El 9 de julio de 1816, las Provincias Unidas del Río de la Plata proclamaron su independencia de la corona española, poniendo fin a siglos de opresión y sentando las bases para la formación del Estado Nacional. Durante muchas décadas, la historia minimizó o ignoró el papel fundamental de las mujeres en esta gesta. Muchas fueron guerreras valientes, espías intrépidas y enfermeras incansables. ¿Quiénes fueron estas mujeres de la gesta independentista?
Juana Azurduy
Azurduy representó la lucha armada de la población indígena y mestiza cansada de la explotación colonial. Junto a su esposo, formó el batallón "Los Leales", que luchó contra las tropas realistas en el Alto Perú. Su valentía fue tan destacada que Belgrano le regaló su sable y exigió que fuera nombrada "teniente coronel". A partir de 1816, se unió a las fuerzas de Martín Miguel de Güemes para defender la tierra durante seis invasiones realistas. Murió en la pobreza el 25 de mayo de 1862. Cien años después, sus restos fueron exhumados y trasladados a un mausoleo en la ciudad de Sucre, Bolivia. En 2009, fue ascendida a Teniente Coronel del Ejército Argentino.
Macacha Güemes
María Magdalena Dámasa de Güemes de Tejada, conocida como "Macacha", hermana del general Martín Miguel de Güemes, nació el 11 de diciembre de 1787 en Salta. Es una de las mujeres más importantes en la historia de la independencia argentina. A partir de 1810, trabajó junto a su hermano en la causa revolucionaria. Participó en tareas de espionaje y logística y, más tarde, cuando Martín se convirtió en gobernador, desempeñó un papel clave en asuntos públicos.
Además de defender los intereses de los más desfavorecidos, Macacha lideró junto a su hermano a "Los Infernales", un ejército de gauchos que luchó contra las tropas españolas en el norte del país. Dotada de una habilidad política extraordinaria, en marzo de 1816, Macacha fue fundamental para la firma de la Paz de los Cerillos, que resolvió un conflicto entre Martín Miguel y el general Rondeau, quien comandaba las fuerzas de Buenos Aires. Este hecho fue crucial para la firma de la independencia. Tras la muerte de su hermano en 1821, Macacha continuó trabajando en la revolución y en el bienestar de su provincia, defendiendo los intereses de los más desfavorecidos. Falleció el 7 de junio de 1866.
Mariquita Sánchez de Thompson
A partir de 1808, Mariquita y su esposo organizaron numerosas reuniones en su casa a las que asistían personalidades de la política y la cultura. Se dice que en una de esas reuniones se entonó por primera vez el himno argentino, aunque existen dudas sobre la veracidad de este hecho.
Mariquita fue un referente para las mujeres de la élite rioplatense, una observadora perspicaz de su tiempo. Impulsó la educación femenina y colaboró financieramente con la revolución. Presidió la Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires, la cual administraba orfanatos, hospitales y escuelas para mujeres. Pasó muchos años exiliada en Montevideo debido a un conflicto con el gobernador Juan Manuel de Rosas.
María Remedios del Valle
Pocas mujeres tuvieron un papel tan destacado en el campo de batalla como María Remedios del Valle. Nacida en 1766 y de origen africano, se destacó inicialmente como enfermera y asistente de los heridos durante las invasiones inglesas. Su amor por la tierra la llevó a tomar las armas y luchar en el ejército comandado por Belgrano. Sorprendido por su compromiso, lealtad y disciplina, Belgrano la nombró capitana de su tropa, algo bastante inusual para la época, ya que era mujer y de origen africano.
María Remedios participó en las batallas de Ayohúma, Vilcapugio, Tucumán y en el Éxodo Jujeño. Recibió numerosas heridas y estuvo al borde de la muerte en al menos siete ocasiones. Incluso fue capturada por los realistas en 1813 y azotada durante nueve días consecutivos. Las cicatrices de aquellos tormentos la acompañaron durante toda su vida. Según los testimonios de la época, sus servicios fueron indispensables tanto en la asistencia a los heridos y enfermos como en el combate.
Después de la guerra, la Madre de la Patria vivió muchos años en la pobreza, mendigando comida en las iglesias para sobrevivir. Sin embargo, su suerte cambió a mediados de 1827, cuando el general Juan José Viamonte la reconoció mientras pedía limosna. Una vez elegido diputado, Viamonte fue fundamental para que María Remedios recibiera una pensión y pudiera vivir sus últimos años con dignidad. Años más tarde, fue ascendida a Sargenta Mayor de Caballería. Falleció el 8 de noviembre de 1847.