Los resultados de las PASO se metieron en las sesiones de terapia con la misma potencia que las muertes de Néstor Kirchner y Diego Maradona y la pandemia. A esta conclusión llega la psicoanalista Alexandra Kohan, después de una semana en la que todos sus pacientes “hablaron del asunto”. Sus colegas José Luis Juresa y Silvia Ons también registraron esto último.
“Del lunes al viernes absolutamente todos hablaron del asunto, de una u otra manera, poco o mucho. Por más mínimo que fuera el gesto, todos pasaron por ahí”, cuenta Kohan a El Destape. “Esto es independiente de a quién haya votado cada uno. La capa que se puede generalizar es que tuvo un efecto. El acontecimiento irrumpió de manera masiva en el consultorio”, describe.
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El resultado electoral, para quienes se analizan, se volvió “ineludible”. Esto materializa la gastada frase de “lo personal es político”. “Uno va a análisis y a veces pone en suspenso la realidad para hablar de su propia situación. Pero hay acontecimientos de los que no se puede no hablar. Después cada quien habla de eso en lo que le toca. Y ahí está la particularidad”, completa Kohan.
El carácter “inesperado” del resultado también jugó un rol. “El acontecimiento entró (al consultorio) también por eso. Tuvo cierta dimensión --tomándolo con pinzas-- traumática. Nadie esperó esto. No sólo las personas que uno conoce. Tampoco se veía en los análisis políticos, los periodistas, las consultoras. Inesperado no fue sólo que Milei saliera primero, sino también que Larreta sacara pocos votos.”
Por su parte, Juresa, psicoanalista y escritor, expresa: “Pocas veces se da esta situación, en la que desde el primer paciente del lunes hasta el último que acabo de atender, hablan de un tema socialmente relevante, que no deja a nadie indiferente, y que parece imposible olvidar de mencionar y entrelazar con asuntos ‘personales’. Son los momentos en los que queda a ‘cielo abierto’ el vínculo estrecho que hay entre lo que los psicoanalistas llamamos ‘discurso’ y lo colectivo, es decir, el vínculo social. Son exactamente lo mismo”.
Si bien no tiene, “aparentemente”, votantes de Milei entre sus pacientes, venía detectando en algunas expresiones “un retorno del conocido ‘que se vayan todos’”, pero “leve y significativamente modificado: ‘que se vaya todo (a la mierda)’”. En otras palabras: un “deseo de destrucción”. Tras las elecciones percibió que algunos experimentaron sus conclusiones “como algo traumático, parecido a lo que sucede cuando alguien tiene un familiar agonizante y está embargado por el asunto, y al final, agotado, sólo espera que el sufrimiento termine”. “Creo que ése va a ser el tono de acá hasta que algo se defina. La sensación es de algo que ya debería terminar para empezar otra cosa”, postula.
Aclara algo llamativo: no son dos grupos distintos los que describió. No es que están, por un lado, los que quieren destruirlo todo, y por el otro los agotados: “Uno puede tener un deseo de muerte y no reconocerlo, no tener la menor idea de eso, que solamente se expresa como una angustia indefinida”.
Angustia. Con ella se encontró Ons en sus sesiones. “El panorama es desolador. En general los que se analizan son pacientes que analizan. El querer analizarse también implica un análisis de la situación”, dice Ons, miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana y la Asociación Mundial de Psicoanálisis, que vio algo parecido en 2001 o con “el tema de la grieta” en relación a la ferviente necesidad de hablar de política. “No tengo ningún paciente que haya votado a Milei. Muchos son psicólogos, algunos jefes de servicio, que mediante un comunicado manifestaron su desacuerdo a las políticas que quiere implementar”, aclara.
“En general las personas que se analizan no están en la calle, pero hay una preocupación en relación al futuro, los hijos, una incertidumbre generalizada. Es anterior a las PASO. ¿Quién está seguro en este país? La inseguridad hace crecer el poder de la inventiva, que es admirable y se viene notando desde 2001, pero ahora se complica mucho.”
Para Kohan, hay que tomar en cuenta que también están “afectados” los que están “contentos”, porque para ellos también este escenario es “inesperado”. “Me parecería una generalización burda decir que sólo están afectados los que están mal. Una fiesta sorpresa no deja de ser sorpresiva por más que sea una fiesta. Hay gente a la que las fiestas sorpresa no le gustan”, explica la docente de posgrado de la facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
Escenas de sesiones politizadas
“Iba a tocar otros temas. Cero predispuesto a hablar sobre los resultados. La noche anterior me había juntado con un amigo, estuvimos hablando hasta las 3 de la madrugada sobre Milei, y cuando me encontré en el espacio terapéutico no hablé de otra cosa. Llegué a mi casa y le dije a mi amigo: ‘te hubiera transferido la plata a vos’”, cuenta Alejo Zárate, de Rosario, estudiante de Derecho, trabajador en un estudio jurídico. Tiene 25 años. Hace terapia hace nueve.
