Tenía 16 años cuando un desmayo lo alertó: el día que Fede pensó que nunca iba a volver a jugar al fútbol 

Federico hoy tiene 18 años pero hace dos años, en medio de la pandemia, tuvo que ingresar a un quirófano para ser trasplantado del hígado. Nada hacía pensar que su órgano ya no funcionaba bien. El antes y después del chico al que un donante le dio una nueva oportunidad para vivir. 

03 de febrero, 2023 | 00.05

Desde los 16, Fede lleva una enorme cicatriz en forma de "T"  invertida, una marca que le recuerda lo que pasó pero también lo que venció. Así lo siente él. Esa cicatriz que va desde el ombligo hasta el pecho le recuerda que un día una donación de hígado le devolvió la vida, le dio una nueva oportunidad. "Es una marca de la guerra que pasé y que gané. La llevo con mucho orgullo, no la escondo porque es un recordatorio de todo lo que viví y cuando lo veo me da felicidad de decir que 'sigo acá todavía'". Así lo expresa emocionado este joven que hoy tiene 18 años y allá por 2020 recibió un trasplante hepático que vino luego de medio año sin saber el diagnóstico exacto, una internación en terapia intensiva en medio de la pandemia del Covid-19 y muchos desmayos que fueron las primeras alertas. 

Cuando Fede comenzó a sentir anomalías en su cuerpo nadie iba a pensar que eran consecuencias del mal funcionamiento de su hígado, tenía solo 16 años y estaba por arrancar el tercer año de la secundaria como cualquier pibe de su edad. Además era deportista, jugaba a la pelota con su equipo de fútbol de Castelar. Estaba lleno de ilusiones y ganas de vivir. Hoy, recuerda que era marzo de 2020 cuando iba a arrancar el primer día de clases y tuvo un fuerte desmayo. "Me empecé a sentir mal, no sabían lo que tenía", admite en una charla con El Destape. El joven cuenta que "siempre fue una persona sana, hacía deporte, no se drogaba ni fumaba". 

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"Una vez en particular me llevaron al médico y solamente me dijeron que me había bajado la presion y me mandaron a mi casa, que tome agua y cosas con azúcar", contó Fede que solo pudo ir el primer día de clases en su barrio de San Antonio de Padua donde vive con sus papás y dos hermanos. "Primero pensaron que tenía dengue hasta Chikungunya", relató sobre la búsqueda del diagnóstico en diferentes centros de salud de Ituzaingó y Merlo. Federico comenzó con desmayos pero luego siguió con fiebre y falta de apetito.

El cuadro de Federico se iba agravando y todavía no había un diagnóstico certero hasta que llegó a estar dos días en terapia intensiva. "Mi cuerpo ya no respondía y todavía no sabía qué tenía. Un trasplante hasta ese momento era lo menos pensado", contó. Pasó medio año sin saber del trasplante hasta que un día le dijeron que iban a iniciar una investigación del hígado. 

Fede comenzó con desmayos luego con fiebre y falta de apetito. Tardaron medio año de saber que necesitaba un trasplante

Después de varias idas y vueltas, Fede iba perdiendo más fuerzas: se desmayaba, subía cada vez más la fiebre y no tenía fuerzas ni ganas de comer. "Perdí mucha masa muscular, mi cuerpo no era el de antes", contó quien desde chico jugó a la pelota en campeonatos y en ese momento sentía que estaba perdiendo el partido de su vida. 

Finalmente llegó la confirmación: necesitaba un trasplante de hígado porque el suyo ya no estaba funcionando. Por un momento todo se derrumbó, la convicción acerca de la juventud parecía desplomarse. "Sinceramente fue algo muy duro porque yo no me imaginaba que mi hígado no estaba funcionando bien a mis 16 años, tuve el acompañamiento de mis papas que estuvieron siempre en cada internación. También la fuerza de los mensajes de toda mi familia. Fue muy duro e inesperado, nunca me enfermé ni nada", nos cuenta el joven que tuvo que recibir un nuevo hígado para seguir viviendo.

Y llegó el día: un donante para Fede y el trasplante en Favaloro

Con el diagnóstico confirmado, Fede se comunicó con su obra social e Incucai. Ya había comenzado el tratamiento en Fundación Favaloro, donde tuvo tres internaciones hasta que lo pusieron en prioridad alta para recibir el trasplante. "En un mes lo conseguí", celebró. Pero a los nervios por el trasplante se juntaba el temor de contagiarse de COVID-19, le habían dicho que un posible contagio podría agravar su cuadro.

Era sábado, un 4 de julio de 2020. Estaba cocinando con su hermana unos panqueques, sus papás habían salido a comprar unos remedios. Era casi mediodía y de repente suena el teléfono: eran sus padres que lo llamaron para decirle que en dos horas tenía que estar en Favaloro porque estaba el trasplante.

Fede dejó todo lo que estaba haciendo y se preparó, llegaron sus papás y salieron para Fundación. Ese día era el principio de una nueva oportunidad. "Fue una emoción muy grande, me llama mi papá y cuando subí al auto fuimos por toda la autopista. Entramos con mi mamá a la fundación, me acuerdo que hacía frío, mi papá me dio su campera, me ayudaron a entrar", contó sobre los minutos previos a entrar a la sala.  La operación duró alrededor de 7 horas y el posoperatorio aproximadamente unas dos semanas. "Mi primera reacción fue despertarme, intentar ver la hora. Me acuerdo de que no podía hablar porque era muy reciente y lo que hice fue moverme para que venga una enfermera. Cuando vino, le pregunté dónde estaban mis papás, a lo que me responde: 'Son las 4 de la mañana. Tus papas ya te vinieron a ver, quedate tranquilo'", contó. Sin embargo, la insistencia fue mayor y finalmente pudo hablar con ellos: "Me puse a llorar, estaba muy sensible, porque habían sido muchas cosas", expresó.

