Una mezcla de espanto e incredulidad, un golpe en el pecho que reblandece heridas cicatrizadas; así fue encontrarse con la noticia del asesinato de Susana Montoya, viuda de Ricardo Fermín Albareda, torturado y desaparecido por patotas de la policía de Córdoba en 1979, como parte del plan sistemático de exterminio de militantes políticos durante la última dictadura cívico militar, y madre de Fernando Albareda, militante de la agrupación H.I.J.O.S.
Cuando Sabrina Bolke, también militante de HIJOS de la ciudad de Buenos Aires, fue brutalmente atacada en su casa, el 5 de marzo de este año, la sensación fue parecida. La habían atado y torturado, esa es la descripción de Sabri. ¿En serio? ¿Por qué? ¿Quiénes fueron? La incredulidad y el horror; después, ningún esclarecimiento.
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Hay dos compañeras más de HIJOS, cuya identidad se reserva, que directamente tuvieron que irse del país por amenazas directas y estremecedoras en sus domicilios.
A este recuento de agresiones directas hay que sumar la precarización o cierre de sitios de memoria, la venta para fines gastronómicos de una porción de la Ex Esma, el cierre de las investigaciones y de los archivos para seguir buscando a quienes fueron apropiados apenas nacer. La reivindicación lisa y llana de la dictadura del diputado que organizó la visita a genocidas en la cárcel, quien los llamó, en chats ya difundidos, “héroes en el combate contra la subversión marxista”.
Se suman también las detenciones arbitrarias el último 12 de junio y la represión desmedida contra quienes protestaban contra la ley bases. 33 personas fueron detenidas sin ningún sentido, acusadas públicamente de buscar un golpe de Estado según un comunicado de la “Oficina del presidente”, argumento que se usó para empujar su procesamiento. Sólo dos quedan detenidas -y a esas detenciones también hay que cuestionarlas- que muestran alevosamente lo descabellado de las acusaciones.
Hoy, cuando somos tantos y tantas quienes sentimos en el cuerpo el duelo por Susana Montoya y también reavivamos el miedo y dolor por nuestros propios familiares y amigos y amigas desaparecidos por la dictadura, el presidente Javier Milei tuitea, en relación al conflicto electoral en Venezuela: “Los comunistas nos atacan, llenos de insolencia e impiedad, para exterminarnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, y para apoderarse de nuestros despojos.” Es un fragmento nada más, pero aunque está copiado de textos antiguos -salvo la palabra comunista- a lo que suena es a declaración de guerra contra enemigos inexistentes pero que después encarnan en luchadores y luchadoras por los derechos humanos, hijos e hijas de esa generación diezmada, que son amenazades . ¿O no se hablaba entonces de “subversión marxista”? El presidente también dice que las personas trans o travestis, las feministas, gays o lesbianas, son parte de una agenda que debe ser eliminada. ¿Cuántas agresiones contamos contra personas LGBIQ+? En Barracas, en mayo, ocurrió un triple lesbicidio, las quemaron vivas; eran cuatro, sobrevivió una sola. Hoy hace tres meses de ese hecho y todavía en el juzgado se habla de una pelea entre vecinos.
No sabemos cómo y quiénes son responsables de los ataques que encuentran su punto más alto en la muerte de una mujer que también sufrió la dictadura. En la terrible herida que dejaron en su familia y en la amenaza escrita que siembra terror. Sabemos que la violencia se alienta y multiplica con discursos deshumanizantes de las identidades políticas que abundan en la boca del presidente y sus seguidores más fieles.
Para justificar el cambio en la ley de Seguridad Interior que habilitaría a las fuerzas armadas a participar en conflictos internos y hacer detenciones bajo la sospecha de “terrorismo”, el vocero Manuel Adorni citó el jueves pasado a la última dictadura. Dijo: “Antes se combatió al terrorismo detrás de un muro de silencio que hizo mucho daño a los argentinos, ahora se lo combatirá con todo el peso de la ley”. ¿Y de qué terroristas hablan? ¿De las personas detenidas en las inmediaciones del Congreso el 12 de junio? ¿De cuáles? Darle pátina legal a la persecución política no le otorga legitimidad.
En los años ’90, quienes éramos integrantes de la agrupación HIJOS también fuimos perseguidos y espiados por los servicios de inteligencia. Muchas veces no se consideraban creíbles nuestras denuncias. Sin embargo, nuestros nombres figuraban en esos archivos que fueron abiertos más tarde, después de 2003. Nos los entregaron. Así como algunes recibimos los archivos de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la provincia de Buenos Aires (DIPBA) el registro de nuestros padres y/o madres asesinadas en ese territorio. De mi madre hay una anotación en el libro diario, dice que hubo un enfrentamiento el 2 de marzo de 1977. Marta Taboada, mi mamá, había sido secuestrada el 28 de octubre de 1976, llevaba tres meses desaparecida. Después de acribillarla junto a cinco personas más en Ciudadela, fue enterrada como N.N. Pero estaba registrado su asesinato. Fingir enfrentamientos era una cobertura legal, aun cuando hacían lo que querían.
El gobierno de la crueldad ha ido muy lejos, la enumeración es larga y la conocemos: la falta de alimentos, de medicamentos, la represión sistemática a la protesta social y también a quienes se buscan la vida vendiendo en la calle, a las personas en situación de calle que se deja morir de frío o se las interna compulsivamente, a jubilados y jubiladas a las que se les quita ingresos y derechos, a las personas discapacitadas. Pero el presidente dice que no ve el hambre porque la gente no muere en la calle de hambre.
Seguramente no hay una sola acción para enfrentar y denunciar esta violencia política, el saqueo de los bienes comunes, el hostigamiento constante en redes, la validación por parte del poder de noticias falsas y discursos de odio. Pero entonces necesitaremos muchas acciones, que nos resguarden del miedo y que sobre todo protejan ya mismo a quienes están siendo amenazades. Que exijan claridad y celeridad a la Justicia para que todes sepamos qué está pasando. Quiénes son los que cruzan límites de insoportable crueldad. Este pueblo dijo Nunca más, muchas veces. Ahora es el momento urgente de insistir.