Dan Lande, más conocido en Internet como “Rulo de viaje”, es un influencer que solía mostrar lo típico difundido en las redes sociales viajeras: lugares para alojarse, gastronomía, descuentos, entre otras cosas. Pero un día, un hecho simbólico y doloroso, cambió el rumbo de sus viajes para siempre y comenzó a recuperar la historia de aquellos abuelos y abuelas que emigraron de Europa del este a la Argentina y nunca volvieron a sus pueblos.
El recorrido de Rulo no tiene descanso: al momento de la charla con El Destape se encontraba en Lituania, camino a hacer homenajes en ese país, Polonia, Eslovaquia y Letonia. En este recorrido realizó 14 homenajes: “Cada uno tiene un condimento especial, una cosa muy única”, expresa, sobre "La ruta de las bobes", tal y como se llama el proyecto.
La idea nació sin casi gestarse y tuvo como disparador un hecho puntual y sumamente personal: “Se me rompieron cinco platos que habían sido de mi abuela, que habían estado 70 años en mi familia”, recuerda. Los dueños de esos platos eran los abuelos de parte de su padre y habían tenido una historia muy dura: “Toda su familia había sido asesinada en Polonia y cuando emigraron a Argentina no tenían a nadie”, describe.
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A pesar de que los inmigrantes judíos llegaron a Latinoamérica escapando de diversos conflictos desde finales del 1800, fue el genocidio acaecido durante la Segunda Guerra Mundial el que a través del forzado exilio trajo la mayor cantidad de ellos. Como gran parte de esas familias, los antepasados de Rulo evitaron durante años mencionar el tema: “En mi casa nunca se habló de la guerra, ellos no quisieron saber nada con Polonia, no quisieron volver a Polonia ni saber nada sobre todo lo que era la guerra. Polonia era como un tema tabú”, explica.
Hace 4 años y medio la rotura de esos platos Rulo la vivió como una tragedia: “Dije: ‘Esto lo tengo que arreglar, lo tengo que reparar, tengo que hacer algo con esto’ y se me ocurrió ir por primera vez a los pueblos de mis abuelos en Polonia”, rememora.
Pero no se trataba solo de viajar, como solía hacerlo: esta vez el destino tenía otro aroma. “Quise llevar un pedazo de plato roto a cada pueblo, escribir un mensaje y dejarlo como placa conmemorativa. Significaba también ir por primera vez a Polonia, por primera vez a los pueblos de mis abuelos”, destaca.
No es casual la emoción por el viaje que nunca había hecho: “Tenía ganas de ir por primera vez pero recuerdo que ese primer viaje me dio un poco de, no sé si miedo, pero no era como cualquier otro viaje; era un lugar que tenía que ver con una historia difícil, una historia dura”, cuenta. Ese camino, que fue puntapié inicial para tantas otras historias y homenajes, no lo recorrió solo: “En parte de la ruta me encontré con mi hermana, hicimos juntos esa ruta de homenajes y memoria. Luego se sumó un tío que también está en Europa”, detalla.
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Pero ¿cómo llegó ese sentimiento personal a ser mostrado en las redes? La respuesta corta es que, sin esperarlo, se entrelazó directamente con su estilo de vida o su “profesión”, que actualmente es ser una especie de influencer de viajes: “Durante ese primer viaje pensé que era una forma diferente de mostrar y contar los viajes, que en las redes en general en las cuentas de ese tipo uno lo que ve scrolleando son paisajes, hoteles, comida y en general es más de lo mismo”, resalta.
Por eso, después de unos días del viaje para homenajear a sus abuelos se preguntó qué pasaba si lo extendía a desconocidos: “Me dije: '¿Por qué tiene que limitarse solo a mi familia? ¿Qué pasa si le digo a la gente que escriba, que me diga de dónde eran sus abuelos en Europa del Este y hago un viaje haciendo homenajes con platos rotos?'. El proyecto surgió un poco de esa forma y durante su crecimiento entendí que podía ser una manera creativa, diferente de viajar y contar un viaje, en donde el hilo conductor no tenía que ver tanto con los destinos, sino con las historias que están detrás de esos destinos, esas historias de abuelos y abuelas que iba recuperando”, dice.
Viajar es sin duda la parte más importante de su vida, casi que constituye la identidad de Rulo (por eso el nombre que elige utilizar en sus redes sociales), pero cuando el proyecto evolucionó y empezó a crecer notó que el tema del viaje era totalmente secundario porque “era como una fuerza mucho más grande, que tenía que ver con la memoria, con la identidad, con el trabajo sobre el Holocausto y con ayudar a conectar a familias con su historia, con su pasado”, subraya.
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Lo que trató de mantener siempre fue la cuestión de los platos, alimento eterno de los recuerdos: “Luego de los homenajes a mi familia empecé a conseguir platos en el camino, que muchas veces me donaba gente que me esperaba en pueblitos de Polonia, Ucrania, Bielorrusia, Rumania, Lituania, haciéndose parte del proyecto, sumándose, ayudándome y hasta hospedandome. Me daban un plato o eran ellos los encargados de romper el plato. Con esos hacía y voy haciendo los homenajes; ya debo tener unos 50 más o menos hechos de esa forma”, expone.
Conectar historias y revivir el recuerdo
Con el correr del tiempo quienes conocían las historias de "La ruta de las bobes" querían hacer la propia y redescubrir de otra manera el pasado familiar, pero se encontraban con la dificultad de no tener platos de sus abuelos/as: “En las últimas ediciones u homenajes intervinieron otros objetos. Este año una nieta quería homenajear a su abuelo pero no tenía el tradicional plato con el que venía haciendo las conmemoraciones. Ella es periodista e ilustradora y le pedí que hiciera un dibujo para llevar al pueblo de su abuelo; nos encontramos en Buenos Aires antes de que me vaya de viaje, me dio el dibujo y lo llevé al pueblito en Polonia indicado”.
