El 8 de octubre de 1988, Hernán Bello Arias, que en esa época era un niño de 7 años, esperaba disfrutar de una excursión a un parque de diversiones junto a otros 56 compañeros de escuela de La Matanza. Sin embargo, el destino les tenía preparada una tragedia cuando fueron al Zoológico Mundo Animal en Ezeiza, conocido como "El zoologico de Cutini", un lugar conocido por la controvertida práctica de permitir que los animales vagaran en libertad.
Aquel fatídico día, una osa le arrancó a Hernán un brazo y marcó el comienzo de una nueva y desafiante etapa de su vida ya que el incidente cambió su historia. Hernán, que ahora es un hombre con dos hijos adolescentes, recuerda aquel mediodía con una claridad perturbadora. “No me voy a poder olvidar nunca, lo llevo de por vida”, afirmó el joven.
Qué ocurrió ese día
Después de almorzar en el predio, los adultos se alejaron momentáneamente para buscar a un niño perdido. Hernán, junto a otros compañeros, jugaba cerca de un tronco cuando el grupo comenzó a moverse hacia otra área del zoológico. Hernán intentó seguir a sus compañeros, y se encontró solo frente a una osa.
“Le pedí un sándwich a mi hermana y se lo tiré a la osa, pero no se dio vuelta”, recuerda. Cuando cruzó la mano por el alambrado, la osa reaccionó de inmediato y lo atacó. El forcejeo entre el niño y el animal, acompañado de gritos y corridas, fue una escena de terror. Recordó que intentó arrancarle la lengua a la osa en un acto desesperado. La osa, sin embargo, logró seccionarle parte del brazo y lo dejó con una herida que lo llevaría al hospital de urgencia, donde se procedió a la inevitable amputación.
Reparación tardía y una vida de lucha
La Justicia lenta no fue la excepción en este caso. Hernán tuvo que esperar 13 años para que se resolviera la causa civil que lo indemnizó por daños y perjuicios. Mientras tanto, la causa penal había sobreseído a los demandados. En el fallo civil, el juez Gabriel Di Matteo responsabilizó a Jorge Cutini, dueño del zoológico, a Silvana Montera, coordinadora del programa alimentario PAN, y al Estado Nacional.
La indemnización fue de un millón de pesos, una reparación tardía. Hernán tuvo que enfrentar no solo la pérdida de su brazo, sino también el bullying y la discriminación. Su adolescencia fue una etapa particularmente difícil. “Fue el peor momento porque yo ya entendía, me miraban y me ponía mal”, explica.
Dejó la escuela y comenzó a trabajar a los 13 años, convencido de que nunca tendría una novia. Sin embargo, el tiempo le demostró lo contrario y ahora es padre de dos hijos adolescentes y lucha por mantener a su familia a pesar de las dificultades.
Hernán logró sobreponerse a muchos de los desafíos que la vida le presentó. La indemnización le permitió comprar una casa en su querido Rafael Castillo y el trauma del ataque fue superado en gran parte gracias a la paternidad.