Cuando el napolitano Luis Maidana fundó la sombrerería, el 22 de mayo de 1913, no imaginó que el negocio trascendería cuatro generaciones y que sus modelos traspasarían fronteras. El local fue administrado por su hijo, su nieto y hoy en día por sus dos bisnietas, Silvia y Adriana, y la madre de ellas, Manuela. Entre las tres llevan adelante el pintoresco local donde se confeccionan y comercializan sombreros artesanales y a medida de la cabeza de cada cliente.
La historia de la Sombrerería Maidana comenzó en la avenida Pueyrredón, en el barrio de Palermo. Luego se mudaron a la calle Victoria, que actualmente es Hipólito Yrigoyen, un tiempo después al centro porteño y desde 1967 se encuentran en Rivadavia 1923, a pocos metros del Congreso de la Nación.
Desde sus inicios se dedicaron exclusivamente a realizar y vender artículos para la cabeza: sombreros, boinas y gorras. El negocio siempre estuvo a cargo de distintos hombres de la familia, pero desde hace unos años es administrado por las mujeres Maidana. “Mi papá era bastante machista, decía que este era un local de hombres, y se moría por tener un hijo varón. Creo que jamás imaginó que el local terminaría en manos de tres mujeres”, dice Silvia entre risas a El Destape.
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Las hermanas intentan dividir las tareas teniendo en cuenta lo que cada una sabe hacer mejor. Adriana se encarga de los proveedores, del taller y de la confección y Silvia se aboca al área de ventas, a la atención al cliente y a la creación de modelos nuevos, para estar “aggiornadas”. “Yo nací y estoy segura de que en la sala de partos me inyectaron un suero de vendedora porque de chiquita empecé vendiendo collares de mostacillas y no paré hasta que con ese dinero mi padre me compró la bicicleta que yo quería”, recuerda Silvia.
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Mientras tanto, continúan con el verdadero “éxito de la casa” que es el modelo “Corazón de potro”, diseñado a fines de la década del 60 por su padre, Jorge Maidana, a pedido de la Asociación Argentina de Caballos Criollos, quienes acudieron al negocio en busca de un modelo original y único que los distinguiera en los desfiles en la Rural. Al poco tiempo, el modelo adquirió fama y se convirtió en el más solicitado y vendido de Argentina y de todo el Mercosur. “Son la joya de la corona. ¡Gracias, papá!”, exclama Silvia mientras besa un “Corazón de potro” que tiene en sus manos.
Un sombrero para cada cabeza
El local cuenta con 25 modelos estandarizados realizados con fieltro de pelo de liebre y además ofrecen modelos “intervenidos”. “En general utilizamos colores neutros, pero si hay alguien que quiere algún color especial y tenemos el fieltro se lo hacemos sin problema”, cuenta Silvia.
Los momentos de mayor demanda son las épocas invernales. Sin embargo, tienen opciones para el verano como los modelos panamá, las gorras livianas y algunos de algodón ventilado.
El proceso de realización a medida comienza utilizando un conformador, que es un aparato especial, que data de hace más de 150 años, con el cual se le toma la medida de la cabeza a los clientes. “Las cabezas no son todas iguales ni son redondas, son más bien ovaladas, entonces generalmente los sombreros quedan bien de adelante y atrás pero flojito a los costados. Con este método logramos que queden con la forma de la cabeza del cliente. Sirve para los que no están apurados ni necesitan llevárselo en el momento, es muy interesante porque no tiene costo adicional”, explica en diálogo con El Destape.
La fabricación de un sombrero, para respetar tiempos de secado, asentamiento y modelado, lleva una semana aproximadamente. Se trabaja con máquinas a vapor y con hormas de madera especial, que tienen diversos tamaños. El taller, que se encuentra dentro del local, está a cargo “del mejor modelista” que se llama Daniel, y su esposa Abigail, que es costurera. Ambos realizan todos los pasos de manera artesanal.
Silvia, que tiene el ojo afilado de ver cabezas todos los días, suele asesorar y orientar a los clientes y recomendar qué modelo queda mejor para cada uno y cada una. “Ahora es todo unisex, ¿viste? Pero hay algunos modelos que, a mi humilde entender, quedan muy bien en la mujer y hay otros que no, como es el caso de los sombreros que tienen copa muy alta. Cuanto más bajo, más femenino queda. No hay que olvidarse que el sombrero es un accesorio, entonces podés estar toda de negro, te ponés unas buenas botas y con un sombrero le das ‘el’ toque”, asegura la especialista.
Un accesorio que siempre vuelve
El boom de los sombreros fue durante las décadas del 30 y el 40, ya que era un accesorio que servía para abrigarse del viento y del frío, pero también para reflejar un determinado estatus social. “Este país fue poblado con una corriente migratoria europea muy fuerte, en la que venían personas sin títulos, ni instrucción y para ellos era importante que sus hijos pudieran acceder a una mejor calidad de vida. Entonces utilizaban el sombrero como una distinción, como una forma de pertenecer a una elite social”, señala Silvia.
Manuela recuerda que cuando los inviernos eran más fríos, para el Día del Padre, se armaban largas filas de clientes que corrían en busca de un abrigo para su cabeza. “Teníamos que dar número a los clientes”, rememora.
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Con el paso de las décadas, se produjo una disminución en su uso vinculada a los cambios de las costumbres a la hora de vestirse. Sin embargo, la gente “del campo” es parte de la clientela estable de Maidana. “Es un artículo de primera necesidad no solo para la gente de las estancias sino también para los que, a lo mejor, trabajan 12 horas a la intemperie, con sol, lluvia, viento. Es decir, los gauchos necesitan un sombrero”, describe Silvia.
Por otra parte, sostiene que en la actualidad hay una especie de “reivindicación y diversificación” de su uso. “Los hombres de entre 35 y 50 volvieron a utilizar el modelo chambergo, con otro estilo. Es un artículo decorativo que ahora se usa con looks más sport. Muchos músicos los usan con remeras básicas, zapatillas y saco, y quedan bárbaros”, apunta Silvia. También los llevan mucho para practicar deportes como el polo, el golf, esquí, o para realizar cabalgatas, o el cruce de los Andes, ya que, al ser de fieltro, resisten la lluvia y la nieve.
Además, los compran muchos turistas de Brasil, Uruguay y Chile. “Ahora tenemos cortada la exportación, pero lo hemos hecho y esperamos volver a hacerlo”, añade.
Vestir cabezas famosas
Maidana vistió las cabezas de reconocidos músicos del ámbito nacional e internacional. Por allí pasaron Rodrigo Bueno, Antonio Ríos, Antonio Tarragó Ros, el Chaqueño Palavecino, Rod Stewart y hasta el mismísimo Carlos Gardel se hizo más de una pasada por el centenario negocio para hacerle mantenimiento a uno de sus sombreros.
También pasaron por el negocio una infinidad de hombres y mujeres de la política, como el exministro del Interior Carlos Corach, y hasta expresidentes como Carlos Menem, Antonio De La Rúa e Hipólito Yrigoyen, además de figuras internacionales como Imanol Arias, la reina Máxima Zorrigueta y el expresidente de Estados Unidos Bill Clinton.