Dias atrás, Florencia Calvi (@fleurcalvi) denunció en Twitter al modelo de venta de la empresa de cosmética Nuskin por adoptar el modelo de estafa piramidal que busca la inscripción de distribuidoras para revender productos. Lo engañoso es que, inicialmente, se debe abonar un gran porcentaje de dinero para recibir la mercadería, pero luego las ganancias son mínimas.
El caso se viralizó, llegó a los medios y el modelo de venta piramidal logró mediatizarse para advertir las consecuencias de incorporarse. Desde el gobierno también hicieron eco: la Secretaría de Comercio Interior, organismo dirigido por Paula Español y dependiente del Ministerio de Desarrollo Productivo, imputó a la marca por “brindar información falsa y engañosa para la promoción y venta de sus productos.” Este tipo de fraude decepciona, pero no sorprende. De hecho, su difusión sirve para deschavar otras tantas estrategias ilegales para sacar provecho de la desesperación y el miedo que provoca el quiebre económico que se genera a nivel mundial a partir de la pandemia.
Para dimensionarlo sirven los datos. De acuerdo a la Asociación Argentina de Lucha Contra el Cibercrimen (AALCC), desde el inicio de la cuarentena hasta el 30 de abril, el aumento por consultas sobre delitos informáticos aumentó un 47% con respecto al mismo período en 2019. En ese tiempo, los más consultados fueron casos por extorsión on line, phishing, fraude y ciberbullying, aunque legalmente no sea considerado como delito. “Es importante destacar que el 51,84% de las consultas realizadas a la AALCC entre el 20 de marzo y 30 de abril de 2020 refieren a delitos cuyo objetivo es un móvil económico “, destacó la organización.
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Es que jugar con la situación económica de los usuarios y usuarias no es nuevo, pero sí clave en períodos de crisis, donde la incertidumbre sobre el y el pánico a perder lo que es de uno juegan una mala pasada y el acceso al dinero rápido pareciera ser opción sin demasiado análisis previo de sus consecuencias. “Todas estas estafas operan directamente con las emociones, por ejemplo la desesperación y el miedo de ver en riesgo algún derecho”, explicó Marina Benitez Demtschenko, abogada especializada en Derecho Informático con Perspectiva de Género. La vulnerabilidad es el Talón de Aquiles de los estafadores.
Es así como, desde que se implementó el aislamiento, las modalidades fraudulentas más recurrentes giraron en torno a donaciones por el coronavirus, programas sociales o bonificaciones económicas otorgadas por el gobierno.
Por ejemplo, ANSES advirtió ayer en sus redes sociales sobre la cantidad de denuncias realizadas por los solicitantes, quienes manifestaron recibir llamados o mensajes telefónicos de potenciales gestores que piden datos bancarios para facilitar el trámite de acceso tanto del IFE, el bono extraordinario de $10.000, como la Tarjeta Alimentar, utilizada para la compra de alimentos. Con diseños y tipografías muy similares a las páginas oficiales del gobierno, se publicitan los planes de ayuda con grandes sumas de dinero, enfatizando que están por acabarse.
“En el marco de diversas denuncias antes posibles estafas virtuales(....) por personas que se hacen pasar por empleados de la ANSES, el organismo reitera que no solicita datos personales ni bancarios de manera telefónica, correo electrónico o mensajes de texto de tarjetas de débito o claves bancarias en ningún caso”, expresó la entidad previsional en un comunicado. Además, agregó que los sitios web donde se radicaban los intentos de estafa fueron denunciados y bloqueados.
Por su parte, Horacio Azzolin, titular de la Unidad Fiscal Especializada en Ciberdelincuencia del Ministerio Público Fiscal de Argentina, destacó que las ventas fraudulentas de alcohol en gel y barbijos también hicieron eco durante la pandemia. “Las principales estafas parten de la captación engañosa de datos personales, en especial de tarjetas de crédito, para el uso en compras varias”, explicó.
Otra modalidad utilizada para hacerse de bienes personales es el pedido de datos bancarios. Benítez afirmó que las principales estafas “se dieron más por mail que por Whatsapp” y están vinculadas a las entidades financieras. La práctica consiste en armar listas random de destinatarios y notificarles que los bancos donde tienen tarjetas bloquearon su cuenta, que un desconocido hizo un cobro no deseado o bien que deben revalidar la contraseña para acceder el home banking.“Rompen la órbita de tranquilidad planteando un riesgo inminente. Hacen que el usuario o usuaria reaccione a favor de lo que se les plantea sin hacer mayor evaluación.”, describió la especialista. Es importante destacar que la comunicación de los bancos por mail está vinculada a promociones y ofertas, pero nunca a problemas técnicos.
De igual forma se plantea con las plataformas de trabajo, entretenimiento o finanzas, protagonistas en este contexto por notar un incremento exponencial en sus usos. Entre otros casos, se reciben correos de Netflix o Mercado Pago, que indican que la cuenta ha sido restringida y debe desbloquearse. “El elemento en común en las estafas en hacerse pasar por un ente que el usuario tenga confianza para dar credibilidad a la comunicación y ocultar los verdaderos intereses”, dijo Federico Kirschbaum, especialista en Ciberseguridad. Así, en realidad se ingresan los datos al servidor del atacante y ellos pueden operar.
El caso más rimbombante se dio a principios de mayo con la aparición de las Fintechs, empresas no bancarias que prestan servicio de crédito, denunciadas penalmente ante la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional por estafa, usura crediticia, débitos indebidos en cajas de ahorro, irregularidad en los contratos, modificaciones de las condiciones de pago de los préstamos y robo de datos personales. Los mayores damnificados fueron jubilados y beneficiarios de AUH.
A ello le siguió que las empresas Musimundo, Falabella, Disco, Vea, Jumbo y Coto fueron imputados porque “no cumplieron con las fechas pactadas para la entrega de los productos y operaron sin previo aviso o información al consumidor”, en base a un comunicado de la Secretaría de Comercio Interior.
Diseñar una estafa es similar a pensar una venta: el público también se define. Según Kirchbaum, los estafadores apuntan a quienes “tengan menos aprendizaje del uso de herramientas digitales" y la información se filtra en bases de datos, donde se incluyen datos de la situación económica de cada usuario. Sin embargo, Benítez resaltó que, específicamente en el comercio electrónico, las mujeres tienden mayormente a caer en engaños, por varios motivos. Primero porque estadísticamente “son más consumidoras en internet que los varones”. Lo segundo se explica por la “brecha digital de género”, definida como la diferencia estructural en el acceso, uso y aprovechamiento de las tecnologías de la información, que provoca el menor acceso a los conocimientos para aprovechar el mundo digital y los riesgos que implica. “No subestimemos el espacio virtual, es prácticamente nuestra forma de haber sobrevivido al tiempo de encierro.”, concluyó.