María Esther Duffau nació el 26 de julio de 1933 en el barrio porteño de Villa Urquiza y se ganó un lugar más que especial en el fútbol argentino. Tal vez es difícil registrar de quién se trata con aquel nombre pero nadie, especialmente los fanáticos futboleros, puede desconocer su apodo: "La Raulito". La simpatizante de Boca Juniors, que se llevó todas las miradas durante varios años, falleció un día como hoy hace ya 13 años -30 de abril de 2008- y es importante recordarla por ser una de las principales pioneras que marcó una época de las mujeres dentro de la cancha.
No es una novedad decir que el fútbol es un deporte repleto de simbologías y entramados sociales relacionados con el género masculino y la cultura del machismo. Desde el principio de los tiempos, la pelota -que, sorpresivamente, puede ser pateada y trasladada por cualquier persona sin importar su género- estaba rodeada de actitudes, conductas, prácticas y creencias que realzaban la masculinidad. Y en la actualidad, más allá de los progresivos cambios que se llevaron adelante y de los diferentes espacios conseguidos por la mujer, todavía sigue siendo un refugio para el empoderamiento de estas posiciones.
Dejando de lado todo esto, tras sus reiterados pasos por reformatorios, la cárcel y hasta el manicomio, La Raulito buscó poner en jaque todas estas prácticas culturales e imponer, desde su lugar, que el fútbol, el ser hincha y el fanatizar por un equipo, era una posibilidad abierta para todos y todas. Aún así, en una época donde el patriarcado pisaba fuerte y se imponía acallando voces, adoptó otra identidad, se rapó el cabello, se vistió de hombre para que no la molestaran en las calles -allí, dicho género recibía menos maltratos- y tuviese total tranquilidad para lograr alentar al Xeneize en las tribunas de la mítica Bombonera.
MÁS INFO
"Nadie me hizo de Boca, yo sabía que esos colores me iban a dar muchas alegrías", dijo en algún momento y poco a poco, logró meterse en el corazón del hincha azul y oro. Sin su padre, que la abandonó y tras el fallecimiento de su madre, quedó sola y en la calle a los 6 años. En un sistema que no la ayudaba y ante el maltrato de una sociedad que la apartaba, como ocurre con tantos chicos y tantas chicas hoy en día, sobrevivió escapando de orfanatos, prisiones y neuropsiquiátricos; cambiando su apariencia para no ser reconocida y escapando de los estereotipos de género impuestos en la época, con lo que significaba en aquellos tiempos.
Luego de pasar 30 años en el Hospital Moyano, le asignaron un geriátrico desde el gobierno y siempre tuvo las puertas abiertas para volver a las tribunas del club de sus amores. Incluso, dos años antes de su fallecimiento, fue reconocida por el club de la Ribera; recibió una parcela de parte de los jugadores en el cementerio temático de Boca Juniors, una silla de ruedas para ayudarla con su movilidad y hasta le brindaron libre acceso tanto a las prácticas como a reuniones con los propios jugadores. En diciembre del 2007, su estado de salud empeoró tras una rotura de cadera y en abril del 2008, con 74 años, falleció en el ex Hospital Rawson por una descompensación general.
El sueño de jugar en Boca
El nombre elegido, "Raulito", no es casualidad. Y sin lugar a dudas, remarca las constantes desigualdades que atravesaban -y atraviesan- a nuestra sociedad en todos los ámbitos. "Yo quería jugar en Boca, hasta me fui a probar un día, pero por ser mujer no podía jugar con los varones", comentó en su momento. Hasta recordaba, en una entrevista de la época: "Era buena, hacía la palomita, le pegaba a la pelota con las dos piernas y jugaba con los vagos en la plaza... Los únicos que sabían que era mina era ellos".
Pero más allá de su ilusión, inimaginable en aquel momento, tuvo la chance de pisar el verde césped de la Bombonera en una jornada más que particular. Fue un 13 de julio de 1980, durante la segunda rueda del Torneo Metropolitano, cuando le hizo un gol a Estudiantes de La Plata. "Boca tenía una mala racha, empataba 0-0 y dije 'el gol lo voy a hacer yo'. Estaba en el palco, me tiré a la cancha, todos se quedaron quietos y tuvieron que parar el partido. Paré la pelota y le pegué de chanfle, el arquero ni la vio", dijo aquella vez.
Por supuesto, aquella vez, la detuvo la policía. "El referí me llamaba y yo, del susto, me metí en el vestuario de los contrarios. Los viejos me decían: 'Por culpa tuya van a clausurar la cancha'. Por suerte, al final no pasó nada", dijo. Y no dudó en admitir: "El gol que hice en la Bombonera fue la hazaña más grande de mi vida". Por esto y muchas otras acciones fue reconocida y mimada por grandes ídolos del club y hasta vio los partidos junto a, nada más y nada menos, Diego Armando Maradona.
Cuando "La Raulito" dejó de ser anónima
Más allá de su presencia, inolvidable para los hinchas de Boca en la Bombonera, "La Raulito" logró dejar el anonimato y pasó a ser un personaje del cine durante 1975 cuando se estrenó el film con su mismo nombre, dirigido por Lautaro Murúa con guion de Juan Carlos Gené y Martha Mercader. Marilina Ross fue la encargada de interpretarla y de mostrar, desde el principio, su amor y pasión por el club de La Boca.
A través de dicha película se buscó dejar a la vista, más allá de su cariño por el Xeneize, el sufrimiento constante de su vida y la necesidad de liberarse. El fútbol, sin lugar a dudas, se transformó en su cable a tierra y en su escape a las situaciones sociales que la atravesaron desde las pérdidas sufridas durante su niñez. Cabe destacar que no fue el único: Emiliano Serra realizó un documental, estrenado en 2009 y titulado: "La Raulito, Golpes Bajos".
La película completa: