiere eso porque no tenemos muchas herramientas para acercarnos a la tristeza y poder salir de ella, la perfo te contiene en el mejor de los casos cuando la canción hace ‘chan chan’ y se termina. Mi idea siempre en el escenario es poder acompañar a la gente a que mueva sus emociones, pero que también pueda salir de ellas".
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Mientras atravesaba sus duelos, Fifí ganó una beca para una residencia en Asunción, Paraguay para trabajar junto a otras nueve artistas sobre la temática de cuerpo y periferia. Presentó un proyecto de neo cabaret que tenía conexión intrínseca con el tango donde plasmó: "Mi cuerpa gorda queriendo atravesar lugares kinkies (no convencionales), fiestas de sex-positive sin el conflicto de ser la gorda peluda femenina en un espacio donde te cuesta desnudarte". Durante su estadía en Paraguay indagó sobre su familia, la dictadura de Stroessner y tejió redes de amistades con travestis de ese territorio, un país neoliberal donde no existe ningún derecho para la población LGBTIQNB+.
Hacerle frente a la ultraderecha
Fifí resurge con un mensaje de contención y nos dice: “Bailemos, no estás sola” y hace un análisis de una situación a la que no quiere volver: “Perdí a una compañera al final del mandato del macrismo y fue el macrismo quien se la fue llevando. La subida de la inflación, el cambio de la manera de consumo de las fiesta y en el consumo de la gente, el tarifazo y la persecución del Gobierno de la Ciudad hacia los centros culturales, cayó en la variable de ajuste llamada artista. El contenido y la potencia de los artistas fue bajando. Yo habito la noche y ese es mi lugar hoy, es ahí donde veo que estamos trabajando todas en conjunto para generar cuidados a les asistentes de la fiesta.".
También hizo un llamado a la reflexión: "Estos dos meses que se vienen no solamente tenemos que cuidar a la que está en la fiesta sino, también, estar atentas a la que deja de ir a la fiesta. Ver si necesita algo, si está deprimida, si está pegada a la cocaína. Creo que las artistas y las personas disidentes que somos ultra sensibles, somos catalizadores del clima social y si una se deprime, se cae y se queda sola corre el gran riesgo de ser una de las víctimas de este momento, antes de que entre el fascismo legalmente y ahí vamos a estar con problemas aún más graves. El año que viene todas esas disidencias de la Argentina, no de la Ciudad Autónoma de Buenos, sino las de las provincias, van a estar más en peligro que nosotras en la Ciudad y esas son las personas que van a armar la nueva ola migratoria disidente como lo fueron las brasileñas cuando ganó bolsonaro, las ecuatorianas o las venezolanas”.
Frente a la situación actual de crisis constante que vive el país y avance de la ultraderecha, Fifí reconoce que la mejor salida posible es el autocuidado colectivo, prestando atención a que no siempre se puede estar en la primera fila de la militancia porque “no todos los cuerpos son iguales, ni están aptos para correr frente a la policía, también la salud mental es algo de lo que hay que hablar, la problemática de consumo y las prácticas de riesgo a las que estamos expuestas”, explica.
Aquelarre techno-pop
Hace menos de un mes Fifí lanzó Invócame, su última canción donde traspasa el tango y llega al techno-pop. Este tema formará parte de su nuevo EP titulado “Post Cringe” que se lanzará el 1 de noviembre. "Invocame es la necesidad de hablarle a lo queer y el tango me quedaba corto. Todo lo que yo quería producir en la gente lo llevé al máximo con el tango, pero en un momento hay un techo y es que mis compañeras a las cuales yo le quiero hablar, en este momento, no escuchan tango en su playlist para motivarse y seguir adelante en este ‘cis-tema’ que nos hace bailar y darlo todo para sobrevivir", admitió.
Aunque en su nuevo disco se haya alejado del tango, asegura que su mirada ante la vida y el mundo sigue siendo tanguera, profunda, nostálgica, dramática y la manera de escribir sus nuevas canciones son tangos encubiertos porque crean paisaje y plantean una situación dramática que se resuelve en tres minutos. "Solo la poesía del tango tiene el poder de hacer eso", confiesa.
Después de sufrir depresión y transitar sus duelos, buscó salir del pozo bailando: "A través de mi propio proceso de haber podido llorar, con el tango logré que otras personas puedan llorar. Me acuerdo que muchas maricas, travas cuando salían de mi show me decían ‘no me gusta el tango, pero me encantó lo tuyo loca, me hiciste llorar’ y eso para mí es un mimo. La pregunta con Invocame es qué voy a dejar yo cuando me muera. No morí, pero casi y tenía mucho miedo que me pasara, por algo no pasó. Invocame es un mensaje muy portuario, del puerto que dice: ‘no estés tan sola en esta ciudad’. Todo el tiempo hay olas migratorias nuevas que no tienen el conocimiento de cómo funciona la ciudad y a las maricas y travas las terminan explotando, exponiendo a peligros y también matándolas".