El silencio recrudece. En días en los que los festejos con familia y amigos aparecen junto con los brindis y los abrazos, a una generación de pibes y de pibas se les cruza por la cabeza una imagen imborrable del dolor. Esa que apareció el 30 de diciembre de 2004 en el boliche República de Cromañón. Para muchos de ellos, lo que pasó esa noche también es una herida que no cierra.
Gustavo tiene 48 años. Todos sus amigos y conocidos le dicen Pasky. Es hincha de River y fanático del rock, una de sus bandas preferidas es Ojos Locos. La otra, Callejeros. El 30 de diciembre de 2004, Gustavo Pascual las fue a ver a Cromañón. Un boliche que era administrado por Omar Chabán y que se había convertido en una especie de símbolo del rock aunque recién había sido inaugurado un par de meses antes. Fue con Florencia, su novia de ese entonces, como tantas veces lo había hecho a otros recitales. Esa misma velada, un par de horas más tarde, todo cambió. "Cromañón es una herida que no se cerró, ni se cierra y no sé si se va a cerrar", le admite a El Destape.
Esa noche en Cromañón murieron 194 personas. Por el fuego, el calor y el humo. El incendio se desató cuando uno de los espectadores prendió una bengala. El fuego llegó rápido a una media sombra que lo propagó a un ritmo atroz. Pasky vio todo. Las llamas tomaron esa tela, se abrió un círculo en el techo, mientras caían algunos restos al piso, la banda frenó y ahí la gente se desesperó. Empezó a correr, a tratar de salir. Sin dudar, Gustavo, suelta: "La agarro a Florencia, bajamos. Ahí se corta la luz y sentí como el calor del fuego estaba en nuestra espalda. Encaramos para la puerta, era un quilombo. No se podía respirar. Yo estaba en cuero, le di mi remera para que respire. Yo lo único que pensaba era 'mañana es Año Nuevo. No me puedo morir. Por mi vieja'".
Los primeros en ayudar fueron los pibes que estaban en el recital y habían salido. "Cuando empujamos un poco, con Florencia nos caímos arriba de una montaña de gente que estaba en el hall. Y ahí vi pibes en cuero, del otro lado. Me cazaron del brazo y pum, para afuera. Volví a la pila de gente y la saco a Flor. Y fuimos a la esquina", rememoró. Gustavo volvió un par de veces para sacar más chicos. Lo hizo como pudo. Después de un rato, se fueron para su casa. Antes, se encontró con otro amigo con el que había ido al recital. "Él estaba en la otra esquina, di toda la vuelta manzana porque no quería pasar por la puerta. Ahí ya se decía que había muertos", recuerda.
De esa noche, ya pasaron 17 años. Pero Gustavo se acuerda de todas las imágenes “menos los sonidos. No sé por qué”. De ese momento hasta hoy pasaron cuatro juicios por el hecho. Fueron procesadas 26 personas y 21 de ellos recibieron una condena, aunque 18 pasaron por la cárcel. Entre ellos Omar Chabán que cumplió parte de su condena en prisión, pero luego -por su estado de salud- le fue otorgada la prisión domiciliaria. Murió a los 62 años. También estuvieron detenidos los integrantes de la banda. El último en recuperar la libertad fue, en 2019, Patricio Fontanet, el cantante.
Los datos duros de los devenires de la Justicia no terminan de ser un reflejo de la historia de sus sobrevivientes. Cada 30 de diciembre la fecha se torna especial para quienes sobrevivieron esa noche. Pasaron casi dos décadas, la vida de todos siguió su rumbo. Esa noche, además, dejó un tendal de chicos con problemas respiratorios y situaciones que tuvieron que ser atendidas con psicólogos. El dolor fue grande y caló hondo. Hubo, al menos, 17 sobrevivientes que cometieron suicido. A otros el tiempo los ayudó a sanar. ”Cromañón a mi me hizo dar cuenta que no era inmortal. Me hizo valorar más la vida”, dice Gustavo en charla con este medio.
Desde hace mucho tiempo, él y Florencia no son más pareja, pero aun así Gustavo cuenta que “tienen una conexión especial” por lo que pasó esa noche. Cada fin de año que se ven en algún acto, se dan un abrazo. Hay algo que los une. En 2021, una de las organizaciones más grandes de sobrevivientes (No nos cuenten) tendrá su homenaje en el Obelisco.
A casi 20 años, el dolor vuelve, pero encontró otra forma. Una comunión entre personas que sabe exactamente lo que pasó el otro.