Históricamente el de las finanzas ha sido representado como un mundo que se mantiene alejado de la vida cotidiana ordinaria de las personas, como si existieran múltiples preconceptos y barreras, materiales y simbólicas, que funciona como obstáculo a la hora acercarse a sus temas o lo que allí ocurre. El financiero es un fuertemente masculinizado, adulto céntrico y clasista. Con la llegada del siglo XXI, el avance indiscriminado del nuevo orden financiero y una economía cada vez más bancarizada, se presentan constantes desafíos, herramientas novedosas, dispositivos electrónicos y digitales, y elementos como las criptomonedas, las billeteras electrónicas, o las aplicaciones bancarias, que implican tener un manejo previo de las tecnologías y accesibilidad. En este marco se hace necesario fomentar desde el Estado y las instituciones oficiales un proceso de inclusión financiera y sobre todo la formalización de programas de educación financiera en Argentina.
Juventud y educación financiera
Según el informe de Estrategia Nacional de Inclusión Financiera 2020-2023, elaborado por el Ministerio de Economía, el sistema financiero argentino presenta un bajo nivel de profundidad. En términos comparativos tanto el crédito como los depósitos, que alcanzan el 11% y el 18% del PBI, respectivamente, están en niveles inferiores a los de otros países de desarrollo similar y asimismo se observa que el uso de medios de pago electrónicos es muy bajo. Asimismo la Encuesta de Medición de Capacidades Financieras en Argentina de 2018 reveló que sólo el 29% de los encuestados logró generar un ahorro y el 70% tuvo problemas para cubrir sus gastos.
Justamente en este sentido se presentó en el Congreso de la Nación un proyecto de Ley que según uno de sus impulsores, el diputado del Frente de Todos Karim Alume Sbodio, tiene el “objetivo de lograr la plena inclusión financiera para contribuir al desarrollo económico y social sostenible”. Lo que propone la iniciativa es incluir de manera obligatoria en la enseñanza de la educación financiera en las escuelas secundarias públicas y privadas, a nivel nacional, provincial y municipal. El proyecto cuenta con un fuerte consenso transversal de todos los bloques para su tratamiento.
Julieta Martínez, es Lic. en Economía y Directora de la Comunidad Modo Finanzas, que se define como “la primera que toma decisiones financieras con impacto positivo en la sociedad y en el medioambiente”. Ella explica que “hoy en día los jóvenes pueden disponer de fácil y rápido acceso a una enorme variedad de productos y servicios financieros debido a que son los principales interesados y usuarios de tecnologías móviles. Este factor, sumado a que se encuentran en una etapa en la que comienzan a tomar decisiones de administración de dinero, resulta decisivo a la hora de plantear un proyecto de educación financiera que haga foco en este público”.
Con una mirada además crítica del funcionamiento del sistema financiero que termina perjudicando a los sectores más vulnerables, el Proyecto “Educación e Inclusión Financiera para el bien común” se propone impulsar buenos hábitos y la gimnasia de planificación financiera desde la adolescencia, incentivar la implementación de una administración responsable de los recursos, para generar la igualdad de oportunidades. Para ello incorpora la capacitación docente, a través de la realización de cursos de formación y asistencia técnica.
En este sentido Martínez advierte que “los jóvenes están cada vez más interesados en las inversiones sostenibles para no sólo ver un impacto personal económico, sino también generar uno positivo en su entorno”. Por eso subraya que a la hora de repensar la educación financiera es importante tener en cuenta la demanda creciente de finanzas éticas que representan una oportunidad para constituir a la Argentina como pionera en la región: “Sin importar la edad, formación o nivel de ingresos, todos los ciudadanos tomamos constantemente decisiones relacionadas con el dinero que afectan nuestro día a día. En este sentido, cuanto antes comience a impartirse, más efectiva será la formación financiera y es por eso que el proyecto hace foco en los jóvenes”.
