El cielo del campo de Santa Fe lo llevó a sacarle fotos al universo y a ser reconocido por la NASA: la historia del argentino que capturó una increíble explosión en el Sol

Se crió en el campo con sus abuelos. El cielo abierto le despertaba muchas incógnitas que fueron saciadas con la compra de libros y su curiosidad por los astros. Una foto al cometa McNaught le cambió la vida, a sus 30 años. Hoy es reconocido por la NASA y las revistas científicas más importantes del mundo. Cómo trabaja un astrofotógrafo, entre la curiosidad y el enigma.

29 de marzo, 2024 | 00.05

Eduardo Schaberger Poupeau es un apasionado de la astronomía desde muy chico; su pasatiempo era leer libros relacionados a la vía láctea, las estrellas y las naves espaciales. Sin embargo, a sus treinta años de edad, dio comienzo a su carrera como astrofotógrafo luego de quedarse maravillado con un telescopio. Empezó a capturar imágenes del cielo, y luego una estrella muy particular: el Sol. Gracias a su esmero y vocación obtuvo el reconocimiento de la NASA, del observatorio más prestigioso en esta materia, y de las revistas científicas más importantes del mundo; pero más que premios fueron empujones para seguir experimentando. 

Nació en Rafaela, una ciudad con una historia basada en el desarrollo de la agricultura, en cuya arquitectura predominaban las casas bajas y los cielos abiertos. “Yo salía al patio y como el cielo estaba tan oscuro podía ver las estrellas con mucha claridad. Era algo que no me dejaba de asombrar. Me fascinaba y me atrapaba por completo”, comenzó recordando. El santafesino se crió junto a sus abuelos: “Él era albañil y ella ama de casa. Mi abuelo tenía hasta tercer grado de primaria y mi abuela hasta segundo. Los dos nacieron en zonas rurales porque en aquella época aprendías a leer y escribir, y te mandaban al campo. Sin embargo, estaban convencidos de que la educación era lo que te posibilitaba salir adelante; lo que te podía salvar”.

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Es por ello que Eduardo, desde muy chico, se sumergió en la lectura. “En la librería de mi pueblo me fiaban. Yo iba cada tanto a buscar libros, y mi abuelo después pasaba y los pagaba”, comentó el hombre. Así se le despertó la curiosidad por la astronomía. “La época tuvo mucho que ver. En ese entonces estaba en auge la exploración espacial. Había mucha discusión sobre ese tema. Los periódicos no paraban de mencionarlo, y las revistas no dejaban de exhibir fotografías de cometas”, mencionó. A su vez, estaba en boga la serie “Cosmos” presentada por el renombrado astrofísico Neil deGrasse Tyson, quien exploraba la búsqueda heroica de la humanidad por el conocimiento de las leyes de la ciencia. Eduardo Schaberger se nutrió de muchos conceptos pero, en ese momento, no los pudo poner en práctica ya que no tenía los recursos económicos. 

Transcurrieron los años, egresó de la escuela como Técnico en Computación, y luego comenzó la carrera de Analista de Sistemas a unos 40 kilómetros de su ciudad. “Yo trabajaba por la mañana y por la tarde cursaba. Estaba muchas horas fuera de casa pero era por una buena causa”, explicó. El santafesino sacaba muy buenas notas pero en plena juventud decidió cambiar el rumbo. “Me agarró la locura por las bicicletas; quería correr en una”, sentenció. Fue así que dejó sus estudios, y procedió a trabajar doble turno con el fin de ahorrar y comprarse su primera bicicleta. Luego de un tiempo dio avanzó un casillero y consiguió un trabajo en el que reparaba bicicletas de competición. 