Le hace “ruido” el triunfo de Milei por lo que representa “sociológicamente” y los “pensamientos” que están defendiendo “las nuevas generaciones”, con “poca conciencia social y de clase”.
Hace diván. En un momento la psicóloga se le sentó al lado y le mostró un posteo que había hecho una amiga suya. La sesión post-PASO fue “muy descontracturada”. “Aunque siempre le di a entender mi postura (a la terapeuta) nunca entramos demasiado en política. En esta última sesión se politizó toda la terapia. Y ella me terminó dando a entender un poco cuál es su pensamiento. Al menos, que no estaba a favor de Milei”, dice Alejo. Salió de terapia “angustiado”, con un “nudo en la garganta”, pero confía en que el ritual le permite “tramitar mejor la angustia”.
El testimonio de Maité Lombardero Duhart --psicóloga, de Lomas de Zamora-- grafica aquello que planteaba Kohan de la dimensión inesperada. “Sentí que el resultado me agarró de sorpresa, que me perdí una lectura, que me alejé de la realidad y de la juventud”, reconoce. “Tomada” por “el enojo y el miedo”, con pocas horas de sueño, llevó el tema al consultorio, donde “se armó un debate”. “El psicólogo se salió un poco de su función. Me relató situaciones con pacientes. Todos le habían hablado del tema, así estuvieran contentos o tristes”, relata la joven.
Los vínculos se están tornando espesos. Tras una década sin atenderse, Oriana --43 años, del barrio porteño de Flores, auditora en una consultora-- piensa retomar el psicoanálisis por distintas razones, entre ellas porque no sabe qué hacer con personas “muy cercanas” que votaron al líder de La Libertad Avanza: una de sus tres hermanas y una amiga de toda la vida, “histórica votante del PRO”.
“No volví a hablar con esa amiga ni me junté. Tengo ese tironeo. Me dan ganas de tomar distancia. Están votando a una defensora de genocidas… Tengo un límite. Puedo, por ejemplo, salir con una persona que vote una opción distinta a la mía pero no con un negacionista. Se presenta esa misma situación con gente muy cercana. No sé bien si dejar que la política influya tanto en los vínculos personales o no. Para mí es algo muy importante. Por ahí otra persona evita hablar del tema y listo.”
“Cada tanto entraba a sesión con mucha angustia y mi psicóloga me decía ‘ojo que no es tan probable, tenés a lo sumo que preocuparte por que gane Larreta’. Lo improbable terminó siendo posible”, dice una joven que prefiere no revelar su identidad, cuyo tuit sobre esa anécdota se volvió viral.
Becaria del Conicet. “Torta.” Teme que sus “proyectos de vida” entren en “jaque” en un futuro próximo, como casarse, adoptar. Tiene un trastorno de ansiedad. Complementa la terapia cognitiva conductual con un tratamiento psiquiátrico. “Me cuesta dormir. En estos días estuvo difícil no despertar ansiosa esperando que alguien anunciara una medida que calmara todo. Voy a terapia para mantenerme más o menos tranquila, pudiendo disfrutar las cosas buenas, y manejar el estrés.”
Le resultó “inevitable” no conversar con su psiquiatra sobre el tema. La sesión ocurrió justo después de que el libertario anunciara el cierre del Conicet en caso de llegar a la presidencia. “Entré este año después de intentarlo tres veces. El psiquiatra me dijo que mis ansiedades eran entendibles. Fue rarísimo porque terminó la sesión diciéndome ‘fuerza, vamos a salir de esta’, sin poner la distancia de siempre.”
Adrián --48 años, contador público-- votó a Milei. No habló de las PASO en terapia. Presume que la autora de este artículo podría esconder la intención de hacerlo “quedar como un loco” por haber elegido la opción que eligió. “Como si la gente que lo vota fuera parecido a él… porque a él lo quieren hacer pasar como un loco”, se ataja. Aún así, aporta su testimonio. Va al pasado.
“Tengo una anécdota muy interesante, con mi expsicólogo, que era un fanático kirchnerista y no sé por qué salió el tema de la política. No pudo salir del tema y su fanatismo por Cristina hizo que discutiéramos. No pudo sostener el control de la terapia. Me terminé yendo y lo denuncié a la obra social. Tengo 40 años de uso de razón y estoy absolutamente desencantado con la política. Mi miedo mayor, lo que hablo en terapia, es si voy a seguir viviendo a la sombra de Cristina muchos años más.”
Hablar de Milei es hablar de uno mismo
“El resultado electoral engancha dentro de lo que pasa en cada paciente. Podés hablar de Milei, pero si hablás de otra cosa aparece lo mismo. Después ya no es de Milei de quién hablás”, advierte una psicoanalista que prefiere preservar su identidad. Da el ejemplo de un hombre que en su momento estaba muy enojado con Cristina Kirchner. “No la puedo escuchar. La detesto. La odio. Es una loca que no escucha”, le manifestaba. “Le pregunté con quién estaba realmente tan enojado y apareció su vieja. Uno habla de política pero no deja de hablar de uno”, reflexiona la analista.
