Gas lacrimógeno, balas de goma, llanto, desesperación, dolor. Vulnerabilidad total. El Bosque a oscuras fue la peor de las locuras.
Miles de socios, socias e hinchas asistimos al estadio del Gimnasia y Esgrima La Plata. A ver un partido de fútbol. A ganarle a Boca y sumar de a 3. A prendernos a la punta y seguir con la ilusión intacta. Solo eso y nada más que eso. El Estadio colapsaba de gente como nunca ocurrió. No entraba un alma. No había lugar para nadie más, pero aún así había gente quería entrar. Con el carnet en mano, con la camiseta puesta, con la ilusión a flor de piel. Con el sentimiento tripero en el aire.
El partido comenzó minutos más tarde del horario pactado producto del humo azul y blanco con que se recibió al equipo. No había visibilidad para jugar. Ya se sentía el aliento al once titular.
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Cuando el referee pitó el inicio de los primeros 45 minutos comenzaron a escucharse tiros. Balazos en las inmediaciones. El miedo se sentía. La adrenalina del partido también. Sentimientos encontrados que concluyeron en una sola angustia apenas momentos después.
A los 8 minutos, el gas lacrimógeno invadió el estadio. El gas lacrimógeno que tiró la Policía Bonaerense. Una gas que perfora los pulmones, lástima la garganta. No te deja respirar a pesar de estar al aire libre en el medio de un bosque. Te raspa la piel, te quema. Te lloran los ojos. Te ahogas y tenés a tu familia igual o peor. Te desespera. Te tiemblan los pies. Ves gente llorando a tu alrededor: menores, adultos, grandes. Todos y todas encerradas. Sin escapatoria y abandonados.
Estábamos presos en el Bosque.
Indefensos. Vulnerables. Escuchando balazos y sólo balazos. A la insoportable situación se sumaba la desesperación por querer salir sin saber que afuera habría otro calvario. La puerta abierta parecía ser el final. Pero el bosque a oscuras fue la peor de las locuras.
Policías a caballo. Policías armados. Policías tirando tiros. Reprimiendo sin pruritos, con ganas, con odio, con violencia.
Un hincha murió. "Lo mató la represión", dijo el hermano de Lolo Regueiro, la víctima. El ministro de Seguridad, Sergio Berni, dio explicaciones que dejan desahuciado a cualquiera.
El presidente del club de Gimnasia y Esgrima La Plata, Gabriel Pellegrino, vio el partido desde el palco y se victimizó. Vale mencionar que hay un porcentaje de las entradas que va directamente a la AFA. La hinchada a la deriva. El partido suspendido. Gimnasia de luto. El fútbol también.
Faltan explicaciones y una dirigencia, política y deportiva que esté a la altura de lo que nos merecemos. Lavarse las manos no es una opción. Deslindar responsabilidades tampoco. No se puede repetir. No se puede naturalizar. Justicia para el fútbol, justicia para la gente.