Pero a sus 30 años volvió a pegar un volantazo. Dejó el ciclismo para dedicarse de lleno a la fotografía. El paso del cometa McNaught marcó un hito en su vida. Desde ese entonces comenzó a registrar el cielo. “A este tipo de cuerpos no los ves frecuentemente. Yo tuve la suerte de capturar uno con mi cámara, y publicarlo en el diario de mi ciudad”, dijo con mucha emoción. Al tiempo, el santafesino tuvo la oportunidad de observar a través de un telescopio el Sol. “En Rafaela, una pequeña agrupación astronómica tenía un telescopio solar. Un día me invitaron a una muestra de fotos en el chalet, y durante la presentación me preguntaron si quería ver la estrella a través del telescopio. Obviamente dije que sí, y quedé enloquecido. Me voló la cabeza ver el Sol con tanto detalle”, señaló. A partir de ese momento se puso en campaña para conseguir un telescopio solar similar.

Y así fue como, después de años de arduo trabajo, pudo compartir la foto que lo identifica. “Gracias a Dios pude capturar un evento increíble: una explosión que lanzó un chorro de plasma a más de 200.000 kilómetros de altura desde el polo sur del Sol”, celebró en sus redes. Para conseguir esta fotografía, el instrumental empleado por Eduardo recorrió los 150 millones de kilómetros que separan a la Tierra del Sol. 

“Si las condiciones del clima lo permiten, prácticamente todos los días estoy haciendo fotos al Sol. Lo sigo constantemente. Tengo alertas en mi teléfono que me avisan si hubo alguna explosión solar o algo por el estilo, entonces estoy bastante al tanto de lo que está pasando. De todos modos, esta prominencia me tomó por sorpresa porque estos eventos no son predecibles. Pueden suceder en cualquier momento”. Y así fue como Eduardo recibió una alerta. “Justo estaba en mi ventana óptima de hacer fotos, que es más o menos a media mañana. Acá el clima estaba bastante complicado: había mucha turbulencia y nubosidad”, describió el astrofotógrafo quien inmediatamente se puso en acción. Comenzó a sacar al patio el trípode, la montura, el telescopio. Alineó todo para después encenderlo. Buscó el Sol, y lo proyectó en la computadora. Empezó a hacer las capturas durante más o menos 12 minutos, y después de ello la prominencia se había reducido a la mitad. “Es algo que no duró mucho tiempo entonces fue realmente muy intenso”, enfatizó.

“Todos los trucos que tengas los aplicas porque cuando ves el evento sabes que es único y que no podes perder la oportunidad”. En este caso aplicó una técnica que se llama “lucky imaging”, que vendría a ser algo así como imagen afortunada. Se emplean cámaras astronómicas que son muy rápidas en capturar muchos frames por segundo. “Hice pequeñas secuencias de vídeo de muy alta calidad. Traté de tener la suerte, entre comillas, de que alguno de esos cuadros coincidiese con momentos de muy buena estabilidad en la atmósfera, que suceden en fracciones de segundo. Después, con un software especial, analice todas esas imágenes que se capturaron y las apile para reducir el ruido digital que generan los sensores. De esa forma, obtuve una imagen que después terminé de procesar para darle un poco más de nitidez”, pormenorizó. 

La explosión fue rara -y por eso también la foto tuvo bastante repercusión- porque se produjo en el polo sur del Sol. Generalmente en los polos no se producen prominencias, sino más cerca de la línea del ecuador donde se forman las manchas solares. Hoy, Eduardo sigue sorprendiéndose del dinamismo del astro rey: “Un día podes ver una explosión solar y al otro día manchas que van cambiando su forma. Es la única estrella que podemos ver en detalle debido a su cercanía y que está en constante cambio”. 

Eduardo no viaja mucho porque considera que ver el Sol ya es viajar 150 millones de kilómetros: “Son momentos que cuando los dimensiono me hacen emocionar y sentir chiquito”. El astrofotógrafo entiende que nuestro conocimiento sobre el universo es prácticamente nulo comparado con lo que tenemos frente a nuestros ojos. A raíz de esto, es que en sus redes sociales comparte videos para que sus seguidores puedan transportarse al espacio y conocer la Luna y el Sol. También se toma el tiempo para dar charlas de astronomía en las escuelas; tal vez, emulando un legado que recibió de sus abuelos. Pero siempre con un objetivo: sembrar la curiosidad sobre eso que compartimos todos los seres humanos, el universo y sus enigmas.