Ulises Barrientos tiene 94 años y es dueño de una reliquia del barrio porteño de Caballito: un local dedicado exclusivamente a la venta de juegos de mesa y de salón, donde se destacan las mesas de pool y billar, de elaboración artesanal.
Mientras exhibe una de las grandes mesas forradas en paño verde y hace rodar bolas de colores, Ulises asegura: “Ocho de los Campeonatos Mundiales de Billar a Tres Bandas que se realizaron en el país se jugaron en mesas mías, todo un récord”. En el local pueden verse fotos de esos Campeonatos Mundiales, y otras en las que un joven Ulises practica billar. “Una mesa de billar valía 12 mil pesos de esa época, pero una de campeonato llegué a venderla a 14 mil dólares”, señala.
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Las paredes también lucen diferentes distinciones de la legendaria marca, como el diploma del Instituto Argentino de Opinión Pública que certifica que Billares Barrientos es la “más famosa, renombrada y popular” en su rubro.
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En el negocio perduran cajas registradoras antiguas y mesas de billar de distintos tipos de madera: roble, ébano negro, cedro y nogal. También hay una gran variedad de tacos, bolas de colores y sapos. “El sapo es un juego tradicional y está hecho todo de bronce. Cuando vienen turistas a pasear por Buenos Aires juegan al sapo porque no lo conocen. Lo han comprado para llevárselo a Israel, España y Francia”, enumera.
Además, en el local venden artículos lúdicos de los más variados: cartas, dados, bingo, ajedrez, damas, backgammon, metegol, ping pong y tiro al blanco, entre otros. También realizan reparaciones.
La historia
“Nací en Yapeyú al 500, a tres cuadras de Boedo. Soy porteño de pura cepa”, resalta Ulises entre risas. El primer local lo fundó su padre, Vicente Barrientos, en 1930 y estaba ubicado en la esquina de las calles Cochabamba y Lima, en el barrio de Constitución. A los 15 años Ulises abandonó el colegio y empezó a trabajar en el negocio, donde asegura que “aprendió mucho más”.
A pocas cuadras del local, en el barrio de Barracas, la familia Barrientos tenía un taller, donde llegaron a trabajar 40 empleados. “Era una fábrica preciosa que funcionaba en un primer piso y tenía hasta un montacargas”, recuerda Ulises en diálogo con El Destape. “Mi papá me decía ‘quedate en la oficina’, pero yo pretendía mandar, y para mandar hay que saber, si no, te pasan como alambre caído”.
Ulises fue aprendiendo el oficio y unos años después se puso al frente del negocio. Luego, a los 36 años, se casó con Ofelia y tuvieron una hija. A fines de los 80 decidieron cambiar de barrio y se mudaron a la calle Formosa 581, en Caballito. “Yo quería comprar una casa, esto no iba a ser un negocio”, confiesa. La planta baja se iba a utilizar como garaje y sala de juegos, pero un amigo le sugirió mudar el local a esa planta baja y a Ulises “se le prendió la lamparita”. Con ayuda de Ofelia, que se da mucha maña con la decoración, realizaron reformas y en 1989 el negocio comenzó a funcionar allí.
Al principio a Ulises le dio miedo el cambio de barrio porque por esa zona, dice, “no pasaba nadie”. Sin embargo, durante el primer mes vendió 13 mesas, “como si no hubiera cambiado de lugar”. A partir de ese momento, el negocio empezó a ganar fama en la zona, hasta convertirse en un ícono del barrio.
Una vida dedicada al juego
A Ulises siempre le gustaron los autos, “la timba” y el baile: “Bailaba muy bien tango, milongas y paso doble”, afirma. Desde chico aprendió a jugar al billar y su preferido es el billar a tres bandas.
En 1970 un cliente que le compraba asiduamente metegoles para alquilarlos en diferentes bares porteños, lo llevó a ver una mesa de billar “extraña” en una confitería del centro. Esa fue la primera vez que Ulises vio una mesa de pool y ese mismo cliente le encargó 100 mesas del novedoso deporte. Sin embargo, fue en la década del 80 cuando se produjo el boom del pool en Argentina. En esos años el negocio alcanzó una mayor fama y llegó a venderle mesas a personalidades reconocidas como a Julio Ramos, el legendario dueño del diario Ámbito Financiero.
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Ulises también es un fanático del metegol, “era imbatible, nadie me ganaba”, enfatiza. Los primeros eran con piso de vidrio, los jugadores eran de madera y las pelotitas eran de corcho pintada de blanco. “Fui uno de los primeros en fabricar el metegol en Argentina”, asegura.
Las mejores épocas del distinguido negocio son siempre las fechas cercanas a las fiestas o el día del padre, y asegura: “Acá vienen hombres y mujeres por igual, hay muchas jugadoras”.
Según Ulises, lo que más buscan los clientes son los tacos y artículos de pool y billar. Otros artículos muy elegidos son los dados y el ajedrez. Desde la pandemia, su nieto German “le da una mano” por la tarde.
A sus 94 años Ulises atiende el local todos los días y disfruta que las personas entren preguntando por él. “No hay muchos locales como éste, acá encontrás de todo”, asegura. “Este local es todo para mí, fue hecho con todo cariño, al gusto de mi señora y mío”.