Es médium y se volvió viral en TikTok al contar sus experiencias: "Nunca aprendí a lidiar con el miedo"

Samanta Marco ve y percibe cosas desde que tiene 5 años. Sus historias se volvieron virales en TikTok y asegura que allá afuera existe algo "mucho más grande de lo que pensamos, y que no comprendemos ni de casualidad".   

14 de diciembre, 2022 | 00.05

Samanta Marco tiene 26 años, vive en Bahía Blanca y tiene una de las sensibilidades más extrañas que pueden existir: percibe, ve y tiene contacto con almas y seres de otras dimensiones. Trabaja como periodista en una radio de su ciudad, pero en sus ratos libres, usa TikTok para compartir sus anécdotas con sus 35 mil seguidores, quienes la escuchan con fascinación. 

La ciencia no puede explicarlo todavía, pero desde hace millones de años existen personas que dicen tener contacto con espíritus. En la mayoría de los casos, la gente se muestra escéptica al escuchar estas historias, mientras que en otros se despierta “una especie de morbo” o curiosidad, explica Samanta en diálogo con El Destape, porque precisamente, la muerte es “uno de los grandes misterios de la humanidad”.

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“Desde que tengo memoria, desde los 4 o 5 años, tengo recuerdos de percibir en el jardín sombras que me asustaban”, cuenta Samanta, y dice que además le costaba mucho dormir sola porque se sentía observada. Cuando tenía 8, vivía en una casa de dos pisos que tenía un pasillo en la parte de arriba que nunca se animaba a cruzar. A diferencia de lo que la gente suele creer, la sensibilidad de los médiums no necesariamente implica ver cosas, sino percibir presencias. “Sentía que había algo ahí, pero no sabía qué”, explica.

A sus 8 años, Samanta también vio por primera vez a una de estas entidades. “En ese momento, mi hermana más grande, Paola, trabajaba en lo que hoy es Claro y tenía una compañera que falleció, por cuestiones de salud y porque era una mujer grande. Tengo recuerdo de estar en el departamento de mi hermana y ver a esta mujer en la puerta de entrada, como queriendo darle un mensaje a mi hermana de que ella estaba bien”, recuerda la tiktoker.

Paola fue la primera persona a la que Samanta se animó a contarle que percibía cosas. Y su respuesta la tomó por sorpresa: ella también tenía esa capacidad. Sin embargo, su casa no era el mejor lugar para hablar del tema. “Al principio era todo muy tabú, porque yo vengo de una familia muy religiosa, mis hermanos eran testigos de Jehová. Además, yo tampoco sabía muy bien qué era lo que me pasaba, entonces cuando le conté a mi mamá que veía cosas, me dijo: ‘Sami, no hay que creer en las brujas, pero que las hay, las hay’”, agrega.

“Me acuerdo que les dije que yo a veces veía sombras de colores que no sabía qué eran, pero que podía sentir si eran buenas o malas. Y en seguida me contaron una historia de una mujer del barrio que hacía brujería y que su causa de muerte habría sido una cuestión de espiritismo”, señala Samanta. Esa historia la asustó tanto que lejos de entusiasmarla a seguir indagando en ese mundo, intentó alejarse por completo: “Me centré en cerrar ese canal, pero nunca pude cerrarlo. Mi mamá me decía que si yo percibía cosas, era porque yo estaba abierta a hacerlo. Creo que mi liberación y la aceptación de que esto me pasa viene muy de grande, alrededor de mis 20 años”.

“Nunca aprendí a lidiar con el miedo. Todavía me sigo asustando”, admite Samanta. Pero gracias a su mamá, que la fue guiando, aprendió a gestionar ese temor: “Ella me calmaba, porque yo era muy chica y no entendía nada”. De igual forma, ninguna de sus amigas lo sabía, excepto Érica, una nena del barrio con la que jugaba que también tenía una percepción especial. “Calculo yo que viene de la sensibilidad, de ser una persona sensible, no solo a nivel perceptivo, sino también a nivel emocional. Creo que esa apertura es lo que te da la capacidad para poder sentir lo que quizás, otras personas no”, reflexiona.

Aunque Samanta cree que todas las personas nacen con una sensibilidad para el esoterismo, sostiene que “no todas son capaces de saber abrir ese canal y de aguantarse lo que viene”. “Porque una vez que vos lo abriste… Es como si fuese todo negro y de repente apareciera una lucesita, y todas las entidades van hacia ahí, como cuando los bichitos van a la luz. Es una cosa así, y hay que aprender a convivir con eso”, advierte.