“Tras las PASO a algunos pacientes no pude decirles ni ‘buenas tardes’. Los que votaron a Milei vinieron más callados”, compara, para luego centrarse en un caso particular. “Como en las redes empezaron a aparecer posteos del estilo de ‘si votaste a Milei sacame de tu lista de amigos’, una chica de 20 años que tiene problemas de sociabilidad me contó que lo había votado. Es interesante porque tiene el Progresar, y su mamá el Potenciar. Se reía cuando me decía que le iban a sacar el Progresar”, relata. “(Los que apoyan al libertario) son conscientes de que las medidas suenan impactantes y locas, pero no creen que vayan a ser efectivas.”
“Es una chica muy inteligente, que dio con mucha precisión sus argumentos respecto de que cada estudiante tiene que recibir dinero para ir a estudiar. Mi intervención estuvo orientada a pensar sobre la voluntad y la gratuidad. Una de las ideas del análisis es invitar a reflexionar”, concluye la analista.
Los roles del analista y la terapia
El meme muestra a una chica sosteniendo una tuba. La chica representa a los pacientes. La tuba, a las PASO. Otra chica tiene la cara absolutamente tapada por la campana del instrumento de viento. Esta otra chica representa a los psicólogos.
“Hablé con un montón de colegas, del mismo modo que en la primera semana de la pandemia. Estábamos más cansados que habitualmente. Porque aunque paciente y analista estén viviendo el mismo acontecimiento, hay que establecer esforzadamente una diferencia para que no se arme un ‘a mí me pasa lo mismo que a usted’”, explica Kohan. El domingo ella twitteó: “Tengo miedo”.
“Uno intenta no decirle al paciente su propia cuestión ni se pone a llorar con él ni se indigna. Pero hay una especie de impacto que también afecta al analista, que no es ningún ser de otro planeta, ningún dios. En estos casos hay que hacer más esfuerzo por establecer la diferencia.”
Los ejemplos mencionados más arriba en esta nota muestran distintas posturas de los analistas. Para la autora de Y sin embargo, el amor. Elogio de lo incierto, la ideología de quien escucha tiene que quedar “afuera”. “De ningún modo uno hace proselitismo, campaña política. Eso no quiere decir que el paciente no sepa más o menos nuestro pensamiento, por los años que hace que nos conocemos o porque ha escuchado intervenciones públicas. (La aparición del tema político en las sesiones) no me es ningún problema en el sentido ideológico. No es que si alguien votó a X no lo atiendo. No es lo mismo que una relación personal, pero incluso yo tengo relaciones con gente que no piensa igual que yo. No tengo ningún problema con esa diferencia”.
“No me gustan esos consultorios que se pretenden asépticos: hay analistas así. Una cosa es practicar la abstinencia, en términos de no hacer entrar la propia ideología, y otra muy distinta pretender que no hay atravesamiento político en el consultorio. Porque la práctica psicoanalítica es una práctica política”, define.
Ons y Juresa están de acuerdo. Esto dice Ons: “El analista tiene que mantener una neutralidad, no entrar en cuestiones partidarias, no es ético. Hay que escuchar, pero no promover identificaciones, porque eso es nefasto. Cada paciente tiene que encontrar su singularidad, no identificarse con la posición del analista”.
“La política, en nuestro caso, es libidinal. Se trata de las estrategias del sujeto con el deseo. No se trata de partidismos, ni de entrar en discusiones ideológicas, de ninguna manera”, dice Juresa, para quien el momento “exige que el analista se sostenga en el lugar que el dispositivo le asigna: el de sostener el imposible de representarlo todo, de iluminarlo todo, de saberlo todo, de, incluso, absorberlo todo”.
La actualidad es compleja porque combina los efectos que dejó la pandemia en la salud mental más una cotidianidad atravesada por múltiples factores que repercuten en esa dimensión.
Y ahora, como siempre, tal vez más que nunca, la terapia no es otra cosa que un “refugio”. La misma palabra eligen Kohan y Ons para caracterizarla. “Se armó un efecto de comunidad en el consultorio. Una comunidad es un lugar donde se alojan las diferencias, a diferencia de una masa. Hay entre paciente y analista un efecto de comunidad. Lo digo como paciente y como analista. En el análisis circula la palabra de manera tan inédita que en momentos así hay un efecto de mínimo refugio. Un ratito”, define Kohan. Ons concluye: “La gente se refugia mucho en el análisis, donde van surgiendo posibilidades de inventiva. Cuando se va curando la neurosis crecen las posibilidades de invención. El psicoanálisis es un espacio interesante para hacer con la dificultad”. Otro dato importante mencionado por ambas: nadie les canceló la sesión.