El día que creyó que nunca más iba a volver a jugar a la pelota, pero la vida le dio revancha

Hoy ya campeones del mundo, Fede hace un paralelismo con su propia vida. La pelota siempre fue parte de él y en un momento creyó que ese amor ya no era correspondido. Antes de la operación recuerda que habló con su papá y le dijo que ya no creía volver a jugar al fútbol. “La verdad que me imaginaba a una persona en silla de ruedas con dificultades para caminar”, confesó Fede que, para su sorpresa, después de la operación se dio cuenta por él mismo que podía vivir su vida normal.

Fede jugó hasta los 18 años en el fútbol profesional en el Club de Castelar donde fue titular y capitán. Después del trasplante se recuperó y jugó un año y medio hasta salir campeón dos veces en una liga de Buenos Aires. Hoy dejó los botines por un nuevo campeonato: estudiar kinesiología en la universidad y ser un profesional.

El primer partido que jugó luego del trasplante va a quedar para siempre en su memoria. No puede sacarse de su mente ese abrazo eterno con su papá, al que él mismo le había dicho que nunca iba a volver a las canchas. “Ese primer partido lloré abrazado con mi papá porque me acordé de haberle dicho que no iba a poder volver”, cuenta. Pero ahí estaba siendo capitán después de un trasplante. “Fue un orgullo propio: volver a pisar una cancha, titular, siendo capitán y viendo a mi papá ahí, fue muy emocionante. Yo me acuerdo que por culpa de eso lo puse muy mal, así que cuando terminó el partido fui a abrazarlo porque era una segunda vida, una segunda oportunidad”.

Un trasplante no sólo te cambia la vida, es decir, te da una nueva oportunidad de vivir, sino que te cambia la mentalidad, según Fede, que asegura que antes “hacía las cosas por hacerlas", pero ahora tiene una nueva mirada sobre la vida en general. “La vida es algo hermoso porque así como uno la tiene ahora, es algo corto, hay que vivir como si cada día fuera el último. Cada uno a su manera pero siempre sabiendo que la familia es lo más importante, no hay que rendirse sino apegarse a algo que te motive por lo que luchar”, expresó.

Quién fue mi donante

Federico cuenta que a él le interesó mucho saber quién había sido su donante, quería conocer su historia y a la familia. Pero la ley  27.447 preserva el derecho a la intimidad, privacidad y confidencialidad por lo tanto no se puede dar a conocer la identidad de los donantes y receptores salvo que la persona lo declare en forma pública. En la Argentina los órganos que se trasplantan son: riñón, hígado, corazón, pulmón, páncreas e intestino; y los tejidos: córneas, piel, huesos, válvulas cardíacas y siempre los trasplantes se efectúan a partir de donantes fallecidos. La donación de órganos en vida se realiza pura y exclusivamente en caso de necesidad extrema y debido a la falta de donantes voluntarios post mortem.

Después del trasplante de hígado, Fede quiso saber quién fue su donante

Me interesó mucho, yo se lo pregunté a mis papas pero es algo no pude saber”, expresó Fede que admite que nunca supo cómo describir lo que significa haber recibido un trasplante porque una persona lo donó para que él pueda seguir viviendo. “Es una emoción de felicidad porque gracias a que otra persona donó, yo sigo viviendo y disfrutando”, dijo. Sin embargo, reconocen algunos sentimientos que se le presentan al haber vivido lo que atravesó: "Es una situación linda vivir, pero también tiene su parte de tristeza porque pienso en la otra persona que donó. La vida es muy valiosa”, completó.

En 2022 hubo 4.024 pacientes en lista de espera que recibieron un trasplante de órganos y córneas, lo que significó un incremento del 24 por ciento en la cantidad de trasplantes con respecto a 2021, detalló Incucai. Del total de pacientes trasplantados, 1.985 recibieron un trasplante de órganos, siendo 1.681 de donantes fallecidos y 304 de donantes vivos. En total se realizaron 1.367 trasplantes renales, 422 hepáticos, 107 cardíacos, 35 renopancreáticos, 32 pulmonares, 17 hepatorrenales, 2 pancreáticos, 1 cardiorrenal, 1 cardiopulmonares y 1 intestinal, y 2.039 trasplantes de córneas. De este informe también se destaca que entre los pacientes que recibieron un trasplante, 328 fueron pediátricos –menores de 18 años–, de los cuales 207 recibieron un trasplante de órganos, y 121 de córneas.

Federico es uno de los miles de pacientes que reciben un trasplante en el país, porcentaje que creció desde la vigencia de la ley 27.447, también denominada Ley Justina, en 2018, que determina que todos los mayores de 18 años son donantes de órganos salvo que hayan manifestado su voluntad de no serlo: antes de esta ley, 42% de las personas no estaban dispuestas a donar; hoy, solo 17% expresa no querer ser donantes. Fede hoy sabe muy bien el sentido de la vida después de ese 4 de julio de 2020. “Ahora soy mucho más consciente de las cosas que hago, de cómo vivo”, agregó. Su cicatriz siempre le recuerda el campeonato de la vida que ganó y está orgulloso de eso. Es una marca de guerra de que luchó y venció, pero no de manera solitaria, porque como dice el refrán “nadie se salva solo” y ese fue su caso: donar salva vidas.