“Ninguna escuela estaba perparada para las clases virtuales, pero estaremos listos para la próxima pandemia”, dijo ayer a El Destape una profesora secundaria de Bariloche. La frase puede sonar un poco graciosa, pero es completamente cierta. No sólo los establecimientos educativos no estaban listos para afrontar un ciclo lectivo virtual, sino que los docentes tampoco estaban preparados, no recibieron capacitaciones, no es una situación sencilla para los alumnos y mucho menos para los padres que, de golpe, tuvieron que desempeñar una especie de rol docente en sus hogares.
La socialización escolar es fundamental, así como lo es el aprendizaje de nuevos contenidos. Pero la situación es excepcional y la pandemia le puso un desafío a todos. La psicopedagoga Andrea Henig* le explicó a El Destape que las clases virtuales impactaron más en el aprendizaje que en los vínculos personales, porque los jóvenes están muy acostumbrados a manejarse en forma remota, con Whatsapp, redes sociales y juegos online. Casi que nacieron con un celular bajo el brazo. Sin embargo, alertó que eso “no suplanta para nada el estar cara a cara”, que es lo que falta hoy.
Con las clases virtuales, el colegio se metió en la casa de cada uno. Incluso Andrea lo hizo, ya que atiende de forma privada y continúa con las sesiones mediante dispositivos electrónicos: “Se terminan viendo cosas que en la escuela en el consultorio no hubieras visto nunca, como el vinculo familiar, el del chico y sus padres con el aprendizaje”. Es que los padres y madres terminaron siendo maestros sin saber cómo ejercer ese rol, no están preparados para ello. Además, es una tarea que se suma a sus trabajos habituales. Pero también, muchas escuelas no están listas para afrontar esta situación o los trabajos son enviados sin demasiada explicación y “los chicos se desorganziaron, no saben cómo hacer”.
Una docente explicó a El Destape que en la escuela buscan mantener los horarios habituales pero, al conectarse a las 7 de la mañana, los alumnos no están y recién comienzan a sumarse cerca del mediodía. Los horarios de todos cambiaron. Y las prácticas también: “Se sientan a la pantalla comiendo, cosa que en la escuela no pasaba pero cómo hacés porque están en su casa”.
Todo se complejizó. Los docentes están perdiendo el seguimiento de enseñanza y aprendizaje del alumno, agregó Henig, y analizó que “los padres sienten que los chicos tienen que entregar la tarea perfecta y no, tienen que intentar hacer lo mejor que pueden”. Porque, una vez que se retorne a las aulas, el profesor va a tomar por sentado que se conocen ciertos temas que en realidad no se sabían. Por eso, “con que aprendan el 5% de lo enseñado tenés que estar feliz, no se si es momento para aprendizaje de contenidos nuevos sino para afianzar habilidades que no estaban de todo desarrolladas en el alumno”.
Es que no es sencillo. “Muchos papás se están dando cuenta de las dificultades de sus hijos”, analizó. Esa agarrada de cabeza ante un problema matemático difícil de resolver, dificultad para leer o escribir, cualquier variable que en general queda en la escuela y ahora se volcó al hogar. Por eso, en las sesiones con Andrea, “la contención muchas veces se termina haciendo a los padres porque están desorientados y falta el acompañamiento del docente, que es súper clave”. Mamá y papá no pueden hacerlo porque no están preparados ni tienen tiempo.
Si bien el aprendizaje es importante, “la falta de socializacion se vuelve preocupante en momentos clave como cuando alguien empieza primer año de secundaria o primer grado de primaria. ¿Qué se va a hacer con quienes egresaban? Transitar juntos el último año es clave para cerrar la etapa”, sostuvo la psicopedagoga. Muchos se encontraron con los buzos de fin de curso hechos, planes de viaje de egresados trunco y la falta de sus compañeros para tirarse papeles, bromear, copiarse (aunque está mal) y muchas otras prácticas que son propias de la escuela.
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De todos modos, pese a que falta esa interacción personal, los chicos “saben manejar la tecnología y se comunican muchísimo. Más los adolescentes que hace tiempo lo hacen en forma virtual”. Eso sí, los niños y jóvenes “están sufriendo el no poder salir, tomar aire, agarrar la bicicleta, pero se las arreglaron para armar reuniones por videollamadas para que puedan comunicarse con el mejor amigo”. La pregunta es, aseguró Andrea, “¿cómo va a terminar la socialización de todos?” después de la pandemia. Porque es cierto, adultos, adolescentes y niños hoy se manejan exclusivamente por computadora o celular dada la imposibilidad del contacto.
Sin embargo, el panorama no tiene que ser netamente sombrío y “se podía capitalizar todo ésto para que la educación empiece a incluir la tecnología, que es clave”. Cuando esta redactora era adolescente, el celular en el aula estaba prohibido. Hoy, lentamente, se fue aceptando como una herramienta más, al igual que las computadoras del programa Conectar Igualdad. Por eso, concluyó Henig, “cuando se salga de esto, se tiene que poder empezar a pensar en desarrollar las clases de otra manera”. No para estar preparados ante la próxima pandemia, como comenzó la nota, sino para la vida normal. O la nueva normalidad.
*Andrea Henig, psicopedagoga. Registro 00521/94. Matrícula Provincial 155109. E-mail para consultas: andreahenig@yahoo.com.ar