“Crisis educativa”: percepciones y creencias acerca de una dimensión en disputa

22 de abril, 2023 | 17.56

“La educación argentina está en decadencia “, “La escuela privada es mejor que la pública”, “Los Sindicatos son el principal problema”, “En Europa y EUA los chicos salen mejor formados”, son algunas de las frases simplificadoras y categóricas que escuchamos continuamente en los medios y en la conversación social acerca de la educación en nuestro país. Es que la evaluación tajante y sin matices sobre “la decadencia” educativa está bastante extendida en el sentido común. Como identifica Alejandro Grimson, estas “mitomanías educativas” tienden a desentenderse de las miradas complejas que cualquier proceso requiere y amerita.

Para ahondar en las percepciones, opiniones y creencias acerca de la educación en Argentina, el Observatorio Hacer Educación, dependiente de la Universidad de Buenos Aires, realizó una encuesta a nivel nacional durante los meses de marzo y abril de 2023. El objetivo era “ identificar los consensos sociales en torno a las áreas problemáticas en el sistema educativo y evaluar las opiniones de la comunidad educativa en general sobre su ámbito de desempeño”.

Además de investigar, el Observatorio “está diseñado para pensar más allá de las contingencias y proponer políticas públicas, ideas y acciones que transformen la educación, la ciencia y la tecnología para ésta y las próximas generaciones”. Alberto Barbieri, exrector de la Universidad y director del Observatorio, señaló al respecto que, en el marco de la campaña electoral y la discusión política, "resulta necesario incorporar estos temas en la agenda" y avanzar hacia la elaboración de un plan de acción programático de políticas públicas específicas del sector pensando en el futuro.

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Para abarcar diferentes puntos de vista el estudio del Observatorio apuntó a dos universos: la población en general (10.003 casos) y la comunidad educativa, es decir docentes y trabajadores de la educación de diferentes niveles (405 casos). La comparación entre estos dos grupos, uno que observa desde afuera y otro que es parte fundamental, permitió determinar diferencias y consensos. Pero llamativamente la investigación arrojó mayormente posturas coincidentes que evidencian una marcada mirada crítica sobre la educación en nuestro país.

El primer punto a subrayar es que la mayoría de los entrevistados considera que la educación hoy es peor que hace 30 años: la cifra alanza casi al 80% de los entrevistados de la población general; y 64% en el caso de los docentes. En este mismo sentido cuando se convocó a los encuestados a calificar a la educación la población en general le puso 4,89, mientras que la comunidad educativa le otorgó 5,44 puntos.

Sin embargo cuando se pregunta por la educación particular de sus hijos e hijas, las evaluaciones mejoran: las familias con niños/as en edad escolar la calificaron en promedio 7,5. Es decir la mirada general de la educación parece disociarse de la experiencia propia que es evaluada positivamente. Cabe preguntarse entonces qué creencias o imaginarios intervienen en esa reflexión para que esta disociación ocurra.

Como identifica Alejandro Grimson, en su libro “Mitomanías de la educación argentina” las creencias, contrariamente a lo que piensan algunos, no son ideologías sino que tienen una utilidad práctica, no son ‘ideas’ contenidas en los libros que los intelectuales estudian o leen: “Todos tenemos creencias sobre las cosas de la vida, saberes que nos ayudan a entender el mundo en que vivimos y nos permiten actuar en él”. Tomar en cuenta los datos no forzados que surgen de la encuesta permite analizar los discursos  focalizando en los sistemas de representaciones de las prácticas educativas y el sentido que las personas le otorgan a los acontecimientos vividos.

El estudio muestra otras percepciones compatibles en cuanto a los siguientes puntos: los principales problemas de la educación; la necesidad de capacitación docente y sumar valores en el currículo; la evaluación negativa de la escuela secundaria; la crítica a los gremios; la educación pública de menor calidad que la privada, excepto en el nivel universitario; y la creencia de que los países occidentales tienen una mejor educación.

Muchas veces las creencias arraigadas significan obstáculos a la hora de evaluar un escenario general y una mejor comprensión de las cosas. Pero sin ánimos de encontrar verdades inamovibles y juicios inapelables, lo que el estudio plantea, teniendo en cuenta a contundencia de los resultados, es visibilizar las principales problemáticas de la educación en Argentina. Siempre pensando en enfrentar los desafíos que exige reponer la complejidad de un fenómeno multi causal y multi agencial que interpela a la sociedad toda en su vida diaria y, al mismo tiempo, está directamente vinculado con la realidad política, social y económica del país.

“La escuela ya no es lo que era”

Como mencioné anteriormente casi el 80% de las y los encuestados de la población general considera que la educación hoy es peor que hace 30 años, cifra que baja a 64% en la comunidad educativa. En la misma línea, la mitad señala que la educación será incluso peor en el futuro. Más allá de la breve diferencia, resulta elocuente esta mirada crítica y refleja la persistencia de creencias arraigadas sobre “una época de oro” ilusoria de la educación argentina. No obstante, también esta tendencia arroja experiencias insatisfactorias en el sistema educativo. Aquí es donde juega con más potencia el testimonio de la comunidad educativa, participe necesaria y en parte responsable del sector en cuestión.

