En las instalaciones y hoteles que conforman la icónica Unidad Turística de Chapadmalal conviven historias, recuerdos y objetos de los diferentes momentos de la Argentina. Como en un viaje en el tiempo en un mismo edificio se pueden identificar los techos altos y muebles originales, hechos en cedro y roble; lo que quedó de las reformas dispuestas por el menemismo para el uso del predio como Villa Panamericana en el 95; hasta las rampas y baños recientemente instalados que permiten garantizar el acceso de personas con discapacidad y movilidad reducida. Eso también es parte de la magia de este lugar.
Daniel Horacio Colello tiene 66 años y es la persona encargada del mantenimiento y la restauración de todo el patrimonio del predio. El suyo es uno de los trabajos más complejos y meticulosos teniendo en cuenta la gran variedad de objetos y materiales que lo conforman. “Mi oficio es restaurador”, dice con orgullo y no corre la vista de la mesa percutida donde está sentado. Se da vuelta y le indica a Yamila, la intendenta del Hotel 6, que va arreglar todo el mobiliario de la sala de juegos para que quede como nuevo. “Estas mesas las quiero restaurar, son cosas que se pueden arreglar, se lija y se hace un procedimiento a base de laca. Quedan preciosas”, apunta con una seguridad envidiable.
“Yo trabajo en Rezagos. Todo el mobiliario que no sirve va ahí, y después lo que se puede reparar lo reparo”, dice. Rezagos data de fines de los 60’s, pero está ubicado en un galpón inmenso que se usaba, en los inicios de la UT, como estacionamiento de los colectivos de la Fundación Eva Perón. Todavía en las paredes se lee la señalética con los números que indicaban el lugar correspondiente a cada unidad. “Mirá, ahí se ve el 75”, exclama señalando uno de los rincones más especiales del lugar.
Al entrar uno puede encontrar camionetas y motos pertenecientes al Ministerio de Turismo en los 80’s, camas del Hospital de niños que usaba la Fundación, una heladera Siam celeste de los 60’s, un tractor viejo, y una bandeja de vermut, entre otras miles de cosas. “Esto es parte de la memoria del lugar, que no tiene que olvidarse jamás. Yo soy monotemático con eso. Acá hay muebles históricos como el primer Televisor led que trajo Menem, o la cama donde dormía María Estela Martínez de Perón. Para mí es un orgullo guardar partes de la memoria colectiva que no se van a perder mientras estén acá”, enfatiza.
El último 26 de julio Daniel vivió uno de los momentos más especiales de su vida profesional: recibió el reconocimiento del Presidente Alberto Fernández y el ministro de Turismo Matías Lammens por el trabajo de restauración del único micro original de la Fundación Eva Perón que quedaba, el 75. “Yo me enteré un día antes que iba a venir Alberto, no quería recibirlo porque me daba vergüenza", cuenta y vuelve a encogerse de hombro. "Cuando vinieron el Presidente y el ministro subieron al micro, me dieron un abrazo y me agradecieron mucho, como si me conocieran de toda la vida. Alberto estaba fascinado. Yo me sentía el rey de reyes, pero a su vez tenía un susto", revela.
Su labor para la restauración del famoso colectivo de la Fundación Eva Perón
El famoso colectivo de la Fundación Eva Perón (FEP) es un Mercedes Benz 3600 del año 1947. En dos meses se convirtió en la estrella del Museo que funciona en el complejo. La FEP era la encargada de gestionar las políticas de turismo social, tanto en el predio de la Costa Atlántica como en Embalse, Córdoba. “En sus orígenes acá se llegó a tener 22 micros, solamente quedó uno. Se usaban para llevar y traer personas de la estación de tren al Hotel y viceversa", narra Daniel. "Era un servicio para la gente que vivía acá y los huéspedes porque esto era como una ciudad: había panadería, fábrica de hacer hielo, hasta matadero y frigorífico propio. Era muy adelantado para esa época”, cuenta.
A pesar de que hoy tenemos un final feliz, la historia empezó de otra manera. “Un día en 2018 voy al Hotel 3, miro alrededor y veo que estaba ahí lleno de excrementos de paloma, todo sucio, vandalizado, habían roto hasta los parabrisas. En ese momento el predio estaba todo cerrado por el macrismo pero igual se metían y hacían daño. Se desquitaban con el micro, le rompieron vidrios y focos. Me dio mucha pena – recuerda con angustia - me di cuenta que estaba el reloj original y ahí me dije 'tengo que sacarlo antes de que se lo roben'”. Durante años se rechazaron presupuestos altísimo para su restauración, hasta que Inés Albergucci, la ssubsecretaria de Calidad, Accesibilidad y Sustentabilidad del Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación, le preguntó a Daniel “vos te animás?”.
