Suele pensarse que los perros y los gatos se comunican con su especie y con el resto de los mortales a través de los ladridos y maullidos. Sin embargo, es mucho más que eso: su lenguaje de comunicación gestual y corporal -más complejo que el del ser humano- habla por sí solo. Comprender este tipo de comunicación “silenciosa” puede ayudar a evitar problemas de comportamientos en las distintas especies.
“Cada especie tiene sus propias capacidades y sus respuestas de comportamiento no son iguales a las humanas. Por eso es importante ayudar a los dueños a comprender el lenguaje de sus mascotas y evitar comportamientos indeseados”, asegura a la Agencia de noticias científicas de la UNQ Silvia Vai, veterinaria especialista en medicina comportamental y miembro de la Asociación de etología clínica veterinaria argentina (Aecva).
En los últimos años, sobre todo en tiempos de pandemia, la cercanía con las mascotas llevó casi forzosamente a humanizarlos: están tan integrados en la vida humana que muchas veces se cree que su personalidad y sus emociones son perfectamente asimilables a las humanas. Pero nada más lejos de la realidad. “Cuando los animales no obedecen, la gran mayoría de las veces es porque no nos entienden, ya que con el cuerpo les decimos algo y con las palabras les decimos otras cosas”, explica Vai. En esa línea, desde la etología, se brindan algunas claves clínicas para comprender lo que los animales quieren expresar. “Lo primero que se mira es cómo se comunica la especie y cuál es su repertorio comportamental para después, si tenemos un problema de conducta, poder enseñarle al propietario a leer ese mensaje y poder comunicarse de manera adecuada con el individuo”.
Más allá del guau y del miau
¿Se puede realmente llegar a descifrar qué significa cada gesto, cada posición, cada maullido o ladrido? En los perros y en los gatos, las orejas, la cola, la boca, los ojos o los bigotes transmiten información y demuestran situaciones que les crean dudas, insatisfacción, o al contrario, felicidad. En ese sentido, la especialista dice que a pesar de ser ambos animales domésticos, hay una diferencia entre ellos: “El perro es un animal social, por lo tanto, sus señales de comunicación tienden a comunicarse con el otro porque es una especie que vive en grupo. En el caso del gato, que es una especie territorial, muchas de sus señales de comunicación están orientadas a la organización del territorio”.
El lenguaje canino tiene algunas señales que se pueden interpretar de manera más o menos exacta. Entre ellas, el ladrido. Pero los perros son increíblemente expresivos cuando se trata de sus cuerpos, aunque todas sus partes no son igualmente importantes. La cabeza, la frente, el hocico y la boca transmiten muchas señales. Otras proceden de la postura general, del pelo, de las patas y de la cola. Por ejemplo, si su cola está escondida con su cuerpo bajo, nariz arrugada, orejas hacía atrás y labios ligeramente arqueados, es signo seguro de que necesita espacio. Pero si su cola está hacia abajo y relajada con sus orejas hacia arriba, cabeza en alto, boca abierta (mostrando un poco la lengua) y postura suelta, está muy relajado. Es decir, la cola es como una bandera de señales: un perro asustado la esconde entre las piernas. Uno amistoso o dominante la pone bien en alto. Y cuando un perro menea la cola, lo normal es interpretarlo como signo de simpatía, aunque en muchas ocasiones realmente es de confusión.
¿Qué pasa con los gatos?
Estas normas cambian radicalmente cuando se trata de felinos. Erróneamente, muchas veces se tiende a tratar a los gatos como si fueran perros pequeños. Pero son animales completamente diferentes. El perro es un animal social y jerarquizado, que sigue al líder de la manada. En este caso, su dueño. Por eso se lo puede retar o dar órdenes. Pero el gato no es jerárquico, y no se le puede retar: es una auténtica máquina de cazar y es muy territorial. Esto influye en su sistema de comunicación.
“En los gatos, las pupilas son muy importantes. A través de ellas manifiestan miedo o confianza. Unas pupilas muy dilatadas expresan excitación, alerta, enfado”. Los párpados son importantes también: ojos medio cerrados son signo de calma y placer, ojos muy abiertos son todo lo contrario. Y, por supuesto, los bigotes también nos dan algunas pistas: si se abren grandes y tensos hacia atrás, el gato está agresivo, en posición de caza. Si por el contrario caen hacia abajo o hacia delante, el gato está feliz.
Pero es en los movimientos de la cola donde más se diferencian los perros: “Si el gato menea la cola de un lado a otro de forma enérgica, sobre todo cuando le acariciamos, significa que se está enfadando: lo mejor es dejarle tranquilo; al contrario que los perros, que manifiestan felicidad con el mismo gesto”, advierte la etóloga.
Con información de la Agencia de Noticias Científicas