El bar “8 esquinas” se encuentra enclavado en la “triple frontera” entre los barrios porteños de Chacarita, Villa Ortúzar y Colegiales, más precisamente en Avenida Forest 1186. Allí confluyen, además de Forest, las avenidas Álvarez Thomas y Elcano y un poco más escondida la calle Virrey Arredondo. Abrió por primera vez sus puertas en 1939, cuando era “otro mundo”. “La plaza de enfrente antes era un galpón del tranvía. En esa época estaban más expuestas las 8 esquinas, ahora hay que saber encontrarlas”, dice Miguel Bálsamo, el actual dueño del bar.
En sus épocas de oro, el bar era frecuentado por tangueros como Homero Manzi, Julián Centella y Osvaldo Pugliese, que tenía una mesa predilecta junto a la ventana. También pasaron por allí Norberto “Pappo” Napolitano, el “Conejo” Tarantini, y Hugo “El Loco” Gatti, que sigue siendo habitué.
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En 2011 fue reconocido como bar notable, y hoy en día es uno de los pocos de la zona que cuenta con esa distinción.
La historia de un bar que este año cumplirá 85 años
Los registros que Miguel fue encontrando dan cuenta de que el bar fue fundado el 31 de octubre de 1939. “Este año el bar cumplirá 85 años, que no es poco”, destaca. Para ese entonces, la avenida Forest era de empedrado y por allí pasaban las líneas 88, 94, 95 y 96 del tranvía.
El primer dueño se llamaba Segundo Cordo y era un inmigrante español que lo puso a funcionar como una confitería donde se servía café y alguna que otra cosa de panadería. En esa época, el bar tenía un reservado para las mujeres que estaba separado por un biombo y que se encontraba en la parte trasera del salón.
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Con el tiempo Cordo se asoció con otro inmigrante español de apellido Rojo que en la década del ´60 le dio al bar la impronta alemana que prevalece hasta el día de hoy. En esa época, el bar era más conocido como “el bar del Rojo” que por su verdadero nombre. “En esos años, los bares alemanes eran lugares buscados por la cerveza tirada, su buena fiambrería y las salchichas con chucrut”, apunta Miguel en diálogo con El Destape.
Cuando Rojo falleció, el bodegón pasó a estar en manos de otro socio español hasta noviembre de 2005, cuando Miguel compró el fondo de comercio.
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Un enamorado de los cafés antiguos
Miguel, que no venía del rubro gastronómico en absoluto, era vecino del barrio y frecuentaba el bar desde que era chico. Trabajaba como técnico electrónico dentro del rubro automotor, en el taller mecánico que tenía su padre, que también se encontraba en el barrio, hasta que un accidente automovilístico le provocó la pérdida de la visión y tuvo que “salir a buscar otra cosa”.
Cuando se enteró de que el fondo de comercio del bar estaba a la venta se interesó porque se reconoce como un “enamorado” de los bares antiguos. “Son lugares que venían muy bastardeados, olvidados y abandonados de la década del ’90”, señala.
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El relanzamiento generó revuelo en el barrio y muchos vecinos y vecinas comenzaron a llevar objetos antiguos para decorar el local. “Hay cosas que trajimos nosotros como una radio antigua a válvula, que funciona, y un ventilador General Electric de bronce, todo eso era de mi abuela. Pero otras cosas las fueron trayendo algunos vecinos. Por ejemplo, uno que trabajó como fotógrafo de la revista Gente durante 50 años nos trajo su cámara de fotos, un fumigador nos trajo su máquina de fumigar, otro nos acercó una máquina boletera. Lo tomamos como una demostración de cariño de quienes dejaron esos objetos para que nosotros los preservemos acá”. El negocio también está decorado con una infinidad de botellas, fotos y sifones antiguos.
Unos años más tarde, Miguel se asoció con su hermano, que venía de trabajar en la industria del petróleo en la ciudad de caleta Olivia.
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Bodegón porteño con impronta alemana
“Nosotros buscábamos renovarlo, traerle algún aire nuevo, pero manteniendo su identidad, no solo en la parte estética, sino también en la cocina, con su impronta alemana mezclada con bodegón porteño”, cuenta Miguel. Siguiendo ese propósito, mantuvieron las paredes, los techos, las mesas, las sillas y toda la estética alemana que venía de la década del 60. Hicieron reformas solo en los baños, la cocina, y las heladeras. “No se tocó nada de la estructura original”, asegura.