La brecha de género financiera, un tema económico, social y cultural
El mundo de las finanzas no es ajeno a las relaciones de género desiguales y discriminatorias presentes en nuestras sociedad y la cultura en general. Si bien la tendencia ha comenzado a mejorar en los últimos años, según el Informe Women in Financial Services de 2020 en las grandes compañías financieras las mujeres siguen siendo pocas y muy poco influyentes: son el 20% en los comités ejecutivos y 23% en las juntas. Pero no es solo un tema de cupo, sino que además la actividad financiera y las entidades bancarias, suelen ser agentes reproductores y potenciadores de un sistema económico y socio político fuertemente concentrado, basado en la exclusividad, que sostiene códigos dominantes del machismo y la uniformidad heterosexual. Este tipo de discriminación, presente en las instituciones y la propia lógica del sistema, se ha convertido en estructural, y por lo tanto invisibilizado, e incide negativamente en las experiencia de vidas de millones de mujeres y poblaciones feminizadas, limitan su autonomía, frenan su desarrollo profesional y cristalizan la discriminación patriarcal.
Sabrina Castelli, es contadora y Lic. en Administración, y dirige el proyecto de Mujer Financiera. Relata que el origen de su proyecto tiene que ver con su historia personal: “Cuando tenía 9 años mi padre falleció, mi hermana tenía 8 días y mi mamá en ese momento era ama de casa. No tenía acceso a una cuenta bancaria y mucho menos a educación financiera. Sumado a ello el dinero que recibió por el seguro de vida de mi padre lo puso en el banco y en el 2001 con la crisis nuestra familia perdió todos nuestros ahorros. Desde chica entendí la importancia de entender cómo funciona la economía, por eso decidí estudiar carreras relacionadas a ello”. El emprendimiento brinda herramientas e información de valor para ayudar a empoderar a mujeres en el manejo de sus finanzas.
“Empecé a investigar el tema y me di cuenta que la historia de mi familia era tan sola una historia dentro un millón de historias de otras mujeres no sólo de Argentina sino de alrededor del mundo”, indica Sabrina y advierte que las cifras sobre la actividad financiera de mujeres muestran un panorama preocupante en Latinoamérica: sólo el 51% tiene acceso a una cuenta bancaria, el 11% ahorra y el 10% accede al crédito. Esta foto tan representativa de la brecha financiera de género es la razón que la impulsó a crear una empresa “que les permita a las mujeres acceder a educación y servicios financieros para su bienestar y el de sus familias”. Pero no se trata de un escenario nuevo: en 1980 en la región tan solo 30 millones de mujeres eran económicamente activas, mientras que en la actualidad el número asciende a 120 millones. “Los temas de dinero son relativamente nuevos para nosotras. Por miles de años en la mayoría de los casos los hombres fueron los que se encargaron de manejar las cuentas, traer el dinero, invertirlo y tomar decisiones sobre el mismo”, agrega.
Algunos obstáculos: desocupación, trabajo informal y menores ingresos
El primer paso a evaluar si hablamos de finanzas es el tema de “la autonomía económica”, eje central que condiciona el acceso a bienes y servicios, la libertad de elección, y sobre todo el bienestar de las personas. Y en este sentido las mujeres corremos con una gran desventaja. La CEPAL define autonomía económica de las mujeres como la capacidad de generar propios ingresos y recursos a partir del acceso al trabajo remunerado en igualdad de condiciones que los hombres. Claro que la realidad choca con la teoría. La CEO de Mujer Financiera explica que “las mujeres se incorporaron recién en los últimos 100 años activamente a la fuerza laboral y por lo tanto a ganar dinero y tomar decisiones sobre el mismo, a diferencia de los hombres que desde hace miles de años manejan dinero”.
Pero además Sabrina identifica que uno de los mayores obstáculos es la brecha de ingresos: “Las mujeres ganamos menos dinero y por consiguiente tenemos menos acceso a productos asociados al dinero. En Argentina la brecha de ingresos a nivel nacional entre hombres y mujeres asciende a 29,2 p.p., por lo que en promedio las mujeres tienen un ingreso que representa el 70% del ingreso de los hombres. Esto se replica en todas las regiones, los rangos etarios (siendo más pronunciada entre los jóvenes y los adultos mayores), los estratos de ingresos y los tipos de hogares. Las diferencias en el nivel de ingresos, sumadas a las menores tasas de actividad y empleo registradas para las mujeres, repercuten negativamente en sus posibilidades de acceder a productos financieros”.