Caer en un comparativismo histórico fragmentado entre el pasado y el presente es ignorar las particularidades socioeconómicas, históricas y culturales de cada sociedad. Por eso hay que entender cómo el clima de época de malestar general y la fuerte crisis de representación del Estado y las instituciones puede opacar las percepciones acerca de la educación: a la pregunta sobre la situación actual general del país, 6 de cada 10 contestaron que están peor que el año pasado y solo 3 de 10 tienen una proyección positiva hacia el futuro.

Acerca de los principales problemas de la educación, en ambos universos apareció en primer lugar la “Formación Docente”, incluso en los propios trabajadores de la educación. Luego surgieron otros reclamos en común como la falta de escuelas, la falta de inversión, las infraestructuras e instalaciones, los programas y contenidos de estudios, la tecnología y el salario docente.

El de la capacitación docente entonces resulta un primer punto fundamental a tener en cuenta pensando en la agenda política electoral y los posibles debates a dar en torno a la plataforma educativa. A nivel nacional existen 1.547 institutos de formación docente de los diferentes niveles. El punto crítico no es la falta de institutos sino la calidad de las instituciones formadoras y cómo eso ha afectado directamente los conocimientos y capacidades de la profesión.

"La culpa la tienen los sindicatos"

La mirada sobre los gremios es altamente negativa y generalizada. A ellos se les adjudica la peor evaluación entre los actores del sistema educativo, inclusive al interior de la comunidad educativa. Los ministerios, provinciales y nacionales, y los directores de escuela poseen una aprobación mayor a la de los gremios docentes.

Grimson analiza que esta creencia anti-sindical está fuertemente arraigada en el sentido común. No obstante subraya la necesidad de problematizar cuáles de los reclamos propician y cuáles dificultan el objetivo final que es la construcción de una sociedad más igualitaria. “En términos de prospectiva, resulta oportuno señalar que uno de los principales desafíos que deberán afrontar los sindicatos docentes es articular la legítima defensa de los intereses laborales de los ‘trabajadores de la educación’ y el mejoramiento de la calidad de la oferta educativa y los aprendizajes de las nuevas generaciones”, analiza el investigador del CONICET.

“La escuela secundaria es la de peor imagen”

La pregunta por la calidad de la educación según el nivel (inicial, primaria, secundaria o universitaria) también deja ver una propensión definida en ambos grupos: la escuela secundaria es la que tiene peor imagen, ya que 7 de cada 10 entrevistados manifestaron una consideración negativa sobre ella. Contrariamente, la inicial y la universitaria son las de mejor imagen con un 65% de evaluación positiva en promedio. Aquí también influye la valoración de los docentes de nivel secundario que son los peor ranqueados.

La situación problemática que atraviesa la escuela secundaria no es casual y se vincula con una crisis más amplia. En el texto previamente mencionado, Grimson señala que en momentos como el que atraviesa la Argentina, de crisis de las instituciones, emerge el tema de la calidad en la educación y una suerte de “sospecha” que comienza a cernirse sobre las escuelas y los docentes antes incuestionados. Es que la calidad siempre remite a una valoración y a ciertos criterios en disputa: “Lo que para unos es bueno (por ejemplo, la concientización política de los adolescentes en los colegios secundarios), para otros es muy malo. Lo que pasa unos es imprescindible (la educación sexual), para otros es peligroso”. Estas disputas no tienen soluciones simples u objetivas, sino políticas.

Por su genealogía, la educación en Argentina tiene un valor muy alto, ya que implica un mecanismo crucial para mantener y mejorar la posición social de las personas, y para generar una mayor igualdad de oportunidades. Incluso en el siglo XXI sigue vigente el imaginario del ascenso social y esto se observa en la encuesta: 7 de cada 10 consideran que haber terminado el secundario garantiza el acceso a un mejor empleo. Hoy en día sabemos que las cosas son más complejas y en un fenómeno intervienen diferentes factores sociales, culturales y económicos.

En la pregunta sobre la movilidad social ascendente, son los sectores de menores recursos quienes tienden a pensar que ya no alcanza con estudiar y trabajar para obtener una buena posición económica. En este marco es que también se ha instalado en la conversación y en los medios la discusión acerca de si la escuela debe adecuarse casi mecánicamente al mercado de trabajo o si sus objetivos deben ser también otros como la inserción social, la construcción de ciudadanía y la difusión de valores necesarios para la convivencia democrática. Esto lo vimos claramente el año pasado a partir de las denuncias de los y las estudiantes de escuelas porteñas por "la explotación laboral" enmascarada en las pasantías “profesionalizantes” en empresas aliadas al Gobierno de Horacio Rodríguez Larreta.

