Cecilia Basaldúa, una joven mochilera porteña de 35 años, llegó en 2020 a Capilla del Monte para sumar nuevas historias a la extensa bitácora de viaje que había comenzado a escribir cuatro años atrás. El 4 de abril habló por última vez con su mamá y el 25 de abril apareció su cuerpo a pocas cuadras del basural de la ciudad, con signos de abuso. En la causa por su femicidio, cuyo juicio iniciará el próximo 2 de mayo, hay un solo imputado, un joven que vivía cerca de donde fue encontrada Cecilia. De acuerdo a sus familiares, de todas formas, él "no tiene nada que ver" con el crimen. Este lunes, se realizarán movilizaciones hacia la Casa de la Provincia de Córdoba en la Ciudad de Buenos Aires, en Capilla del Monte y en Córdoba Capital para reclamar justicia.
"Lo más triste es que se perdieron dos años porque este chico, Lucas Bustos, es supuestamente inocente. No hay ninguna prueba en su contra en el expediente y la fiscal lo involucró para desviar la investigación", resaltó en diálogo con El Destape Susana Reyes, la madre de Cecilia. Los familiares apuntan directamente contra algunos miembros de la Policía local, a quienes vinculan con Gabriel Mainardi, el hombre que alojó a Cecilia durante su estadía en Córdoba y donde se encontraron además las pertenencias de la joven.
Sin embargo, la fiscal de Cosquín Paula Kelm cerró la investigación y pidió su elevación a juicio en marzo del año pasado con Bustos como único sospechoso, un joven campesino de 21 años, imputado por los delitos de “abuso sexual con acceso carnal y homicidio doblemente calificado por violencia de género y criminis causa".
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De acuerdo a la fiscal, el hombre confesó el crimen en la comisaría de Capilla del Monte. “Al exhibirle una foto de Cecilia de un diario, cuya captura de pantalla tenía en su celular, Lucas refirió que era la chica con la cual había estado conversando. Por esos instantes, las manos de Bustos comenzaron a temblar y estaba por llorar. Entonces enunció: “… se me fue la mano…la maté”, consta en el expediente judicial sobre las declaraciones de Bustos.
Para la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, la causa "está repleta de irregularidades" dado que "no hay ninguna prueba fehaciente de que Bustos haya estado en contacto con la víctima". "La única evidencia que pesa sobre el acusado es una supuesta confesión realizada en una comisaría, cuyos únicos testigos son dos agentes a quienes Bustos denunció por torturas. Luego de ese hecho y ya en sede judicial, el joven negó haber sido el autor del femicidio", advirtió la cartera dirigida por Horacio Pietragalla, quien estuvo constantemente en diálogo con los familiares de Basaldúa para brindarles su acompañamiento.
La madre de Cecilia mencionó algunas inconsistencias en el discurso de la fiscal y denunció que "todo el expediente es un mamarracho". "Ella habló con mi marido solamente cuando apareció el cuerpo. Nos dijo que nos iba a entregar al asesino de nuestra hija y estimó que podrían haber sido dos o tres personas las involucradas. Lo que pasa es que mi hija era cinturón negro de Taekwondo, entonces no la pudo haber matado un chico de 20 años", destacó la mujer.
Kelm dijo, por el contrario, en su escrito que Bustos admitió con voz entrecortada haber intentado besar a Cecilia, quien luego "se enojó y le pegó". “Ahí me enfurecí y también le pegué, después la agarré del cuello y la maté”, citó la fiscal sobre el testimonio de Bustos. De acuerdo a Kelm, él " se ubicó en una posición dominante y superior a la víctima Cecilia Gisela Basaldúa, cosificándola y considerándola carente de derechos por el solo hecho de ser mujer".
Los últimos días de Cecilia
Cuatro años antes de su desaparición, Cecilia había comenzado un extenso viaje por Centroamérica, cuando su afán por conocer el mundo la convenció de quedarse en México después de representar a la Selección Argentina de Hockey sobre hielo. La casa de Frida Kahlo la había dejado deslumbrada, pero quería ver más. "Ella quiso viajar para conocer todo lo que había leído desde chiquita porque era muy culta", recordó Susana.
A pesar de las distancias, siempre mantuvo un contacto constante con su familia, cuando daba clases de taekwondo a las mujeres de comunidades indígenas o cuando realizaba travesías más largas. "Hasta cuando navegó por el Amazonas con un amigo nos avisó cuántos días iba a estar incomunicada para que no nos preocupáramos", contó su madre.
Su viaje a Córdoba, que inició cuando explotaba por otro lado la pandemia de coronavirus, no fue la excepción. Así fue como Susana, su padre y sus tres hermanos supieron de primera mano todo lo que le costó a Cecilia encontrar un lugar donde dormir en medio del aislamiento por el Covid. En el grupo de Whatsapp que compartían, contó que primero fue a dormir a una casita de piedra que no le gustaba mucho, hasta que una mujer que conoció en una feria, a quien apodaban "Rasta", la conectó con un hombre que tenía un patio en el que ella podía armar su carpa. Se trataba de Mario Mainardi, el principal sospechoso para la familia.
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"Él la alojó en el patio de la casa para que pueda poner la carpa y ahí estuvo hasta el día que desaparece. El tipo este a los tres días nos llama por teléfono diciéndonos que ella se había ido con un brote psicótico, pero cuando vamos para allá cambia la versión y dice que él la echó porque se puso loquita", contó Susana, quien siempre dudó de todo lo que le dijo Mainardi.
El 4 de abril al mediodía, Cecilia se comunicó con Susana, le contó que iba a comer ravioles y que estaba contenta de estar cerca del Cerro Urritorco. También le comentó que más tarde iba a tener una entrevista con un periodista mexicano que conoció cuando estuvo allá, para contar un poco su experiencia como mochilera. Ese día, según lo que pudo reconstruir Susana, hubo una fiesta en la casa de Mainardi.
La "fiesta"
Casi al mismo tiempo que comenzó la investigación, se conoció un audio de una joven que relataba hechos de la noche en que desapareció Cecilia. Allí se hablaba de una fiesta, en la que la "Rasta" junto a dos hombres habrían golpeado, atado, amordazado y atado a una silla a Cecilia cuando ella se negó a tener relaciones con uno de los hombres que estaba en la casa. Sin embargo, este audio de una potencial testigo no fue incorporado a la causa.
"Hay todo un encubrimiento, mienten y encubren", denunció Susana, quien además comentó que una de las personas a quienes identifican en el audio, un policía local, está preso por violencia de género.
"Queremos que paguen todos los verdaderos asesinos, no solo Mainardi", agregó Susana, quien dijo, sin embargo, que tiene "fe" en que su hija va a tener justicia de una vez por todas y que Bustos "va a quedar libre". "Queremos justicia para que ella descanse en paz, queremos gritar nuestra verdad y que la gente sepa. Ella vivió un calvario seguramente y eso es lo que más me duele, más que su pérdida", cerró.