Si bien Samanta puede comunicarse con estas entidades, ella no elige cuándo ni cómo sucede. Además de sentirlas, asegura que también pueden aparecer sensaciones físicas. “Se comunican cuando quieren. He lidiado hasta con que me toquen, me he levantado hasta con rasguños o moretones. Yo no la he pasado muy bien, porque así como hay energía buena, hay energía muy mala que se alimenta del miedo”, detalla. De igual manera, cuando entra a un lugar cargado de energías malas, puede llegar a sentir escalofríos o una angustia que le invade el cuerpo.

Estos seres se le presentan a Samanta en forma de sombras, de pensamientos que le bajan de repente o incluso a veces los ve tan nítidamente que los confunde con los vivos. “Hace poco estaba subiendo las escaleras de mi edificio, me corrí pensando que era un vecino y era un espíritu de un chico muy joven con un buzo rojo. A veces los veo tal y como se murieron, en el sentido de que si sufrieron un accidente, los veo accidentados. Generalmente no tienen pies, por eso es que me doy cuenta, y aparte porque si ves a una persona y te das vuelta, sigue estando ahí. En cambio en esta situación, se te aparece, volvés a mirar y no están, entonces es claro que te están llamando la atención”, describe.

Samanta explica que muchas veces, estas entidades la buscan para que les transmita a sus familiares que están bien o para pedirle ayuda. “Me pasó una vez de acercarme a una tumba en un cementerio y sentir que esa persona nunca se enteró que había muerto, que estaba desesperada pidiendo auxilio, que no sabía dónde estaba”, recuerda. Y explica que cuando la persona fallece de manera repentina, “su alma queda perdida en un limbo hasta que se acomodan y entienden”, y que cuando no logran transitar este proceso, se les presentan a sus familiares para avisarles que están bien y que están por trascender. Cuando esto ocurre, “esa energía queda estancada y se van convirtiendo en energía del Bajo Astral, en energía densa que nadie quiere tener cerca o experimentar”.

De todas las experiencias que Samanta cuenta en TikTok, asegura que la peor de todas fue cuando se fue de vacaciones con su familia a Necochea y alquilaron una casa. “Ni bien entro, siento que hay una energía de una señora grande que no nos quiere ahí. Empiezo a recorrer la casa, como pidiendo permiso”, cuenta. De repente, su perro empezó a ladrarle a la nada, algo muy común, ya que se dice que los animales tienen desarrollada una sensibilidad especial. 

“Ahí dije: ‘Uh, ya está’. Yo ya me la veo venir cuando pasan esas cosas. Lo que me pasó y que me dejó espantada es que cuando voy a levantar la valija del piso para ponerla en la cama, siento como que me choco con algo, como cuando te chocás con un vidrio que no viste. Fue como un impacto, pero no había nada. En seguida se me puso la piel de gallina y la perra empezó a ladrar para donde yo estaba y supe que era la señora”, describe. Después vinieron las náuseas y la angustia, y con el correr de los días, toda su familia empezó a sentir un olor a cigarrillo constante. “Todo fue empeorando: el olor, los ruidos, sentía que me chitaban, que me hablaban… Creo que esa fue la peor experiencia, porque no era que un espíritu me quería transmitir algo, era simplemente la violencia de decir ‘váyanse’, y eso es terrible”, enfatiza.

La terapia cumplió un rol fundamental en la vida de Samanta para lidiar con el qué dirán. “Nunca me había animado a contarlo en TikTok porque tenía miedo de que me juzguen. Me han dicho ‘esquizofrénica’, ‘loca’, ‘se comió la peli’... La verdad que ahí estamos hablando de un tema de salud mental que merece tomarse con respeto, pero con mucha terapia, que ya hago hace seis años, dije: ‘No le tengo que dar cabida’. Hay que bancársela también, porque si uno habla del tema en redes sociales, se tiene que bancar la vuelta. Es así la jugada, no la voy a cambiar yo”, dice Samanta sobre el impacto que generó en la plataforma.

“Hay de todo, hay gente escéptica y otra gente que, no sé si entiende este mundo, pero le gustaría entenderlo”, explica Samanta. En cuanto a su entorno, la mayoría de sus familiares y amigos le creen, pero con su pareja no fue tan fácil: “A mi novio le costó un montón creerme, te diría que le costó casi medio año de relación, hasta que vivió un par de episodios fuertes al lado mío y me empezó a creer”.

Más allá de que el miedo nunca se fue, Samanta dice que no podría vivir sin esta sensibilidad. “¿Si volvería a elegir esta capacidad? Por supuesto. La volvería a elegir porque no sé lo que es no tenerla, entonces, uno no extraña lo que no tiene”, señala. Además, dice que su intuición la ayuda muchas veces: “Es más lo bueno que me da que lo malo. Aparte, es lindo saber que podés aliviarle el dolor a la gente en lo que es el duelo por la pérdida de una persona. Me encantaría que mucha gente que no cree se abra, para que entienda que hay algo mucho más grande de lo que nosotros realmente pensamos, y que no comprendemos ni de casualidad”. 

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