El Juicio a las Juntas, un hito fundante de la restauración democrática argentina, cumple 38 años en la víspera de un nuevo cambio de gobierno, cuyos principales dirigentes degradaron los principios básicos de Memoria, Verdad y Justicia sobre los que se fundó la democracia hace 40 años.
En aquella ocasión se condenó a cinco de los nueve comandantes de la última dictadura: Jorge Rafael Videla, Emilio Massera, Orlando Ramón Agosti, Roberto Eduardo y Armando Lambruschini. El juicio había comenzado el 22 de abril de 1985, con audiencias que duraron hasta agosto y fueron reproducidas parcialmente en los medios de comunicación y en el periódico El diario del juicio, que fue creado especialmente por el gobierno de Raúl Alfonsín para difundir el día a día de los acontecimientos que llevaban adelante los jueces León Arslanian, Ricardo Gil Lavedra, Jorge Torlasco, Andrés D'Alessio, Guillermo Ledesma y Jorge Valerga Aráoz.
Las condenas fueron ejemplares pero cubrieron solo a una parte de la cúpula militar que ocupó ilegalmente el poder ejecutivo entre 1976 y 1983: Videla y Massera recibieron reclusión perpetua; Agosti, cuatro años y seis meses de prisión; Viola, 17 años de prisión; y Lambruschini, la pena de ocho años de prisión. En tanto, Omar Graffigna, Leopoldo Galtieri, Jorge Anaya y Basilio Lami Dozo resultaron absueltos.
El enjuiciamiento a quienes ejercieron terrorismo de Estado a sólo dos años de dejar el poder es un acontecimiento sin parangón en el mundo. Pese al devenir irregular que sufrieron esas condenas en los años venideros (que tras las leyes de Obediencia Debida y Punto Final en los ochenta, y el indulto menemista de los noventa, recién serían retomadas a partir de 2004), serán revisitadas por la historia y la sociedad una y otra vez. El último hito de esta re lectura fue la exitosa película Argentina, 1985, dirigida por Santiago Mitre y protagonizada por Ricardo Darín y Peter Lanzani, la más reciente producción argentina que llegó a los Oscar.
En ese caso, el guion construido por Mitre junto al cineasta Mariano Llinás no falta a la verdad en líneas generales pero sí, quizás por cuestiones de tiempos o de simplificar la trama, absorbe en determinados personajes, ideas, momentos y procesos que corresponden a otras personas o incluso a colectivos más amplios. El caso más emblemático de esta situación es el del fiscal Julio Strassera, quien pasó a la historia por su célebre alegato final en el que pronunció aquella frase que pertenece al acervo popular de nuestro país: “Señores jueces… nunca más”.
En el film, un Alfonsín casi fantasmal y mítico, por entonces Presidente de la República, convoca a Strassera para transmitirle algunos lineamientos para el juicio. En 1985 la reunión tuvo lugar, pero fue a pedido de Strassera. Y el Presidente le pidió “que no se volviera loco”.
La contracara de Strassera en la película es el abogado de Videla, que en la película no se lo nombra pero cuyo apellido en la vida real era Tavares. En el filme de Mitre, este personaje es un enfático abogado convencido de defender los aberrantes crímenes perpetrados por su defendido. Sin embargo, en los sucesos de 1985, el letrado fue puesto por el Estado ante la negativa del dictador de contestar un defensor. Según lo narrado por Strassera, fue este quien le pidió a Tavares que se mostrara enfático, pidiéndole que no olvidara que, después de todo, pese a defender a un genocida no dejaba de ser un funcionario de la Justicia.
En el film, las declaraciones de los genocidas también están “retocadas”: en el Juicio real, Videla no declaró porque no reconocía como legítimo al tribunal que lo juzgaba, además de que los criminales no estaban juntos, como muestra la película. Las defensas fueron individuales.
Un hecho real que la película sí se encargó de difundir fue la negativa de letrados de experiencia a asistir a Strassera en la empresa de juzgar a los genocidas. Es por ello que el fiscal tuvo que hacerse de colegas menos expertos y jóvenes, entre los que se destacó Moreno Ocampo, interpretado por Lanzani. Lo que lSea película omite es que hasta junio no fue nombrado oficialmente, con lo que su participación en el juicio cobró relevancia después.
El alegato de Strassera, que cierra la película no es fiel a la realidad, sino más bien se trata de un compendio de los más salientes momentos de la extensa presentación en la que rotó con Moreno Ocampo en el uso de la palabra.
Más allá de estas diferencias lógicas y que son pequeños detalles que no faltan al espíritu del Juicio a las Juntas, es quizás la ausencia de las Madres de Plaza de Mayo y los organismos de Derechos Humanos la menos explicable del filme. La aparición es escasa (se retrata la escena en la que se le pide a una madre -que en la vida real fue Hebe de Bonafini- que se quite el pañuelo para poder comenzar el juicio) y no le hace honor a su rol indispensable para recuperar la democracia.
Esta fecha coincide con el sensible 40 aniversario de la recuperación democrática y con el retorno de un gobierno antipopular al poder en el Estado. En alocuciones públicas escuchadas por todo el país, Milei afirmó que los delitos de lesa humanidad de la última dictadura fueron “excesos producidos en el marco de una guerra”, un discurso muy similar a la defensa de Emilio Massera, que habló frente a sus juzgadores de que si hubo “excesos” fueron “excepcionales”. Es ante estos reflujos de negacionismo que este hito de la historia crece y nos permite a los argentinos y argentinas dimensionarlo como acto de coraje y de Memoria, Verdad y Justicia.