Mucho se habla sobre la gran estocada que significó para el poder de los militares golpistas la derrota en Malvinas y el conocimiento de la derrota asegurada que generó la jugada guerrera del 2 de abril. Pero en inversas proporciones suele concebirse el clima de descontento previo al funesto anuncio de Galtieri desde el Balcón de Casa de Gobierno, al punto que pocas horas antes se produjo la movilización más grande contra la dictadura desde que usurparon el poder en 1976.
El 30 de marzo de 1982, solo tres días antes del desembarco de las tropas argentinas en las Islas Malvinas, la CGT Brasil realizó una manifestación a Plaza de Mayo bajo la consigna “Pan, Paz y Trabajo”, que fue replicada en Rosario, Mendoza, Neuquén y Mar del Plata. La iniciativa fue motorizada por la «Comisión de los 25 Gremios Peronistas», encabezada por el dirigente cervecero Saúl Ubaldini, en conjunto con dirigentes de SMATA, Taxistas y Obras Sanitarias, entre otras.
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“Yo creo que [la movilización] apresuró el camino hacia la democracia. Fue una jornada maravillosa, no tuvo el brillo del 17 de octubre pero yo creo que tuvo la valentía misma del 17 de octubre”, recordó Ubaldini años después. Aunque la convocatoria fue contundente, con un estimado de 30.000 personas en la Plaza de Mayo y sus inmediaciones, la respuesta del gobierno de facto fue feroz: en Mendoza, la policía asesinó al manifestante Benedicto Ortíz, además de la represión que dejó centenares de heridos y más de mil detenidos. Testimonios orales cuentan que ante los embates de las fuerzas contra la gente, desde los balcones los vecinos tiraban macetas y otros objetos contundentes a los represores, en una imagen que muestra a las claras que el descontento no era solamente propiedad de un núcleo politizado, sino un sentir generalizado en la sociedad.
Pan
Ya desde el año anterior la situación económica empezaba a trocar en crisis, producto de la desregulación estatal, la desinversión en el llamado gasto público y la creciente toma de deuda por parte de la cartera conducida por Martínez de Hoz y luego por Lorenzo Sigaut, que dejó altos niveles de inflación, con la carestía de la vida a la orden del día. Pero si el bolsillo de los trabajadores fue la principal víctima de las políticas económicas, el empresariado nacional, en vías a extranjerizarse, con apellidos como Macri entre sus filas, resultó el sector protegido. Tras la devaluación de la moneda, sus activos fueron protegidos y su deuda transferida al Estado. Se estatizaron u$s 8.600 millones, es decir, el 55% de la deuda privada.
Roberto Alemann, Ministro de Economía en tiempos de Galtieri, inauguró su gestión profundizando la política monetaria fuertemente vinculada al dólar y persiguiendo las tristemente célebres ‘metas trimestrales’, eufemismo para referenciar la quita de recursos a sectores estratégicos en pos de cumplir con el mandato de los organismos de crédito, ávidos de hacerse con el producto de la riqueza nacional. Muy prontamente, el primer ensayo neoliberal de la historia argentina empezaba a mostrar sus límites.
Paz
Después del Mundial ´78, con el incansable camino de los familiares de desaparecidos y las Madres de Plaza de Mayo que empezaba a desandarse y hacerse conocer en los pocos medios en que podían publicar sus solicitadas de búsqueda, el costado más ominoso de la dictadura ya no era un secreto, y mucho menos en los pocos ámbitos abiertamente politizados que quedaban. En ese sentido “se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar”, fue el cántico principal de la manifestación.
Para desmantelar la matriz productiva de carácter industrial del país, objetivo primordial del Plan Cóndor, era necesario desarticular el movimiento obrero, el mismo que había resistido durante los casi veinte años precedentes la proscripción de su identidad mayoritaria. En Argentina la cultura industrial y los lazos de solidaridad que ésta conlleva entre sus trabajadores cuando supone años de lenta simbiosis con la identidad de las clases populares en los barrios, como sucedía en ese momento, es difícil de desarticular. Por eso los trabajadores estuvieron en el foco de la represión dictatorial: el 30,2 % de los desaparecidos eran obreros, el 17,9% empleados y casi 6% docentes (es decir un 54%) mientras un 7% fue secuestrado en su lugar de trabajo, sin contar con la cantidad de delegados, miembros de comisiones internas, activistas y militantes obreros que fueron perseguidos y encarcelados para asfixiar cualquier intento de organización de base.
Trabajo
La marcha del 30 de marzo fue la medida de fuerza más grande contra la la dictadura hasta ese momento, pero no fue la primera: el 27 de abril de 1979 pararon todas las fábricas del cordón industrial del Gran Buenos Aires y del interior, junto a los ferrocarriles de las líneas Sarmiento, Roca y Mitre. Fue realizada a pesar de que los dirigentes fueron encarcelados tras una reunión efectuada en las oficinas del mismo Ministerio de Trabajo para tratar cuestiones que derivaron en reclamos callejeros, como la oposición la reforma de la Ley de Asociaciones Profesionales, la restitución del poder adquisitivo de los salarios, la plena vigencia de la Ley de Convenciones Colectivas de Trabajo y la normalización de los sindicatos, que desde julio de 1976 contaban con la prohibición de la actividad gremial, (es decir, no podían llamar a asambleas, reuniones, congresos y demás instancias del quehacer sindical).
Las ambivalencias de un pueblo manipulado por la emocionalidad produjeron que la misma plaza histórica que se colmó en repudio a las políticas de los genocidas, se vuelva a colmar pocas horas después vitoreando la iniciativa guerrera del 2 de abril, cuando Galtieri pronunció el famoso “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”, en un golpe de efecto que profundizó la pérdida de soberanía nacional con territorio propio ocupado por una potencia extranjera que dura hasta nuestros días. Con la derrota el descontento afloró rápida y finalmente para recuperar la democracia que nunca debiera haberse perdido y volverían, con el lento paso de la Historia, a reivindicar los hitos populares que lograron recuperarla, entre los que la movilización del 30 de marzo constituye uno de sus más notorios episodios.