El nadador santacruceño que batió el récord al cruzar el Río de la Plata en menos de 9 horas y ahora busca un lugar en los Juegos Olímpicos 2028

En su hazaña, colmada de desafíos y obstáculos, lo asistieron dos botes y un velero. Hoy busca empresas que lo ayuden a financiar su participación en las competencias mundiales de Canadá e Italia, pero con la mente fija en un objetivo: representar al país en los próximos Juegos Olímpicos 2028.

16 de mayo, 2024 | 00.05

Matías Ezequiel Díaz Hernández comenzó a nadar a sus cuatro años de edad cuando lo inscribieron en un club ubicado en su ciudad natal, Río Gallegos. Tomó esta actividad como recreación hasta sus 18 años, momento en el que viajó a Buenos Aires para iniciar sus estudios universitarios. Antes de partir, sus pensamientos fueron invadidos por vestigios de incertidumbre: el nadador no sabía si iba a poder cumplir con las exigencias de la vida académica y mantener las duras rutinas de entrenamiento que esta disciplina acuática impone. Matías aceptó el desafío siendo consciente de que el camino iba a ser difícil. Fueron años de esfuerzo y constancia que rindieron frutos. Se recibió de kinesiólogo y, actualmente, es gracias a este trabajo que él puede acceder a las competencias más importantes de aguas abiertas. Pero sobre todo, acercarse a su anhelo: integrar la comisión de atletas en los próximos Juegos Olímpicos. 

Los padres de Matías fueron los impulsores en esta disciplina que actualmente lo destaca ya que lo inscribieron en el club Hispano Americano cuando tenía tan solo cuatro años con el fin de que supiese nadar y poder así vacacionar en Puerto Madryn con más tranquilidad. Sin embargo, no supusieron el grado de importancia que iba a tener esta actividad en la vida del joven. Fue a los 15 años cuando el chico decidió tomar la natación con más seriedad y responsabilidad: “Era duro levantarse a las cinco de la mañana y entrenar en el invierno de Río Gallegos”. Matías hacía doble jornada de entrenamiento; antes de ir al colegio, y luego de salir de allí. “Por suerte fue todo progresivo, lo cual me sirvió para acostumbrarme, y para poder mantenerlo en el tiempo”, aseguró. 

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Desde chico le tomó el gusto a las competencias; aun cuando no lograba subir al podio. “Siempre estaba por debajo del resto de los nadadores, hasta que pegué el estirón y empecé a mejorar”. No obstante, el manejo de la frustración fue un gran desafío para el santacruceño: “En muchas oportunidades me fui llorando a mi casa por no salir entre los primeros; era algo que realmente no podía comprender”.  

A los 18 años, Matías Díaz ya tenía elegido su camino: vivir en Buenos Aires para seguir sus estudios universitarios. Quería hacer la carrera de nutrición, o de kinesiología como su hermano. Se inclinó por la primera opción -para probar algo nuevo- pero a los meses dejó porque no le gustaron los contenidos. Luego entró a kinesiología porque era una carrera ligada al deporte, y no le erró. “En ese entonces tuve que tomar la decisión de seguir entrenando, estudiar o hacer ambas; y fue ahí cuando me di cuenta de que quería hacer de la natación un estilo de vida. Siempre me lo tomé en serio pero cuando llegué a Buenos Aires entendí que necesitaba un grado de responsabilidad mayor para poder lograr las dos cosas”, comentó el nadador santacruceño. 

Para llevar a cabo estos objetivos armó un itinerario que consistió en levantarse a las 5:30 de la mañana para ir a entrenar tanto en la pileta como en el gimnasio. A las 11 cursar las materias de la carrera, y a eso de las 17 horas volver al CeNARD a hacer su segunda jornada de entrenamiento. Comer y dormir fueron las claves para acompañar este ritmo de vida. Pese a todo el entusiasmo, luego de un año y medio, Matías le soltó la mano a la natación. Tal vez, la frustración tuvo mucho que ver. “Fueron seis meses en los que no quería saber nada con el agua. Pero también al haber parado noté que nadar me hacía bien; entonces volví”, confesó el joven. La vuelta fue explosiva. No solo por tener de entrenador a Damián Blaum, quien salió campeón del Mundo en Aguas Abiertas en 2013 y cinco veces subcampeón, sino también por la propuesta que este hombre le trajo: participar del maratón acuático Santa Fe - Coronda. 

Para el clasificatorio, los participantes debían nadar un poco más de 30 kilómetros; lo que equivale a la mitad del trayecto oficial. Y el pase hacia la gran carrera era para quienes obtenían los primeros dos puestos. “Yo fui al clasificatorio sin haberme tirado en aguas abiertas, y obtuve el primer puesto. No lo podía creer. Lamentablemente, fui a la carrera larga -sin haber corrido en mi vida más de 4 horas y media-, y quedé octavo; dentro de todo aceptable”, señaló el joven quien no se dio por vencido y lo volvió a intentar. 

