El miércoles los vecinos porteños de Villa Lugano, Cardenal Antonio Samoré y barrios cercanos, luego de promediar entre cuatro y cinco días sin luz, salieron a manifestarse sobre la Luis Dellepiane. De uno y del otro lado de la autopista habían sufrido cada una de las horas que pasaron sin energía eléctrica el fin de semana que, según datos del Servicio Meteorológico Nacional, fue el más caluroso en los últimos 60 años.
Si bien el resultado de la protesta se hizo rápidamente conocido -el despeje de la autopista con balas de goma por parte de la Policía de la Ciudad- lo que se supo tras ese hecho es que la luz volvió horas más tarde, incluso el jueves por la mañana.
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El Destape caminó durante la tarde por las calles aledañas a la autopista y dialogó con los vecinos sobre la situación. Hay que destacar, en primer lugar, que la sensación que prima tras la violencia institucional de la Ciudad y la inoperancia de la empresa Edesur, que convirtió en un clásico de todos los veranos el desabastecimiento del servicio, es el de la desconfianza. “Tenemos luz, ¿pero hasta cuándo?”, remarcaron los vecinos.
La experiencia de no tener suministro eléctrico, según los afectados, golpea de lleno en dos ejes. El primero es el funcionamiento de la heladera. Los alimentos se pierden por no conservar la cadena de frío y las compras pasan a ser para el día a día, además de la incomodidad de no poder tomar nada fresco con 38 grados. Pero no solo es un tema alimenticio, muchos necesitan tener medicamentos resguardados del calor.
En segundo lugar, la falta de agua. Todos los edificios, incluso casas particulares, usan bombas para llenar los tanques, lo que impide bañarse, lavar alimentos, limpiar la casa, desagotar el inodoro y refrescarse. Los vecinos, según afirmaron, buscaron para un lado o para el otro a quien tenga luz y les conserve algún alimento, medicina o que les cargue el teléfono para no quedar entre el calor y la oscuridad, aislados del mundo.
Sobre la colectora, a metros de la autopista, vive Norma. Ella tiene un kiosco en su casa y su marido, que es discapacitado, lava autos para poder generar algún ingreso porque la pensión no le alcanza. Con el corte ninguno de los pudo trabajar, tiraron mucha mercadería que se puso fea y solo conseguían tomar algo fresco cuando traía hielo de la casa donde trabaja como personal de limpieza, además de cargar los teléfonos.
“Yo vendo panchos y sándwiches de milanesa, todo eso lo tuve que tirar y Edesur me dijo que no se van a hacer cargo”, lamentó mientras relató su experiencia. Asimismo, explicó que lo peor “fueron las noches sin dormir, sin poder bañarse, sin poder siquiera espantar los mosquitos”. Ella tiene una nena de ocho años que debió, sin saber por qué, adecuarse a una realidad demasiado incómoda.
Además, Norma detalló que “muchos vecinos la pasaron mal, en esta cuadra hay una señora mayor que lo sufrió mucho, tiró casi toda su comida, para todos fue tremendo”. No obstante, hizo los reclamos correspondientes al ENRE y a Edesur, y la respuesta fue la misma de los dos lugares: la atención de una máquina contestadora, un número de reclamo y nada más.
En el ingreso a uno de los barrios estaba Mario, apodado “Vecino”, quien tiene una afección cardíaca, usa bastón para caminar y por eso trabaja desde su casa con la venta de hielo que fabrica él mismo en botellas de plástico. El destino fue el mismo, sin electricidad no hay como congelar el agua. En su situación no pudo tampoco ir a reclamar, y lamentó que “aún no volvió a varios barrios. Por suerte no hace tanto calor, pero los ascensores dejan de funcionar y en las torres hay gente mayor que no puede subir y bajar siete u ocho pisos, ni ir a buscar agua a unas cuadras, es imposible".
“Acá a la vuelta hay una casa de comidas que también tuvo que tirar todo, ese tipo quedó arruinado, me trajo a mi algo de comer y por ser vecino le di un poco de hielo que tenía, pero esto no está”, advirtió.
Sobre la avenida Escalada, a metros de Dellepiane, en una de las esquinas, estaba Adelaida. “Tengo como cinco vecinas que me traen medicamentos para que se los guarde en la heladera. Ellas no tienen luz desde hace días y a mí por suerte se me cortó solo dos”, remarcó. También, denunció: “Hay muchos cables en esta zona que están sueltos, y son de electricidad, hay uno que está tocando mi casa. Algo puede pasar y electrocutar a alguien, pero uno llama y no le dan bola cuando hace el reclamo”.
Las opiniones, en general, son de una total desconfianza. La empresa no se comprometió a devolver nada de lo perdido, el Gobierno de la Ciudad responde con desalojos y solo tienen como consuelo, ante tanta desidia y abandono, pensar que, si la luz vuelve, significa que lo peor ya pasó.