Alicia Reynoso es enfermera y veterana de la guerra de las Malvinas. Así se presenta y así lo indica su DNI, un reconocimiento que consiguió después de más de 10 años de lucha en la justicia y muchos más de mantener su historia en secreto. Fueron 14 las enfermeras que atendieron a cientos de soldados argentinos durante la guerra, sin embargo, recién en 2009, y gracias a la audacia de Alicia, pudieron romper el silencio y contar públicamente cómo fue su participación.
Hoy Alicia está jubilada y disfruta del tiempo libre jugando con sus dos nietos Mateo y Lorenzo. Esta fecha la encuentra de un lado a otro en Paraná, recorriendo escuelas, recibiendo llamados de medios de comunicación, reviviendo los años de la guerra. “Malvinizando”, como ella misma lo llama. “Recordar lo que vivimos es una forma de seguir con la llama encendida”, reconoce. Además está escribiendo su segundo libro, el primero “Crónicas de un olvido”, expone la participación de las mujeres en el conflicto del Atlántico Sur como testimonio de algo que siempre se ocultó.
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Este 2 de abril la encuentra en su Entre Ríos natal para compartir con su familia y participar del estreno de una obra de teatro llamada “Un mar de luto” del dramaturgo Juan Ignacio Serralunga. Alicia está muy conmovida con la invitación y encantada de acompañar a los actores y actrices que son “muy jóvenes” y se ocupan de mantener la memoria encendida.
Una historia oculta
“Tuvieron que pasar más de 100 años para saber que Belgrano no había cosido la bandera, había sido una mujer, para saber que también había una madre de la patria. Las Patricias Argentinas, que colaboraron con la independencia, nombradas así en forma pluralizada y muchas otras mujeres que no figuran en el relato de nuestra historia”, reflexiona Alicia y agrega que a ellas pretendieron ocultarlas por mucho tiempo. Aparte de mujeres, enfermeras, formaban parte del personal militar que trabajaba en un conflicto bélico durante un gobierno de facto, con todas las violencias simbólicas y explícitas que implicaba. “No éramos la señora de, la hija de, la novia de, éramos iguales a ellos con todas las obligaciones y sin ningún beneficio terminada la guerra”.
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Era 1982, Alicia tenía 23 años. Hacía dos había comenzado a trabajar como enfermera en la Fuerza Aérea y se desempeñaba como Jefa de Enfermería. En ese momento llegó la orden de viajar a Malvinas: “Estábamos haciendo algo para lo que nos habían preparado profesionalmente, era normal para nosotras cumplir órdenes de un superior, nadie te preguntaba si querías ir o si tenías miedo”. Nadie les avisó que el avión al que subieron no iba a llegar a Malvinas y que Alicia, junto a otras 4 enfermeras que viajaron en un comienzo, no iban a pisar jamás las islas: las llevaron directo al Hospital modular que montaron en Comodoro Rivadavia.
Su rol fue fundamental en el Continente, asistiendo, curando, incluso hasta interviniendo en cirugías cuando no había médicos. También conteniendo a cientos de soldados que llegaban heridos, desolados y desesperados por el horror que estaban viviendo en las Islas. Entre esas historias, empezaron a entender lo que realmente pasaba con la guerra: “Estábamos engañados por el periodismo sensacionalista triunfalista, nos decían que íbamos ganando, cuando empiezan a llegar los soldados nos cuentan lo que pasaba realmente y entendemos que era todo mentira”. Las reacciones de los combatientes cuando llegaban al hospital y se encontraban con las enfermeras eran variadas: para muchos, era la posibilidad de hablar y llorar. “Fuimos un poco madres, amigas, hermanas. También, en la medida que podíamos, nos comunicábamos con sus familias”, cuenta Alicia.
Prohibido llorar
Las 14 enfermeras tenían prohibido llorar. Recibían a los heridos de guerra y, después de una extensa jornada, limpiaban los 11 módulos para comenzar temprano al día siguiente. Su refugio terminó siendo las charlas nocturnas cuando los superiores dormían. En ese momento se abrazaban y lloraban en silencio por los soldados que morían, por lo que contaban los jóvenes que eran trasladados a continente y, también, porque extrañaban a sus familias. Recuerda que se juntaban a rezarle a la Virgen de Loreto, patrona de la Fuerza Aérea.
En su labor, tenían asimilada la violencia como forma de trato, sobre todo la verbal, sumado a que era algo cultural en esa época vivir eso simplemente por ser mujeres. Las retaban hasta por tener los borcegos sucios, algo imposible en una tierra como la de Comodoro Rivadavia, donde el viento y la tierra abundan. “Una vez salimos en la tapa de Radolandia, el director del hospital llegó ese día y nos tiró la revista en una camilla y nos dijo: 'Ahora les prohíbo hablar', todas con miedo obedecimos".
La fuerza para resistir y visibilizar
Después de la guerra todas las enfermeras siguieron trabajando. A Alicia la mandaron a hacer un curso y a otras las reubicaron: “Acá no pasó nada, a usted no le pasó nada, pero sí pasó: viví una guerra teniendo 23 años, para ellos no nos había pasado nada porque estábamos vivas”, rememora. También les pidieron que no hablen, que no cuenten, y así lo hicieron durante casi 32 años, hasta que en 2009 Alicia decidió hablar. Comenzó tímidamente subiendo fotos de la época, se asesoró con un abogado, fue a terapia y empezó a abrir lo que llama “la caja de pandora”, en la que se encontró con fotos, cartas, recuerdos de aquellos años. Ese recorrido le sirvió para sanar de adentro hacia afuera y pudo relatar todo lo que habían vivido durante la guerra.
Junto con Alicia, otras enfermeras pudieron también visibilizar sus experiencias. Los primeros meses fueron duros, recibió hasta amenazas y durante un desfile militar conmemorativo las intentaron echar de la plaza. Ese día se hicieron virales, traspasaron la seguridad y desplegaron una bandera con la insignia “Veteranas de Malvinas”. “Siempre fui peleadora, pero muy callada”, reconoce Alicia y lo relaciona a la muerte de su padre cuando tenía 16. Sin embargo, ver a su mamá que crió sola a 8 hijos sin ninguna ayuda fue un ejemplo: “Para mí siempre el espejo de fortaleza fue mi mamá, así que cuando me pasó todo esto pensar en ella me dio la fuerza para hablar”.
Hoy en las escuelas se cuenta lo vivido a través del relato de las enfermeras de Malvinas, de las veteranas que tuvieron que, además, pelear ellas mismas por ese reconocimiento. Hace poco Alicia descubrió que hay un libro de Editorial Planeta que tiene su historia impresa con una caricatura en una sección titulada chicas rebeldes: “Cuando lo vi me largué a llorar, y entendí por qué me están llamando de escuelas de todo el país”. Para ella es emocionante saber que plantaron una semilla que quedará plasmado en libros, sobre todo teniendo en cuenta que los militares quemaron mucha documentación del hospital y mucha información se perdió. “No nos pudieron quemar la memoria, así que mientras tengamos vida, vamos a seguir diciendo que nosotras también estuvimos”, concluye.