Hace dos años, Matías consiguió el primer puesto en la maratón Santa Fe - Coronda, y logró mantenerse en los primeros puestos de otras maratones del mismo nivel. “Me costó muchísimo llegar a esta instancia; adaptarme al ritmo de carrera. Porque hay que saber en qué momento apurar y en qué momento no. Realmente te tenes que conocer mucho”, comentó el muchacho haciendo hincapié en lo importante que es la experiencia. “Yo hace 7 años que participo del circuito mundial, y te puedo decir recién ahora que me siento en sintonía”, agregó.

Díaz asociaba al cruce de nado por el Río de la Plata con el fin de su carrera. Lo veía lejano en el tiempo. Sin embargo, en noviembre del 2023 la Asociación Civil Nadando Argentina le ofreció nadar de Colonia a Punta Lara con el objetivo de hacer una nueva marca histórica. “Como no era algo nuevo para mí nadar 8 o 9 horas, y en la época en que me dijeron de hacerlo no tenía competencias, dije que sí”. En esta oportunidad, a diferencia de otras, el santacruceño tuvo muy presente a sus psicólogos, tanto el deportivo como el de cabecera, porque no era una competencia sino un desafío personal. “Trabajamos mucho para que yo me imagine el mismo escenario que en una competencia, con muchos nadadores al lado. Sabíamos que me iba a aburrir a lo largo de esas nueve horas pero también que no me podía relajar”, aseguró.   

En cuanto al trabajo físico, Matías entrenó durante dos meses junto a Damián Blaum, nadador que había obtenido el mejor tiempo en este mismo cruce. Pero, dos semanas antes, el entrenador decidió hacerse a un lado por diferencias personales. Matías siguió preparándose por su propia cuenta hasta el 16 de marzo de este año, día en el que buscaría un nuevo récord. “La noche previa a una carrera suelo dormir muy bien. Pero esta vez me pasó que estaba muy ansioso, nervioso y tensionado porque se había hablado mucho del récord. Así que no dormí nada; me acosté a las diez de la noche pero cerré los ojos a las dos de la mañana, y a eso de las cinco ya me tuve que levantar de la cama”, confesó el joven oriundo de Río Gallegos. 

Se hicieron las 6:35 de la mañana y Matías dio inicio a la cruzada. Lo asistieron dos botes y un velero. Un amigo de él formaba parte de la tripulación como muestra de aliento mientras que su madre lo esperaba en la meta con muchas ansias. “La primera hora pensaba mucho en llegar; cada 20 minutos me hidrataba así que mi cabeza estaba constantemente haciendo cálculos de cuánto faltaba para llegar al final. También intercambiaba alguna que otra palabra con los chicos del bote”, comentó.

Pasadas las dos horas y media, el joven se descompuso. Matías creyó que los geles le estaban cayendo mal así que dejó de tomarlos. “En principio me sirvió porque a los 30 minutos logré estabilizarme pero a las 2 horas vino lo peor. Los geles reemplazan la comida así que al no tomarlos sentía la panza bastante vacía. En un momento me empezó a agarrar un poco de desesperación porque uno conoce su cuerpo, y me sentía mareado”. Matías se acordó que en su mochila tenía pan lactal, gomitas y un energizante así que le pidió a la tripulación de un bote que le acercaran los alimentos. Lo que no sabía era que su mochila había sido corrida del bote semirrígido al velero que se encontraba delante de él por malas condiciones climáticas. “Cuando pedí la comida tuvieron que hacer una movida de logística tremenda. Pero si no comía potente no sabía cómo iba a llegar al final la verdad”, apuntó el joven de 29 años.  

Se suponía, por el ritmo al que venía el joven, que a las 8 horas 10 minutos estaría llegando al final de este cruce con una marca impensada pero apareció una corriente en contra. “Quedaban los últimos 2 kilómetros; y en vez de hacerlo en 30 minutos, tardé 1 hora aproximadamente”, confesó el muchacho. A pesar de todos los obstáculos que surgieron en el camino, el cruce culminó en Punta Lara, Ensenada con un tiempo récord: 8 horas, 51 minutos y 46 segundos, y con un gran encuentro con su madre. 

Hoy Matías Díaz, a poco de convertirse en el nadador más rápido en realizar el cruce del Río de la Plata, enfrenta un nuevo desafío: encontrar empresas que lo ayuden a financiar su participación en las competencias mundiales en Canadá e Italia. No obstante, sigue entrenando con pasión y disciplina; confiando que con cada brazada se acerca más y más a su sueño: representar al país en los próximos Juegos Olímpicos 2028.

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