28 de abril, 2020 | 12.33

Cuarentena obligatoria: cómo es el trabajo docente en medio de la pandemia

La escuela volvió a demostrar porque es el Estado en el territorio. Con  whatsapp, computadoras o, como se pueda, los docentes siguen con el ciclo lectivo. El día a día de una profesión que le está poniendo el pecho a la pandemia.

Una de las primeras medidas que tomó el gobierno nacional ante el avance del coronavirus fue la suspensión de las clases dentro del aula. Sin embargo, el ciclo lectivo siguió adelante con un arduo trabajo docente y por el rol clave de las escuelas que, además, volvieron a mostrar la importancia social que tienen más allá de la educación.

Los casos se repiten en diferentes puntos del país. Entre clases virtuales, la dificultad de la implementación de horarios, la imposibilidad técnica -por no tener los elementos, como computadoras, o celulares-, hacen que el trabajo del docente sea el doble. A este cóctel de dificultad se le sumó la relevancia social que, ante la crisis sanitaria, tomaron las instituciones. 

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El plan del Gobierno para amortiguar el impacto económico incluyó que las escuelas permanezcan abiertas por la función de los comedores y merenderos. Esta iniciativa traspasó la comunidad educativa. En Quilmes, por ejemplo, la escuela primaria 43 de San Francisco Solano se convirtió en uno de los lugares a los que más acuden los vecinos.  “Estamos yendo todos los días. Entramos a las ocho de la mañana y empezamos a pelar papas, a poner algo de verdura y sacamos guiso que es lo que más rinde”, dice Debora, profesora de plástica y una de las referentes de Suteba en el municipio.

El contexto cambió. La escuela se abrió más allá de la familia de los alumnos. “Desde el SAE nos mandan comida. Solemos hacer este servicio en los comedores, pero antes el promedio era de 150 o 200 personas. Hoy subió muchos y hay 500 o 700 raciones de comida son las que estamos entregando. Esto no es solo para la comunidad educativa, también para los vecinos del barrio”, sostiene Débora a El Destape. A veces la comida no alcanza y los comercios del barrio se suman con pan, otras veces con carne de pollo y con algo más de verdura para completar el guiso. 

Durante la cuarentena hay una imagen docente que se repite. Celular en mano y notificaciones que caen, una atrás de otra. En el desayuno llegan los primeros trabajos: un whatsapp o un mail con la tarea. Otros con preguntas, con audio, con imágenes y con documentos.  Uno por uno de un curso completo. Algunos con fotos, otros escritos en word, otros tantos sobre el cuerpo del mail, con fotos borrosas porque la tecnología no acompaña o simplemente porque muchos no pueden sacar. Las notificaciones no paran. Llegan a las ocho de la mañana, a las tres de la tarde o a las diez de la noche. Algunos aparecen todos juntos.   El trabajo docente, ante la vicisitud, parece no tener horarios, pero solo por el compromiso del momento y , en muchos casos, se trabaja a destajo.  A la planificación habitual se le suma el Classroom, el Google meet, el Coom o cualquier intento para que los chicos se puedan sumar a una clase en vivo. Pero no todos los alumnos se presentan.  No todos tienen computadoras. No todos tienen celular. No todos tienen conexión. Hay muchos que tienen que esperar a que los padres lleguen de trabajar para poder mandar la tarea o, simplemente, turnarse para poder hacerla.

La suspensión del plan Conectar Igualdad en 2016 dejó un tendal de alumnos in herramientas tecnológicas que, en el apuro de esta crisis a principios de marzo, fue muy difícil de remediar. En los últimos días, Nicolás Trotta  anunció que el Gobierno comenzará a entregar 135 mil netbooks y tablets en el Conurbano y en diez provincias para brindar este acceso a la tecnología. Todas esas máquinas habían quedado abandonadas en un depósito de Correo Argentino y fueron descubiertas en febrero.  De esta forma, con estos equipos, se recuperará terreno en miles de casas donde , las herramientas de comunicación son limitadas y se suman a los cuadernos, libros y cuadernillos que el Estado entrega semanalmente para llevar adelante el ciclo lectivo. De la misma forma, SUTEBA ha prestado ayuda con la distribución de todos los elementos y el empaquetamiento de cada uno.

Adela es directora de la Secundaria 20 en el partido de Tres de Febrero. Trata de mantener una rutina similar a las habituales aun con estas complicaciones. “Me levanto temprano, trato de ver algunas cosas administrativas, pero hay muchas cosas que no se pueden hacer. Trato de chequear un poco como va, pero es muy difícil”.

Bajo estos preceptos, la escuela intenta funcionar de la misma manera. Sin embargo, hay algo que falta y se nota: el día a día con los chicos, el contacto en el aula.  “Es mucho más difícil porque cuando estás en el aula, con verle la cara al otro te das cuenta si te entiende o no. Si te sigue, hay temas que por más que vos lo quieras explicar, es prácticamente imposible. Necesitás el contacto”, sostiene la directora a este medio y agrega: “Esta crisis demuestra que la escuela es Estado en territorio, todos los requerimientos pasaron por la escuela. Para chequear las situaciones de vulnerabilidad de violencia familiar y poder hacer un trabajo con Desarrollo social y otros organismos. Todo eso lo tienen a través del termómetro que es la escuela”.

Los ejemplos se repiten en todo el Conurbano, en diferentes puntos del país y con distintos niveles educativos. Inicial, primaria y secundaria. Los más chicos también necesitan contención, estimulación y sentirse incluidos. Por ejemplo, en el Jardín de Infantes 923 "Héroes de Malvinas" de Pablo Podestá, se prepararon libros para los nenes, la bolsa de alimentos y, además, regalos para que cada uno de los chiquitos que van al jardín se sientan acompañados.    Desde ya, esta acción no solo ocurrió en este establecimiento puntual, si no que es uno de las tantas situaciones que se repiten en os establecimientos. 

En la misma sintonía, la escuela 49 de Moreno  que se convirtió en una especie de símbolo docente a partir de la explosión que mató a Sandra Calamano y Rubén Rodríguez se mantiene como uno de los puntales del barrio. Entrega comida, responde dudas y, junto a organizaciones sociales, ha hecho ollas popular en la zona. Hernán es uno de los maestros que no solo abrazó la lucha en los momentos más difíciles, si no que ahora acompaña a los vecinos.  No puede ir a la escuela porque su diabetes lo convierte en un grupo de riesgo, pero es uno de los primeros en responder a madres, padres y alumnos.  "Las preguntas no son solo sobre una tarea. Me llaman si, me preguntan, pero también hacemos de contenedores sociales", dice.  

Lejos de ser esos voluntarios que, alguna vez, quisieron poner al frente de cursos, esta vez se volvió a mostrar el compromiso de miles de docentes que en medio de la pandemia los docentes no solo no dejaron de dar clases sino que también modificaron su esquema, se adaptaron a los cambios y agregaron tareas porque el momento lo amerita. "El otro día me llama, a las once de la noche, una mamá desesperada preguntándome por los bolsones, le dije que le iba a averiguar y le avisé. Eso pasa todos los días y lo hacemos porque lo necesitan", cerró Hernán