Héctor, el padre de Lucas González, nunca imaginó que el día de la final del Mundial de Fútbol que protagonizó la Selección Argentina en Qatar no iba a festejar. La imagen solo, sentado sin poder pararse, con la mirada perdida contrastaba con la del 14 de julio del 2021, cuando Argentina salió Campeón de América y con sus tres hijos armaron una batucada improvisada con bandejas de pizzas. Ese día le fue imposible con su esposa Cintia frenar la euforia y alegría de Lucas, Valentina y Tiziano, cantando y gritando en su casa de Florencio Varela.
"Era la debilidad de su madre, ella tenía devoción por Lucas, lo tuvo muy jovencita a los 17 años y fue creciendo con el, no se perdía un partido y lo acompañaba en todo lo que podía a Lucas" cuenta Carolina, la tía del jugador a El Destape.
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Hoy, toda esa imagen es un recuerdo de una familia que se hundió en el dolor por la muerte de Lucas, cuyo juicio por su asesinato se inicia este jueves 16. Lucas González era un adolescente de 17 años que jugaba en las inferiores del Club Atlético Barracas Central, pero en noviembre de 2021 fue baleado por agentes de la Policía de la Ciudad cuando salía de un entrenamiento junto a tres amigos. En el banquillo, a partir de este jueves, estarán 14 policías acusados: tres por homicidio y once por tratar de encubrir el hecho e impartir torturas sobre los amigos del jugador.
“A pesar de todo el dolor que nos invade, confiamos en la justicia, no quiero una condena ejemplar, quiero una condena justa” comenta a El Destape, Héctor "Peca" González, o lo que queda de él. Tiene 38 años y atrás dejó un pasado como repartidor, hoy su principal objetivo es conseguir justicia por la muerte de su hijo. Su esposa Cintia López de 36 años, intentó en varias oportunidades quitarse la vida, y se encuentra internada. Sus hijos lloran a su hermano todos los días.
“Éramos una familia de 5, hoy estamos muertos en vida, su mamá no quiere vivir. Yo tengo que sostenerlos y buscar justicia, al menos así, tal vez, tengamos un poco de paz”.
Héctor dice que tiene expectativas por el juicio y que no tiene miedo al enfrentarse a la Policía: “Nadie está preparado para estar delante de los asesinos de tu hijo, ellos hicieron todo mal, mi hijo nunca fue un delincuente, ellos si lo son. Mataron a un jugador de futbol y casi masacran a sus amigos, le cortaron la carrera a un pibe, truncaron sus sueños y por ende los nuestros, nosotros con mi familia éramos un equipo, nos apoyamos entre todos y sabíamos que Lucas iba a llegar lejos porque era un buen chico, un deportista, no era como quisieron mostrarlo”.
El asesinato de Lucas
Lucas y tres amigos Joaquín Zúniga, Julián Salas y Niven Huanca salieron de entrenar en el club Barracas Central. Los jóvenes iban en un Volkswagen Suran, cuando fueron interceptados por tres oficiales de la Brigada de Investigaciones de la Policía de la Ciudad, que se encontraban en un auto Nissan Tiida y no se encontraban uniformados.
Los adolescentes creyeron que los oficiales eran ladrones y por eso al verlos intentaron huir rápidamente del lugar. En ese mismo instante, los policías comenzaron a dispararles sin razón o resistencia alguna. Una de esas balas impactó en la cabeza de Lucas, quien falleció un día después, en el hospital, esposado.
Los tres acusados por la muerte del jugador son el inspector Gabriel Alejandro Issasi, el oficial mayor Fabián Andrés López y el oficial Juan José Nieva. Todos integraban la División Brigadas y Sumarios de la Comuna 4 de la Policía de la Ciudad y fueron procesados y detenidos bajo prisión preventiva por el delito -en coautoría- de “homicidio agravado por haber sido cometido con alevosía, por placer, por odio racial, por el concurso premeditado de dos o más personas y por cometerse abusando de su función o cargo por un miembro de la fuerza policial”.
Además se los acusa, también de “tentativas de homicidio agravado, falsedad ideológica y privación ilegal de la libertad agravada por abuso funcional y sin previsión de la ley” con respecto a los amigos del jugador de 17 años.
El resto de los policías están acusados y detenidos por “falsedad ideológica, privación ilegal de la libertad agravada por abuso funcional y sin previsión de la ley, encubrimiento agravado por la condición de funcionarios públicos y por ser el delito precedente especialmente grave e imposición de torturas”.
Héctor afirma que hubo racismo: "Lo vieron morocho y de gorra, lo vieron marrón. Si hubiesen sido rubios no hubiesen tirado a matar" y agrega sollozando: "Lo vieron dos veces , los esperaron, los cazaron y acribillaron pudo haber sido una masacre".
A pesar del dolor de la familia, los González aseguran no tener resentimientos hacia la fuerza: "No tenemos miedo ni tenemos rencor a la policía, tenemos familiares en la policía, pero lo que hicieron esto, son delincuentes, son asesinos".
El abogado de la familia es Gregorio Dalbón, que en diversos diálogos intentó dejar en claro que lo que se busca es justicia y no hay un fin de aprovechamiento político del caso: "Gregorio es familia y amor de padre , es maravilloso" comenta conmovido Héctor. El amor por sus hijos y el fútbol une a los dos hombres, ya que sus hijos se conocieron jugando en las inferiores de Racing y fue por su hijo que el letrado llegó al caso y la defensa.
Héctor asegura de Dalbón "le salvó la vida". Y agrega: "Cuando sepulté a mi hijo los asesinos estaban en sus casas. Fue gracias a Dalbon y al fiscal de instrucción, Lionel Gomez Barbella que hoy estamos llevando adelante este juicio".
A pesar del dolor profundo, Héctor cree en la justicia, y espera que los asesinos de su hijo tengan la condena que se merecen. Acompañado de vecinos y amigos de su hijo, lleva siempre la camiseta de su hijo y se aferra a ella, la abraza y la besa. Siente que tiene que ser fuerte para sostener a los suyos, a su esposa y a los hermanos de Lucas. Persigue la justicia para honrar el nombre de su hijo, tal vez así logre algo de paz para los suyos.