También ingresa en la disputa el tópico de la deserción escolar, sobre todo desde la pandemia del Covid por efecto de la desvinculación escolar a raíz de la falta de conectividad o recursos necesarios. Mientras hace algunos unos años los desertores eran rápidamente culpabilizados, actualmente quienes presentan trayectorias intermitentes son considerarse víctimas de la expulsión del sistema. Por eso deben pensarse herramientas especiales para garantizar una oferta permanente en jóvenes y adultos.

“La educación privada es mejor que la pública”

Al comparar las calificaciones dadas a ambos tipos de educación, pública y privada, los encuestados y encuestadas en general se corrieron hacia la segunda, y sobre todo en el nivel secundario. Solo 3 de cada 10 entienden que una secundaria pública brinda una mejor educación que una privada. Con respecto a la puntuación de la educación pública, el resultado fue de 5,46 en la población en general y 6,08 en la comunidad educativa. La educación privada tuvo un promedio levemente mayor: 6,62 para el público en general y 6,58 para el personal docente.

Sobre este punto hay varias reflexiones interesantes. En principio la persistencia de un imaginario de la ineficiencia del Estado; la imagen de que en las Escuelas privadas se percibe un orden que no existe en las públicas; y finalmente la idea de que en la escuela pública se aprende menos. Lo que no se tiene en cuenta muchas veces al evaluar estos parámetros es que el nivel de aprendizaje tiene mucho más que ver con el nivel socio económico y el capital cultural y educativo de los padres. Como la matrícula de los colegios privados tiende a provenir de sectores profesionales o de más alta formación, sus niveles de conocimiento son mayores pero como consecuencia de esa ventaja inicia y no del proceso educativo.

Sin embargo la cuestión se invierte cuando se pregunta por la educación superior: el 55% indica que el título de una universidad pública es mejor valorado que el de una privada. No sorprende teniendo en cuenta que las Universidades Públicas son siempre una fuente de orgullo de la sociedad argentina.

Esto se observa en la cantidad de estudiantes que las eligen pero también en factores como el nivel de los docentes, los avances científicos y el prestigio a nivel internacional. Esto no significa que no haya cosas por mejorar, y de hecho la auto reflexión crítica es fundamental a la hora de pensar y elaborar herramientas de transformación acorde a las demandas actuales.

“En Europa tienen una mejor Educación”

Al comparar la educación argentina con la del resto del mundo los entrevistados perciben que el sistema local está por debajo de la media. Al pedirles que ordenen a la Argentina entre los puestos 0 y 200 del mundo, en función de la calidad educativa, la población general indicó en promedio que Argentina ocupaba el puesto 120, mientras que la comunidad educativa marcó el 102.

Contrariamente a lo que se piensa los indicadores de medición internacional colocan al país en mejores posiciones: de acuerdo al IDH (Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas) Argentina ocupa el puesto 47; mientras que en el marco de las pruebas PISA, nuestro país se lleva el puesto 64 en Ciencias, 63 en Habilidad lectora y 71 en Matemática.

Al margen de la mirada tan sesgada sobre lo local, cabe señalar que la necesidad de comparar compulsivamente a veces corre de la vista las particularidades locales, socio económicas, históricas y culturales. Además la consideración de un éxito o fracaso por una instancia de evaluación con pruebas estandarizadas no resulta jamás suficiente para valorar un sistema educativo y mucho menos para comprender cuáles son las problemáticas e inferencias útiles en nuestro contexto y según nuestros objetivos educativos.

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Fabiana Solano

Mi nombre es Fabiana Solano y tengo 34 años. Soy socióloga egresada de la UBA y casi Magister en Comunicación y Cultura (UBA). Digo ‘casi’ porque me falta entregar la bendita/maldita Tesis, situación que trato de estirar con elegancia. Nunca me sentí del todo cómoda con los caminos que me ofrecía el mundo estrictamente académico. Por eso estudié periodismo, y la convergencia de ambas disciplinas me dio algunas herramientas para analizar, transmitir, y explicar la crisis del 2001 en 180 caracteres. Me especializo en culturas y prácticas sociales, desde la perspectiva teórica de los Estudios Culturales. Afortunadamente tengo otras pasiones. Me considero una melómana millennial que aprovecha los beneficios de las múltiples plataformas de streaming pero si tiene que elegir prefiere el ritual del vinilo. Tengo un especial vínculo con el rock británico (siempre Team Beatles, antes de que me pregunten), que se remonta a mis primeros recuerdos sonoros, cuando en mi casa los domingos se escuchaba “Magical Mistery Tour” o “Let It Be”. Además soy arquera del equipo de Futsal Femenino de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), rol que me define mejor y más genuinamente que todo lo que desarrollé hasta acá. Por supuesto que la política ocupa gran parte de mi vida y mis pensamientos. Por eso para mi info de WhatsApp elegí una frase que pedí prestada al gran pensador contemporáneo Álvaro García Linera: “Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino”.