Julieta Martínez agrega al respecto que “la primera y principal diferencia entre ambos sexos cuando hablamos de finanzas es tan simple como que las mujeres ganan menos dinero que los varones. Esto tiene relación directa con la invisibilización de tareas del cuidado no remuneradas (tareas domésticas y de cuidado de niños y adultos mayores) que recaen mayormente en las mujeres, fenómeno, vale la pena mencionar, profundizado en situación de pandemia. Esta carga deriva en menor tiempo dedicado al desarrollo profesional y, por ende, en una mayor dificultad en el ingreso al mercado laboral y a puestos directivos mejor remunerados. Además de salarios más bajos, estamos hablando de mayores niveles de informalidad y desocupación que los varones”.
La crisis del coronavirus amplió a nivel mundial las desigualdades entre varones y mujeres en todos los ámbitos, pero la cuestión económica es la que más resiente. La principal explicación tiene que ver con que la pandemia afectó mayormente a sectores de la economía altamente feminizados como el trabajo doméstico, las tareas del cuidado, turismo, hotelería, gastronomía, enseñanza y los servicios comunitarios. Actividades donde además es muy alto el nivel de informalidad y por lo tanto vulnerabilidad. El trabajo en casas particulares de hecho constituye el sector que más empleos perdió en nuestro país: 430 mil puestos menos que el año pasado. Mientras tanto, del otro lado, los sectores que permanecieron iguales o incluso mostraron un mayor crecimiento en los últimos meses como la construcción, industria, salud, y actividad financiera están mayormente masculinizados.
En Argentina, según el último informe del Indec, la Tasa de Actividad de las mujeres fue de 49%, mientras que la de varones se ubicó en 69,7%, casi 20 puntos de diferencia. Con respecto al desempleo la Tasa femenina fue de 12,3%, mientras que entre los varones fue de 8,5%. No solo eso sino que mientras se produjo una reducción del 9,7% al 8,5% en el desempleo masculino, en las mujeres aumentó del 11,2% en el primer trimestre del 2020 al 12,3% en el mismo período de este año. Y entre los jóvenes la brecha es más pronunciada todavía: el desempleo de personas de entre 18 y 30 años alcanzó el 26%, y el grupo más afectado son las Mujeres de 14 a 29 años, con una tasa del 24,9%.
Prejuicios y estereotipos culturales
Si hablamos de brecha de género en el ámbito financiero también tenemos que las diferencias significativas que se han construido en base al papel y lugar que ocupan, o mejor dicho no ocupan, las mujeres en las finanzas. Martínez observa que “existen limitaciones en el orden de los valores y creencias que condicionan la percepción que tenemos las mujeres del mundo financiero. Históricamente la sociedad nos ha asignado responsabilidades y roles relacionados con capacidades, tareas y puestos que supuestamente se corresponden con nuestro género, basándose en prejuicios que nos asocian con cualificaciones y habilidades específicas. Incluso se formó un estereotipo de mujer empoderada económicamente que destina todos sus ahorros a cartera, zapatos y maquillaje”.
No resulta casual entonces, como indica la Directora de MODO FINANZAS, “el hecho de que en los medios de comunicación se siga escuchando sobre economía y finanzas a casi exclusivamente hombres (que hablan a otros hombres, aunque sea de forma inconsciente) lo que profundiza y perpetúa la idea de que son temas para camisas con corbatas. Baja representación deriva en baja identificación”. Además destaca la necesidad no sólo individual sino también a nivel Estado y corporativo de romper con paradigmas como el “pensar que los hombres son mejores administrando dinero, que hablar de plata es tabú o ‘queda mal’, que ganar o querer ganar más dinero no corresponde, o incluso avergonzarnos si nuestra pareja masculina genera menores ingresos que nosotras”.
“Datos empíricos han revelado que las mujeres demuestran un grado más alto de responsabilidad al momento de administrar los recursos de la economía familiar, poniendo como prioridad la salud, la educación y la alimentación. A nivel empresarial, es indudable que la diversidad genera un impacto positivo en la toma de decisiones y un entorno precioso para la creatividad y la innovación. Finalmente, está demostrado que las startups fundadas o cofundadas generan más beneficios – indica Julieta - la inclusión financiera representa una herramienta fundamental para reducir brechas, eliminar la pobreza y construir una sociedad más igualitaria”.