La labor completa de restauración tardó 11 meses. Colello trabajó en su taller cada sábado y domingo a contra reloj, con sus propias herramientas, a veces en compañía de sus nietos. Para garantizar los materiales a tiempo desde el Ministerio de Turismo se destinó una caja especial y todos los meses Albergucci viajaba a Chapadmalal para seguir los avances de la obra. “Tuve mucho apoyo de Buenos Aires de Inés y de Matías. No me sentí nunca solo”, subraya el restaurador.
“Lo primero, y que más tiempo me llevó, fue limpiar por la gran cantidad de excremento que había, 10 cm de caca. Tardé 4 mases en limpiar el piso, y los asientos porque si yo le daba con un solvente al cuero le sacaba el color”, puntualiza. Daniel habla con pasión de cada mínimo detalle mientras saca a relucir en su teléfono una galería de imágenes del micro: “Para mí es como el legado que voy a dejar acá, que va a ser recordado por generaciones y generaciones, que hubo un restaurador que humildemente y con mucho esfuerzo recuperó el micro. Lo hice con el corazón”.
En su relato, figura el trabajo que tuvo que realizar: “El techo, que es como una fórmica, estaba todo lleno de hongos y tuve que limpiarlo a mano. Lo lijé y pinté, para eso se compró una pintura especial”. El azul con el que está coloreado el exterior es el tono original, y lo consiguió a través de un colorista de Mar del Plata . “Yo le llevé una pieza y le sacó el color exacto a partir de medir los años y el deterioro. Pinté el frente y el techo, y no se notaba la variedad con los laterales. Era el mismo color – señala - esa es otro de los puntos principales de la restauración. Lo que estaba roto lo reparé, pero lo que era original y podía no tocar, no lo toqué. Quedó como una gran trabajo respetuoso y no invasivo”. Los detalles estéticos y arreglos más finos los elaboró en base registros fotográficos de diseños originales. La única licencia fuera de época que se tomó, por decisión personal, fue plotear una imagen de Eva en el vidro trasero.
Como se trata de un coche antiguo fue casi imposible conseguir los repuestos y accesorios. “Tuve que adaptar. El paragolpe delantero que estaba destrozado lo hice todo a mano, los parabrisas que no se consiguen los hice yo con policarbonato, lo mismo los faros. Hice un trabajo artesanal con mucho amor, dedicación. Para mí era como el colorario de mi vida a nivel oficio”, remarca. Es que Daniel trabajó en chapa y pintura casi toda su vida. Primero en el puerto de Mar del Plata, su ciudad natal, y después en un taller propio: “yo fui de los chapistas que hacíamos las cosas y piezas a mano”.
“Hasta el 2003 tuve un taller muy grande que tuve que cerrar por la crisis de 2001. Era eso o un bobazo. Después me dediqué a comprar y vender autos, hasta que en 2010, en la gestión de Cristina Fernández de Kirchner, me ofrecieron si quería entrar a trabajar acá y acepté . Yo ya era grande, tenía 53 años. ¿Dónde entrás a trabajar a esa edad y en el Estado? Por eso para mí el peronismo es parte de mi vida. A partir de ahí siempre estuve en Rezagos restaurando cosas chicas, y de repente tuve que arreglar el micro”, expresa con asombro, como si todavía no pudiera creer lo que hizo.
En medio de la charla abre nuevamente el celular para mostrarme fotos del día de la inauguración y se detiene en una suya junto al presidente Alberto Fernández: “Voy a hacer un cuadro inmenso con esta foto. Fue un momento único. Mirá hasta donde llegué, Inés me lo decía, pero yo no me lo creía”. Y agrega: “Me encantaría que alguna vez lo viera Cristina. Yo soy una agradecido desde el momento que me permitió entrar a trabajar acá de grande”.
Si bien en lo concreto la labor diaria de Daniel es la restauración de objetos, el sentido de lo que hace tiene que ver con el ejercicio diario de la memoria: “Lo que se trabaja de la memoria es fundamental para saber, por ejemplo, que en Argentina tuvimos una dictadura cívico militar. Yo estoy vivo de miñagro, pero muchos de mi generación no. A muchos nos hicieron desaparecer . Yo militaba en la Juventud Peronista y vengo de familia peronista. Mi padre estaría muy orgulloso de lo que hice”.
Su deseo, que es el mismo de todxs lxs trabajadorxs del predio, es que la temporada que comienza sea multitudinaria y lleguen personas de todas las provincias para hospedarse y disfrutar del turismo social. “En verano se va a hacer un circuito para que vengan a visitar el colectivo, y las personas entren por un lado y salgan por el otro. Además hay gente muy preparada en el Museo para contar la historia del colectivo y la fundación", adelanta. "Cada chico que viene es una alegría a mi corazón, porque hay muchos que jamás vieron el mar y vos ves la expresión de esa criatura y es todo sano, es angelical, no hay doble sentido ahí. Y los chicos se van chochos”, finaliza.