En el bodegón siempre sobresalieron las clásicas salchichas alemanas con chucrut. “Es una receta que nosotros heredamos de la década del 60 y la mantenemos. Además, ampliamos la variedad y la calidad de los fiambres, recuperamos la cerveza tirada, agregamos distintos vermús, y estiramos el horario para que funcione también de noche”.
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El plato estrella que incorporaron fue el goulash que, según cuenta Miguel, hace muchos años se convirtió en el más buscado por la gente. “Es una receta propia. Lo sumamos junto al lomo al Strogonoff, y el pechito y las costillitas de cerdo ahumadas”, agrega.
Otros fuertes del bar son las conservas: los pepinillos y morrones agridulces y las berenjenas al escabeche, que son una receta de la propia familia de Miguel. “Estas berenjenas no las vas a comer en ningún otro lado. Son artesanales, las hacemos una vez por año y hacemos 20 frascos grandes. Es una producción que lleva varios meses”, relata Miguel.
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El bar funciona de lunes a sábado desde las 8 hasta las 23 horas y los viernes y sábados el horario se extiende hasta las 00 horas.
Visitantes de lujo
Miguel resalta que si bien conocían el bar desde que él y su hermano eran chicos, no sabían que tenía “tanta historia”, que era “tan antiguo” ni que “habían pasado tantos músicos”.
En sus épocas de oro, en la década del ’40, el bar era visitado por tangueros como Homero Manzi, los hermanos Virgilio y Homero Expósito, Julián Centeya, Nelly Omar y Osvaldo Puegliese, que se sentaba siempre en una misma mesa junto a la ventana. Su hija “Beba”, que también es vecina del barrio, compuso un tango llamado “Mis 8 esquinas” que recrea el paso por el bar y por el barrio. “El bar está muy identificado con la familia Pugliese. Tuvimos el placer de tener a Beba una noche que vino a tocar un cuarteto de guitarras y que hicieron una reversión de su tango con arreglos. Vino con la partitura del tango de su puño y letra y la trajo autografiada. Nosotros la hicimos un cuadrito y la colocamos en el box número uno, que era el lugar en que su papá se sentaba a cafetear”, revela Miguel.
En la década del ’80 y del ’90, el bar era frecuentado por Norberto “Pappo” Napolitano, el “conejo” Tarantini, y los deportistas Osvaldo Potente y Hugo “el loco” Gatti, que traía su propio bife para que se lo cocinaran.
“Hace dos semanas se cruzaron Potente y Gatti y se sentaron a tomar un café en una de las mesitas de afuera. Fue un punto de atracción en la vereda”, cuenta entre risas.
También pasaron escritores y periodistas como Juan Sasturain, Carlos Polimeni, Reinaldo Sietecase y el historiador Felipe Pigna.
Un bar como los de antes
Miguel describe que en el bar mantienen la tradición de tener los diarios en papel y que quienes atienden son mozos históricos. Durante la pandemia, el lugar tuvo que adecuarse y pasaron a funcionar como una rotisería. “Se hizo un esfuerzo enorme por parte de todo el personal. Uno de estos mozos repartía volantes y llevaba los pedidos. Este mozo ama este lugar”, sostiene.
En esa línea, Miguel asegura que, a lo largo de estos años, el bar pasó por diferentes crisis. “Sobrevivimos a la pandemia y pienso que estamos un poco inmunizados pero este año pinta que será difícil. Este verano se nota que no fue como el año pasado en el que teníamos la vereda llena. Ahora se nota la merma en la cantidad de gente y en lo que nosotros llamamos mesas más ‘chicas’. Esto quiere decir que ya no piden una entrada, un plato principal y un vino. De entrada, piden un solo plato para compartir, y se evitan los postres que es un gustito adicional. Tenemos una clientela fundamentalmente de clase media y ahí el impacto se nota”, señala.
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Para Miguel, Las 8 esquinas es un orgullo y remarca la importancia que tienen estos bares. “Es importante apreciarlos, defenderlos y cuidarlos porque son parte del patrimonio intangible de la ciudad, no es solo por su estructura, sino por cosas que pasan adentro. La parte cultural e histórica hacen a la identidad de la ciudad y del barrio”, sintetiza.