De un alejamiento transitorio de la escuela por situaciones de la vida a una experiencia de intercambio en Japón, donde participaron de una feria que incluyó ponencias de ganadores del Premio Nobel. Ese fue el increíble cambio que atravesaron Thiago Reynaga y Milo Sacca, dos jóvenes estudiantes de la Escuela Preuniversitaria de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR) que lograron revincularse con la comunidad educativa.
El orgullo y emoción de la familia, la primera salida del país y la mirada de un futuro lleno de posibilidades son los sentimientos de los chicos tras el viaje. “Es muy cliché, pero no se rindan porque vale la pena”, expresó a El Destape Milo, de 18 años, mientras Thiago, de 16, admitió que “uno puede tocar fondo, pero tiene que aceptar ayuda para poder levantarse”.
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Ambos comparten el protagonismo en esta historia, en la que también jugó un rol importante Adrián Di Lizio, director de la escuela y uno de los adultos que formaron parte de la delegación argentina en el programa de intercambio Sakura Science, que en total contó con ocho estudiantes de diferentes instituciones. ¿El objetivo? Fomentar el desarrollo de la cienta mediante el apoyo a universidades y escuelas de investigación, invitando a alumnos con orientaciones técnicas de distintos países.
Para el docente, la experiencia “tiene que servirles para armar un recontra producto con el que se reciban a fin de año”, mientras sobre el rol de esta escuela preuniversitaria insistió en que el sistema educativo “tiene la obligación de encontrarle la vuelta para que los chicos sepan que hay alternativas y se identifiquen con los proyectos”.
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De ese modo, la escuela, que pertenece al Instituto Nacional de Educación Técnica (INET), tiene como objetivo “buscar a la cantidad de jóvenes de entre 15 y 18 años que habían abandonado la escuela en pandemia”, graficó Di Lizio. Según su relato, las razones por las que abandonan la escuela tiene que ver con "historias bastante complejas, con temas familiares muy fuertes".Hoy Thiago y Milo ven al futuro lleno de posibilidades y eso es, en parte, por esta experiencia vivida.
Dos historias complejas que cambiaron drásticamente
Al referirse a su experiencia personal, Thiago admitió que fue la primera vez que viaja en avión. “Fue una experiencia demasiado enorme”, expresó el estudiante. Al tratar de poner en palabra sus sensaciones, resumió: “Teniendo en cuenta mi historia, era algo que no me podía imaginar. Pasé de dejar el colegio a viajar a Japón. Y todo en un año”.
En ese marco, ahondó que su alejamiento de la escuela “fue por un asunto fuerte y muy personal”, pero no se quedó con eso: “Pude salir de esa situación gracias a la universidad. Llegué gracias a un amigo y, si no me hubiera anotado acá, no sé dónde estaría ni cómo hubiera hecho. Me abrieron los ojos, me ayudaron un montón”.
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El joven de Wiliam Morris valoró, además, “el orgullo” que sentía su familia por el viaje. Y reconoció que “muchos de ellos no terminaron la escuela, la universidad menos”. Algo parecido le pasó a Milo, quien admitió: “En mi familia estaban más emocionados que yo. Mi mamá no paró un segundo de hablarme y decirme ‘te vas a Japón’. Una locura…”. Es que, antes del viaje al país asiático, “lo más lejos que había ido era a Córdoba, con la escuela el año pasado”.
El alumno, de 18 años y oriundo de Vicente López, también había cortado su trayectoria educativa por razones de fuerza mayor. Por eso, les dejó un consejo a los que pasen por esa situación: “No se rindan, porque vale la pena. Ni siquiera sé dónde estaría si no hubiera regresado a la escuela”.
Sobre los efectos de asistir a la escuela, admitió: “Me cambió mucho la vida para bien. Si estás cerca de la UNAHUR, vení. Y si no, la mejor opción que tengas para ir a estudiar, aprovechala”.
Viaje soñado con charlas de evolución humana, espacio exterior e inteligencia artificial
En Japón, además de los jóvenes argentinos hubo una delegación local y otras de países como Taiwán, Sri Lanka, Nepal, Brasil y Chile. Con el inglés como idioma común, tanto Milo como Thiago reconocieron que los recibieron con “mucha calidez, amabilidad y buena onda”. Incluso, contaron que “la mayoría eran hinchas de Argentina y nos hablaban de fútbol, de Messi y del Mundial”.
En lo personal, Milo admitió: “Me generó mucha curiosidad y sumé mucho conocimiento nuevo. Quedé fascinado por todo lo que veía y experimentaba, cosas flasheras, porque no tengo otra palabra, que te motivan a seguir”. Puntualmente, destacó de la experiencia a “las pantallas holográficas con inteligencia artificial, a las que les podías hablar y te respondían”.
En tanto, Thiago se mostró sorprendido por una charla sobre la evolución humana. “Pensar en el espacio e imaginar que podemos hacer más todavía respecto al viaje espacial. Vos mirás el cielo de noche y ves las estrellas, pero no te decís ‘yo podría estar ahí’”, graficó. Igualmente, tras la visita a un centro de ADN, confirmó: “Me voy a orientar más para el lado de la biotecnología”.
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El director Di Lizio admitió que durante la estadía de diez días “fue una agenda de mucha intensidad, visitando dos o tres lugares por día vinculados a la ciencia y a la tecnología”. Sobre la importancia de los encuentros, valoró que “la charla te la da un premio Nobel o vas al Instituto de Ciencias y Tecnología de Japón, que están investigando constantemente con orden y organización a pleno”.
Para él, es importante hacer hincapié en el impacto a futuro que tendrá en los chicos: “Hay un viaje de descubrimiento, que te rompe el cráneo; un viaje personal y un viaje social para salir al mundo”, esboza. El director valoró que en Japón “todo tiene un sentido de hacer, de practicar”, algo que la escuela de la UNAHUR busca replicar y comparó: “Los niños experimentan con autitos con motor y después miden la velocidad, el peso, hacen cálculos. Tienen un telescopio armado, un taller de química. Nos dejó la cabeza allá arriba y no nos podemos bajar todavía”.
En tanto, reconoció que los dos estudiantes están en condiciones de recibirse este año. “Queremos que aprovechen el viaje a Japón, que armen un recontraproducto, que a fin de año digan ‘mirá lo que hicimos con el viaje’ y que sea el laburo con el que se reciben”, planteó Di Lizio, quien confió que “si todo sale bien, el año que viene están en una carrera”.
La escuela, que busca reconciliar a los chicos con la educación y ser un puente con la universidad, está orientada a la programación web. Funciona de lunes a viernes, entre las 14 y las 18: “Acá les damos un ticket para que coman al mediodía y después arrancamos”, contó el director, quien precisó que utilizan un sistema de créditos para que se adapten al sistema universitario y, al egresar, junto con el título secundario se otorgan tres certificaciones laborales.
La educación mediante la experiencia es el lema de la escuela. “Nuestra característica es que nos sumamos a todas las actividades donde se pueda despertar la curiosidad y el interés, porque tratamos de romper bastante la estructura áulica”, definió Di Lizio y precisó: “Nos metemos en los laboratorios, estamos en el Consejo Consultivo de la Provincia y en el programa Jóvenes y Memorias”.