2023 fue el año de uno de los homenajes que más lo movilizó: “Conocí la historia de una abuela lituana, llamada ‘Olga’, que no llegó a migrar, sino que murió de muy joven y fue su hija la que migró a Argentina y su nieta la que me pidió el homenaje. Ninguna de ellas, ni la hija ni la nieta, fueron a la tumba de esta mujer, de esta abuela que falleció cuando su hija tenía 8 años y a esta hija la criaron sus propios abuelos en Argentina”, manifiesta.
Cuando llegó el momento de hacer el homenaje, Rulo no se esperaba tamaña emoción: “Este año fui en nombre de ambas a la ciudad a hacer el homenaje y encontré la tumba donde está enterrada. Me dieron cartas para que lea en la tumba y fue muy fuerte porque yo estaba ahí, en un lugar donde ellas nunca habían ido, leyendo cartas en voz alta, cartas que me mandaron para ella; fue un momento muy especial, muy fuerte”, grafíca entre lágrimas.
¿Cómo llega alguien a homenajear en la ruta de las bobes a sus abuelos o abuelas? Es bastante simple: solo tienen que contactar, a través de alguna de sus redes sociales, a Rulo. “No rechazo homenajes y no le pido nada a las familias para hacerlos, no hay una transacción de por medio, cualquier persona que esté interesada me puede pedir, dentro de los tiempos en donde yo planifico y organizo el viaje. Si puedo voy al pueblo y si no hago un homenaje simbólico/significativo en otro lado”, precisa.
Existe, sin embargo, una pequeña (y entendible) exigencia de su parte: “Pido compromiso, que las familias estén interesadas en recuperar esas historia, porque hacer un homenaje es un montón de esfuerzo, tiempo y dedicación, a veces es una semana entera para poder organizarme para llegar a un pueblo, más los gastos de todo lo que es ir”, aclara.
Si bien no es el objetivo dejar de lado a nadie, es necesario, por el bien del proyecto y de las historias en sí, “detectar” quienes tienen el mismo objetivo que él y quienes no: “A veces es más lo que interesa el hecho de conseguir papeles o documentos, piensan que es más como una cosa de gestor y yo lo que busco es gente dedicada a recuperar y resignificar las historias de estos abuelos”, determina.
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“El homenaje es un diálogo, un proceso en donde las familias me tienen que contar historias, anécdotas, la vida de estos abuelos, de lo que se acuerdan, de lo que saben, de lo que le contaron y hay gente que le interesa, le importa y se mete en eso y hay gente que dice ‘no, gracias’ y ya”, explica.
Pero cuando llega el momento de empezar una nueva ruta de bobe, el camino es largo y en conjunto con las familias, sea lo que sea que tengan para aportar a la búsqueda: “A veces hay familias que tienen muy poquita información sobre la historia familiar y familias que quizá tienen mucha o también se abren más y me empiezan a contar cosas de su historia”, pormenoriza.
Cada ruta lo hace a Rulo parte de una nueva familia: “Lo que pasa cuando arranco con un homenaje es que se abre como un diálogo con la familia, muchas veces hacemos grupos de WhatsApp y les voy preguntando y me van contando; me mandan audios, me mandan fotos y de alguna forma me involucro con ellas, un poco siento que soy parte, que conozco un montón de cosas de la intimidad de esas familias, es como una conexión con esas abuelas o abuelos de estas familias que no conozco y nunca vi en persona, pero también son abuelos y abuelas que nunca conocí ni voy a conocer”, recalca emocionado.
Este recorrido está terminando y el próximo no está definido: “No sé si volveré a la misma región, sí quizás pruebo algún destino nuevo, pero todavía estoy teniendo que procesar todo esto que pasó personalmente y en cuanto a contenido, material y la forma de compartir estas historias”, puntualiza.
La cabeza de Rulo no para y apunta a que los homenajes no queden solo en las bobes: “Tenía en un momento ganas de hacer algo así con la comunidad armenia y poder ir a Armenia”, acentúa, mientras añade un objetivo un poco más regional: “Aunque nunca lo plantee como proyecto, se me cruzó por la cabeza tratar de recuperar en Argentina historias de ancestros que tuvieran que ver con distintos pueblos originarios porque es posible hacer algo similar con muchos pueblos, muchas naciones, muchos procesos en donde hay historias que quedaron olvidadas y que hay que volver a traer. Pienso que es algo que se puede replicar con distintos tipos de historias, incluso de la dictadura”.
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Los abuelos de Rulo no quisieron hablar de lo vivido antes de migrar a Argentina pero él tiene recuerdos de ellos. A pesar de que la abuela “de los platos” falleció cuando era chico, "de ella y de mi abuelo tenemos lo más preciado: fotos de cuando estaban en Polonia y una carta que se mandaron entre ellos cuando fueron deportados a Siberia, durante la guerra”, relata.
Pocos objetos pudieron traer las familias del exilio pero de esos abuelos Rulo conserva “un libro que escribió mi abuelo en yidis, que es el idioma que hablaban los judíos en Polonia en esa época, que es de la memoria”, señala.
Ese libro contagió memoria, incluso por fuera de las mismas familias que lo crearon, ya que está publicado, digitalizado en la biblioteca de Nueva York y hay distintas copias en las familias que eran del pueblo: “En algún momento pensé exhibir algunas partes, pero más que nada es material de consulta para reconstruir, recuperar la historia: una reliquia”, cierra.